viernes, 28 de septiembre de 2007

¡Qué tiempo feliz...!

(…) En la misma biblioteca, que se iba desarmando para formar parte de otras nuevas bibliotecas, había otro libro muy curioso. Una edición del diario Crítica, del año 1925, de “Hombres como dioses”, por H. G. Wells.
No lo hubiera tomado si no fuera por una curiosidad, que en este caso no es responsabilidad de Arp, sino de Chesterton. Pues la verdad sea dicha, si conocía aquel nombre no era por sus posibles méritos, sino por ser uno de los famosos rivales del gigante inglés.
Más que con el libro, avancé con algunas lecturas biográficas en Internet. Conociendo las adhesiones de Wells al evolucionismo y a otros “materialismos”, jamás esperé encontrar algo que me llamara la atención. Y sin embargo, algo en el siguiente pasaje de su biografía me dejó pensando.

(…) La escuela quiebra por falta de alumnos y nuevamente ha de trabajar en un almacén de paños, donde aparte de desarrollar tareas manuales ha de permanecer interno durmiendo en el triste barracón de los trabajadores. Un día, cuando a las once de la noche apagan la luz y ha de interrumpir su lectura, decide abandonar no sólo aquel lugar, sino también aquel camino en la vida.

Tomada aquella decisión, se aleja del almacén y, andando más de cuarenta kilómetros, va a ver a su madre en la mansión de Uppark, donde ésta trabaja como criada de confianza. Aquel adiós y aquella caminata los recordará como «tal vez lo más grande de cuanto he realizado en mi vida».

Me asaltó un trágico pensamiento:
Ya ha pasado mi niñez: ya ha pasado el tiempo de hacer cosas grandes, cosas magníficas.
Pero sucedió como si el mismísimo Chesterton hubiera venido a ayudarme, porque en esos momentos terminaba de leer la historia de Innocent Smith. Así que di nueva forma a mi pensamiento:
Ya ha pasado mi niñez: ya ha pasado el tiempo de hacer cosas grandes, cosas magníficas.
¿Ya ha pasado?

jueves, 27 de septiembre de 2007

Curiosidades mexicanas

(…) Había un libro de Juan Rulfo, que no hubiera tomado si no fuera por una curiosidad que, estimo, me despertó Arp con sus “críticas mexicanas”. Y me gustó el comienzo, que es una especie de monólogo interior de un niño.

Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas. Anoche, mientras estábamos cenando, comenzaron a armar el gran alboroto y no pararon de cantar hasta que amaneció. Mi madrina también dice eso: que la gritería de las ranas le espantó el sueño. Y ahora ella bien quisiera dormir. Por eso me mandó a que me sentara aquí, junto a la alcantarilla, y me pusiera con una tabla en la mano para que cuanta rana saliera a pegar de brincos afuera, la apalcuachara a tablazos...

(Primeras líneas de “El llano en llamas”).

domingo, 23 de septiembre de 2007

El tiempo cuando uno es niño

(…) Descubrí también un libro de Manuel J. Castilla, dedicado por el mismo Castilla a mis abuelos, fechado el 1º de agosto de 1964 en Salta.
Sí, el de Castilla-Leguizamón, uno de los grandes dúos compositores del folklore argentino. El libro se llama “De solo estar” y les dejo un fragmento, de recuerdos de la niñez:

El tiempo, de existir, era lento como una miel dorada.
Se lo notaba a ratos en esa casa añosa, sobre la siesta, cuando en la huerta del fondo, en medio del gran silencio, entre el leve crepitar de los insectos de los yuyarales y el zumbido insistido de los huancoiros junto a las viejas vigas del techo, caía con un ruido sordo, como un golpe de barro, algún durazno maduro.

jueves, 20 de septiembre de 2007

De cosmogonías e ingenuos "off side"

Uno puede leer hoy día, en un diario importante, cosas como esta:

Desde hace pocos años algunos de los más importantes científicos posdarwinianos están desplegando teorías sólidas sobre la imposibilidad de que exista una fuerza creadora sobrenatural. El debate ha cruzado todos los círculos académicos de Europa y de los Estados Unidos y ha llegado a la portada de los grandes diarios. Imposible cerrar los ojos.

