domingo, 25 de noviembre de 2007

Rey

¿Por qué todos los años las homilías de Cristo Rey empiezan con una aclaración de la “imagen del rey”?
Ya Eduardo desenmascaraba algunas falacias, hace un tiempo en la Revista Ens. Pero sin llegar al discurso moderno intelectual sobre reyes, monarquías, repúblicas y democracia en que se pierden algunos celebrantes, es de notarse que hay una urgencia por aclarar algo, y eso sería por la razón de que, sigo deduciendo, la gente parece tener un mal concepto de la palabra rey, o de lo que es un rey.
Hoy el cura comenzó más o menos así: “Vamos primero a aclarar un poco esta imagen del rey…” Y siguió: “No hay que pensar en ese rey que está sentado en un trono, lleno de oro, buscando la comodidad…”
En fin... Que estas cosas no ahoguen nuestro fervor religioso. Les dejo esta oración de reciente descubrimiento.

Por ser Hijo de Dios, Verbo encarnado,
porque en la cruz fue tuya la victoria,
y porque el Padre te vistió de gloria
con la luz del primer resucitado.

Por eso eres, Jesús, Rey coronado,
señor y Pantocrator de la Historia,
libertador de noble ejecutoria,
triunfador de la muerte y del pecado.

Ya sé que no es tu Reino de este mundo,
que es sólo dimensión de algo interior,
-lo más cordial del hombre y más profundo-

donde te haces presente y seductor;
allí donde tu encuentro es más fecundo,
allí donde tu Reino se hace Amor.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Rappel à l’ordre

“Llamada al orden”. Así llamaba Marechal a su conversión de joven. Que no ha de ser otra que la de Adan Buenosayres frente a la Iglesia de San Bernardo y al Cristo de la mano rota.
Vaya, como contraparte de la entrada anterior, ese credo que no creo tenga igual en otra obra literaria argentina (osado comentario de parte de quien sabe muy poco de literatura argentina; típico porteñismo).

—Señor, confieso en ti al Verbo que, sólo con nombrarlos, creó los cielos y la tierra. Desde mi niñez te he reconocido y admirado en la maravilla de tus obras. Pero sólo me fue dado rastrearte por las huellas peligrosas de la hermosura; y extravié los caminos y en ellos me demoré; hasta olvidar que sólo eran caminos, y yo sólo un viajero, y tú el fin de mi viaje.
(...)

—Señor —insiste ahora en su alma—, también confieso en ti al Verbo que, por amor del hombre, tomó la forma del hombre, asumió su infinita deuda y la redimió en el Calvario. Nunca me fue difícil entender el prodigio de tu encarnación humana y los misterios de tu vida y tu muerte. Pero en tristes caminos malogré y ofendí la inteligencia que me diste como regalo.
(...)

—Señor, ¡no puedo más conmigo! Estoy cansado hasta la muerte. Yo...
(...)

lunes, 19 de noviembre de 2007

Íntima (800)


Después de haber conocido cada vez más de la vida de mi admirado Leopoldo Marechal, estoy ahora como Julio Martínez Mesanza frente a Tertuliano.
"Pienso en Tertuliano, antes campeón del bien y de la ortodoxia y, luego, obstinado hereje. ¿Qué peso tiene ese duradero antes dedicado al bien?"
Pero este antes y después marechaliano no tiene nada que ver con política (ni nacionalismos, ni peronismos, ni "izquierdismos"; y quizás haga falta aclararlo, porque en su vida fueron muy de la mano política y fe, como corresponde). Ni sé si es tan antes y después como el de Tertuliano (y qué fuerte que suena la palabra hereje en este caso). Tiene sólo que ver con alguien que a uno se le hizo entrañable y que, estando cerca, se alejó luego de su madre común... la Iglesia.
Sólo me queda un deseo, que formulo usando esa imagen que él tanto solía usar: Dios quiera que ese antes pese fuerte en la balanza.
[Celebramos la entrada número ochocientos en "Aquí estamos..."]

jueves, 15 de noviembre de 2007

Hallazgos (uno desconocido, uno mejorado, uno repuesto)

