lunes, 28 de enero de 2008

Post-diluviano

La entrada anterior ha sido mucho más que copiar y pegar unos versos. Ha sido dejar lugar a un silencio.
Qué curioso... Uno intenta mil justificativos para seguir con un blog, u otros mil justificativos para terminarlo. Y parece nunca ser suficiente. Es como si el blog estuviera destinado a seguir (y a parar) a su ritmo, sin obedecer determinaciones de ningún tipo. Si uno decide dejarlo, enseguida encuentra cosas para escribir. Si uno decide continuar, enseguida lo embarga una fuerte desazón. Si uno decide solamente una pausa, un extraño impulso nos lleva al teclado. Si uno decide escribir ininterrumpidamente, en seguida todo pierde sentido.
Quizás sea que al buscar aquellas (u aquellas otras) mil razones, uno estuviera dándole demasiada importancia al blog. O quizás demasiado poca (¡uf!). Quizás sean las dos cosas; quizás cada cosa tenga su tiempo, y no lo sabemos hasta que lo tuvo.

jueves, 10 de enero de 2008

Diluvio

En el corazón del silencio
los hombres clavan sus pasos.

Cada talón golpea la bigornia del mundo.
Se tejen las pisadas en collares de fuga
y el tiempo, castigado de invisibles otoños,
en los caminos hace llover sus hojas muertas.

En el uso del hombre se fatiga el silencio.
Las rutas envejecen con el paso del hombre.
(...)

¡El motivo no importa! Fabricamos campanas
que muerdan el silencio
y el mundo es un pandero que se quiebra en tus puños
o en mis fuertes rodillas.

Cantamos a la vida o a la muerte
¡y el motivo no importa!
Nuestra oración patina la cara de los dioses
o revienta los ojos preñados de la lluvia...

¡Lo esencial es romper el silencio y el agua
de los grandes mutismos!

Y el silencio es un buey que se arrodilla
fustigado de voces.

Yo anuncio un largo día de cólera.
______________Y entonces,
de pie, gesticulante como un dios,
apretará su hinchado corazón el silencio,
fruto de todas las palabras muertas.

El mar extenderá sus puños de agua
sobre una destrucción de ciudades atónitas.

Viejo trompo sin niños,
en un rincón de noche se detendrá la tierra.

Y un dios color de algas
ha de amasar el barro de otro mundo sin voces
ante una gran frescura de diluvio...

(Fragmento de “Largo día de cólera”, de Leopoldo Marechal en “Días como flechas”; versión oral en el disco “Marechal, por el mismo”)

domingo, 6 de enero de 2008

En el día de Reyes

Redescubramos, en este mundo de mal entendida pluralidad, que la universalidad de la fe cristiana no es una pretensión imprudente (ni violenta), sino que es lo que siempre fue: el más grande acto de amor divino, la extensión de la promesa de salvación a todos los pueblos del mundo.