Claro, ¡qué suspenso! ¿Cómo será que algún científico (haciendo sólo uso de su ciencia) se las habrá arreglado para explicar cosas que superan a la razón, o negar cosas que ella admite? ¿Cómo explica qué es lo que hay (o no hay) antes de antes, después de después o más allá de más allá?

Qué a punto que viene la lectura que estoy haciendo de esa pequeña “Cosmogonía elbitense” de Marechal, en la que el autor dice:

(…) mister H (…) tiene una concepción “estática” del Universo, en la cual el hidrógeno hace de las suyas eternamente (…) Desgraciadamente la concepción “estática” de mister H se reduce a esta sola premisa: “En el principio es el hidrógeno”.

Es claro que el artículo enlazado busca impresionar con algo que no tiene sentido (una teoría científica que saque conclusiones sobre cosas acerca de las cuales la ciencia no puede ser concluyente). Parece ser que la cosa era más o menos igual hace unos cuarenta años, ya que también decía en la “Cosmogonía elbitense”:

(…) Lo que ni tú ni yo podemos admitirle a la Física moderna es que se tome sus propios límites en serio y que, negando lo que está “más allá” de sus límites, pretenda circunscribir al Mundo Corpóreo toda la Manifestación Universal y su formidable riqueza ontológica. Nos quieren impresionar con reactores atómicos y con guarismos de veinticuatro ceros. ¡Elbiamor, qué ingenuidad!

martes, 18 de septiembre de 2007

Un cuadro


(…) Pasé de vuelta por el living vacío de gente y en la pared, arriba de uno de los sillones grandes, estaba el cuadro.
Es una vista, desde la calle Gurruchaga, de la torre de San Bernardo asomando por detrás de los árboles. Lo pintó mi abuelo y sería una ilustración casi ideal para la tercera parte del libro quinto de Adán Buenosayres. Quizás mi abuelo nunca haya leído ese libro, sin embargo, salvando algunos detalles, la pintura puede pasar como un encargue para la ocasión.

Adán se detiene, bajo la lluvia, en la esquina de Gurruchaga y Triunvirato. Desde allí, todavía indeciso, contempla el ámbito fantasmal de la calle Gurruchaga, un túnel abierto en la misma pulpa de la noche y alargado entre dos filas de paraísos tiritantes que, con sus argollas de metal a los pies, fingen dos hileras de galeotes en marcha rumbo al invierno. Fosforescente como el ojo de un gato, el reloj de San Bernardo atisba desde su torre: no queda ya en el aire ni una vibración de la última campanada, y el silencio fluye ahora de lo alto, sangre de campanas muertas. Inesperadamente, una ráfaga traidora sacude los árboles, que se ponen a lloriquear como niño: Adán recibe un puñado de lluvia en la cara y se tambalea entre un diluvio de hojas que caen y se arrastran con un rumor de papeles viejos, mientras que los faroles colgantes ejecutan arriba un loco bailoteo de ahorcados. Pasó la ráfaga: el silencio y la quietud se reconstruyen bajo el canturreo de la lluvia. Soledad y vacío, Adán entra en la calle Gurruchaga.

Basta que dos personas, por distintas que sean, hayan vivido en el mismo lugar, para que hayan visto lo mismo y que de alguna forma eso que vieron les haya dejado una huella.
Quien nos dice que algunas de las experiencias trascendentales o religiosas de mi abuelo no hayan tenido el mismo escenario que las de Marechal. Es fácil imaginar que uno y otro pueden haberse detenido alguna vez a mirar esa torre, en un arresto contemplativo ocurrido mientras recorrían las calles del barrio de Villa Crespo. Uno hizo de esa experiencia un pasaje literario, el otro la hizo pintura.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Status viatoris XXVIII

Después mostrará que el tema va más allá, y hablará del amor al hogar y a la tierra nativa. Pero antes de llegar a esas explicaciones, Innocent Smith deja a su interlocutor, el solitario californiano Louis Hara, esta expresión:

–¿Realmente quiere decir –exclamé– que ha venido dando la vuelta al mundo? Habla inglés y sin embargo viene del oeste.
–Mi peregrinaje no está terminado todavía –replicó tristemente–. Me he convertido en un peregrino para curarme de ser un exiliado.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Don Juan (de Las Tres Marías)