Tiens! Homenaje a Leopoldo Marechal, Ediciones Corregidor, 1995. Selección de artículos de diversos autores referidos al escritor argentino y su obra. No sabía de su existencia hasta que me sorprendió cuando revolvía una pila de usados en un puesto del Parque Rivadavia. Para fanas de Leopoldo.
Tampoco les había contado que encontré en un negocio de San Isidro un ejemplar ilustrado (Emecé Editores, 1947) del Miguel de Mañara de Oscar Wladislas de Lubicz Milosz. Magnífica obra que yo tenía en un cuadernillo de “edición casera”, y tengo ahora con tapa dura (algo floja y sin cubierta) e introducción biográfica de Ramón Gómez de la Serna. Si les digo que me salió tres pesos no me lo van a creer (evidentemente el vendedor no sabía lo que tenía entre manos).
Repuse un libro perdido una vez en un colectivo (a alguien habrá aprovechado el tomo de la colección Biblioteca Argentina Fundamental del Centro Editor de América Latina, que lleva en un dos por uno a Las de Barranco y a Jettatore!, de Gregorio de Laferrère). En el mismo local de San Isidro tuve que pagar nueve pesos por un ejemplar bastante desvencijado, pero era una deuda con la biblioteca truncada a mis padres que debía saldar.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Hacia fuera (y hacia "arriba")

La entrada anterior no pretende negar la importancia de la actividad humana “hacia fuera”. Hay un presupuesto que los comentaristas supieron entrever. Y de eso yo quisiera decir también algo.
Tanto la actividad humana ad intra como la actividad humana ad extra tienen valor si se dirigen a uno mismo (la primera) o a las cosas y personas (la segunda) de una forma particular.
En la realidad tenemos huellas para rastrear la Verdad y para eso debemos ver a la primera como signo de algo superior. Mediante la sorpresa por su misma existencia, por su calidad de don, por su orden y por su belleza, podemos ver a la realidad como creación. Y de ahí nos podemos remontar hasta su Creador.

De la belleza de las cosas creadas, en particular, sentenció San Isidoro de Sevilla: “Por la belleza de las cosas creadas nos da Dios a entender su belleza increada que no puede circunscribirse, para que vuelva el hombre a Dios por los mismos vestigios que lo apartaron de Él; en modo tal que, al que por amar la belleza de la criatura se hubiese privado de la forma del Creador, le sirva la misma belleza terrenal para elevarse otra vez a la hermosura divina”.

viernes, 9 de noviembre de 2007

El trabajo es hacia dentro

Conocerse a uno mismo es arduo porque requiere de gran valor espiritual. Si sólo fuera cuestión de esfuerzo físico o mental, habría muchos voluntariosos que encararían la tarea de la búsqueda interior. Pero la verdad es que los hombres de este tiempo y lugar no vacilamos en poner ingentes energías en “explorar hacia fuera”.
Aparentemente, a lo largo de la historia (¿occidental?) el hombre ha ido desertando cada vez más de poner su inteligencia y energías en la búsqueda de su identidad, y poniéndola cada vez más en esa exploración ad extra.
El último exponente de esa exploración es la navegación espacial. En la década del sesenta, y asombrado por los avances de esta actividad humana, decía Marechal en el Cuaderno de Navegación (Cosmogonía Elbitense) que era Leonardo Da Vinci quien, al aventurarse en las posibilidades del vuelo físico, desertaba ya la era de los intranavegantes o intranautas (esos seres que dirigían su inteligencia al desarrollo de los vuelos según la modalidad psíquica y espiritual) y daba comienzo a la era de los extranautas.
Aunque los avances científicos de los últimos tiempos sean grandes esfuerzos humanos, no son más que distracciones y tarea menor frente al primero de los trabajos que debe encarar el hombre (si quiere ser fiel a su exigencia de verdad): conocerse a uno mismo.
Esto ya lo intuía el hombre desde hace mucho tiempo y en las más diversas culturas. Como nos recuerda Juan Pablo II en la introducción a la magnífica “Fides et ratio”, ya estaba esculpida en el dintel del templo de Delfos aquella frase: “Conócete a ti mismo”.
Conocerse a uno mismo es arduo porque requiere enfrentarse con las preguntas límite: “¿Quién soy? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué hay después de esta vida?” Pero es de vital importancia hacerlo, porque “de la respuesta que se dé a tales preguntas, en efecto, depende la orientación que se dé a la existencia”. Y el futuro de los hombres de esta época depende en gran medida de esa orientación.

domingo, 4 de noviembre de 2007

"Introducción a la liturgia"

Hay una liturgia pagana y en ella el tiempo que vivimos se explica así: después del día de “Halloween”, empieza el tiempo de navidad (le pondré minúscula, porque esta no es la verdadera Navidad).
Sí, han adivinado, es la liturgia de las ventas, del comercio, del marketing. Y para los que no lo crean, tengo una prueba fidedigna a la cual se podrán remitir. Van al conocido shopping de la zona norte del conurbano, acceden al estacionamiento del segundo piso y se dirigen a la entrada. Allí mismo podrán ver, con la mente nublándoseles, con la garganta reseca o con piel de gallina (todos reaccionamos distinto), como escoltan su entrada dos gigantes bolas de adorno de árbol navideño.
Como a medio colocar aún, lucían hoy, y verlas fue sentir de golpe el brutal tirón del mundo.