Redescubramos, en este mundo de mal entendida pluralidad, que la universalidad de la fe cristiana no es una pretensión imprudente (ni violenta), sino que es lo que siempre fue: el más grande acto de amor divino, la extensión de la promesa de salvación a todos los pueblos del mundo.
1 comentario:
¡Totalmente de acuerdo!
¡Y qué difícil que se entienda, hoy, esto así!
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