Cuenta Javier de Navascués en el prólogo al tomo de teatro de las Obras Completas de Leopoldo Marechal, que “el Don Juan de Marechal figuraba como estreno del Teatro San Martín en 1976, pero el cambio político debido al golpe militar imposibilitó su puesta en escena”. Toma los datos de un libro de Graciela Maturo.
Según me informan, desde ese entonces hasta esta parte, ningún teatro oficial argentino ha montado en escena esta obra (se conoce, sí, la versión operística realizada por Juan Carlos Zorzi, estrenada en el Teatro Colón en 1998).
Pero la noticia central que me llegó es que, por primera vez, actores profesionales estrenan, en Montevideo, Uruguay, el Don Juan de Leopoldo Marechal. Los datos son los que se ven en el afiche.


Yo le tengo mucho aprecio a esta genial obra, que releí hace poco, porque la actuamos en clases de literatura en el colegio secundario. Así que la recomendación es (oriundos, visitantes o residentes en el país vecino) que "hagan la prueba".

miércoles, 12 de septiembre de 2007

La vanidad es yuyo malo...

La vanidad es yuyo malo,
que envenena toda huerta.
Es preciso estar alerta,
manejando el azadón.
Pero no falta el varón,
que la riega hasta en su puerta.
(Atahualpa Yupanqui)

domingo, 9 de septiembre de 2007

Más estrellas

Estrellas traen estrellas. Ayer con Chesterton y su Innocent Smith en Cambridge. Hoy (gracias a Eduardo) estos versos del más gaucho de los personajes.

Ansí me hallaba una noche
contemplando las estrellas,
que le parecen más bellas
cuanto uno es más desgraciado
y que Dios las haiga criao
para consolarse en ellas.

Les tiene el hombre cariño
y siempre con alegría
ve salir las Tres Marías,
que, si llueve, cuando escampa
las estrellas son la guía
que el gaucho tiene en la pampa.

Aquí no valen dotores
sólo vale la experiencia;
aquí verán su inocencia
esos que todo lo saben,
porque esto tiene otra llave
y el gaucho tiene su cencia. [*]

Del inesperado encuentro de ambos pasajes, miles de pensamientos salen volando. Pero son aves que ahora no podré salir a cazar...
[*] El gaucho Martín Fierro, Cap. IX, 1445-1462

sábado, 8 de septiembre de 2007

Machina ex deus

(...) Porque para él y para casi toda la juventud educada de aquella época, las estrellas eran cosas crueles. Si bien brillaban en la gran bóveda todas las noches, eran un secreto enorme y feo; descubrían la desnudez de la naturaleza: eran un vislumbre de las ruedas y poleas de detrás del escenario. Porque los jóvenes de aquel tiempo triste pensaban que el dios siempre salía de la máquina. No sabían que en realidad es la máquina la que sale del dios. En pocas palabras, eran todos pesimistas y la luz de las estrellas les resultaba atroz... atroz porque era verdadera. Todo su universo era negro con manchas blancas.

G. K. Chesterton, Un hombre vivo (Manalive), segunda parte, capítulo I. (Otros enlaces).
(En el día de la Natividad de la Santísima Virgen María)

martes, 4 de septiembre de 2007

Año IV. Nº 1. Premios

Estoy muy agradecido con Aeronauta, que me ha otorgado el “Thinking Blogger Award. Y nada menos que para mi tercer aniversario.
Hay un punto. No soy muy adepto a seguir cadenas, lo cual en este medio me puede transformar en un definitivo y rotundo amargo. Asumiré el riesgo. (Además, no puedo elegir sólo cinco entre los tantos blogs que leo y son geniales. Más aún, a algunos de ellos sé que los pondría en la misma situación que yo).
Pero para que Aeronauta vea que mi agradecimiento es sincero, he instituido un nuevo premio, el “Thanking Blogger Award”, que puede servir para agradecer a aquellos que he conocido en este mundo cibernético y tanto me han dado.
Por haberme otorgado el “Thinking...”, este acto de agradecimiento será para Aeronauta, que se lleva el primer “Thanking...” (sin enlaces, sin cadenas, sin conservantes).
¡Muchas gracias!