miércoles, 21 de septiembre de 2022

De Laucha a Pablo Inaudi

Mi esposa dice que lo leían en el colegio. Y claro, por eso en esa casa de usados había varios ejemplares de esos Losada chiquitos. Seguro lo usaban también en los colegios de Munro. He visto esto en varias oportunidades. Deben ser remanentes que llegan a la librería desde algún colegio o profesor.

No me pareció nada ejemplar la vida del Laucha como para andar "enseñándola" en los colegios, menos aún católicos; pero no soy docente. De todos modos me detengo en la frase que dice el personaje en el momento cumbre de la historia: “Pero ¡miren lo que son las cosas! Habíamos empezado tan bien cuando ¡zás-trás!, no faltó quien viniera a descomponer el baile. En esta vida no hay fiesta completa”. (Roberto J. Payró, El casamiento de Laucha).

Una frase que podría haber pasado así nomás, pero yo quise tenerla un rato entre manos. Quizás porque era el único gesto de este personaje medio chantún, medio “derrotado de entrada”, ya resignado, que mostraba algo de sapiencia. Un realismo bastante aceptable el de Laucha. Y digo bastante aceptable porque hoy en día los realismos son más escépticos, ¿no? Pero muestra sapiencia quien sabe que no puede tener todo en la vida y más aún quien dice “en esta”, quizás como dejando abierta la idea a que haya otra en donde valga la contraria.

La frase me quedaba resonando. Y creo que no es difícil que un lector de Marechal la pueda relacionar con el encuentro de Lisandro Farías con Pablo Inaudi en El Banquete de Severo Arcángelo. Digo por esa imagen de la fiesta, ¿vio? Mire lo que se me vino a la cabeza:
—Y no es todo —insistió Inaudi—. Hay en usted un «júbilo de víspera» que se manifestó desde su infancia.
—No entiendo —le dije.
—Desde su infancia, ¿no ha gozado usted más la víspera de una fiesta que la fiesta en su realización?
—¿Cómo lo sabe? —le respondí en mi asombro.
—La fiesta en sí lo entristecía como una decepción irremediable.
—¿Y qué significado tiene?
—Que usted, por intuición, ha venido soñando con una «fiesta inmensa».
Esto es muy superior, claro está. Darse cuenta que la fiesta no es completa por aquí abajo es un primer paso. Pero en el hecho, complejo, de pensar que la insatisfacción de la fiesta, en contraste con el júbilo de la víspera, es indicador de que esperamos una fiesta inmensa se está dando un segundo paso mucho más largo.

Es más que realista. Es ver una realidad más grande. Es como si Laucha se diera cuenta que él busca en todas las cosas una felicidad que las cosas no le pueden dar plenamente.

Y es importantísimo confiar en ese deseo, en ese sueño de la fiesta inmensa. Al fin de cuentas no es más que confiar en nuestra intuición. Pero eso ya es otro paso.

jueves, 15 de septiembre de 2022

Para los que sepan apreciar

Foto de Wikipedia (nada que ver con la imagen descripta en la entrada)

Los colectivos 59 son un espectáculo digno de verse. Si les toca alguna vez ir, en Olivos, por la calle Pelliza y que los detenga el semáforo de España, es muy probable que vean uno cruzar. Nuevo, impecable, con las ventanas bien transparentes. Y si además va casi vacío, lo cual allí es muy probable, y despacio (como con fiaca pero luciéndose a la vez), es como ver una de esas escenas de televisión donde dos personas trasladaban un vidrio enorme cruzando la calle (solo que en este caso el vidrio pareciera moverse solo).

Ya que empezamos esta entrada solo con esto para contar, podríamos traer algo más viejo que descansaba anotado en los borradores. No lo publiqué porque ya estaba muy monótono con las páginas de los libros y los números de los colectivos. Pero quien llegó hasta acá en esta entrada es digno de saber lo que sigue.

Tanto en “Tom Sawyer” (Twain) como en “Martita Ofelia y otros cuentos de fantasmas” (Castellani) me tocó detenerme en la página 118. Y al ver ese número me encontré ambas veces como transportado a Barrancas de Belgrano. El 118 estacionaba en la playa esa que está junto a la estación Belgrano C del Mitre. Siempre me pareció más elegante que mi 55. Las unidades brillaban ahí estacionadas y muchas ya eran de las “trompa chata”. Lo recuerdo como un colectivo que iba pa’l centro (como Garufa, el sábado a la noche). Pero no era así. Sin embargo la palabra “Parque Patricios” en su frente debía ser un signo de distinción. No distinción por ir a un barrio caro y elegante, sino distinción al estilo de quien posee un buen nombre.

Pero eso es casi todo de mi imaginación. Porque yo lo miraba hasta que me subía a mi rojo 55. Colectivo, el 55, que no tiene porqué sentirse inferior, ahora que lo pienso. Él va por una calle de distinguido nombre como Thames y lleva el nombre de un santo en su frente (San Justo). ¡Nada mal!

martes, 13 de septiembre de 2022

El tiempo es poco, loco

Los blogs que frecuento (y supe frecuentar) son amigos del poema "The fool" de Padraic Pearse y de su traducción al español hecha por el Padre Leonardo Castellani con el título (el poema) de “El loco”.

“Quien pudiera ser ese loco realmente cada vez más”, me preguntaba. Sin ser un imbécil como ese Grabois, que se debe creer que sigue al Papa cuando dijo a los jóvenes que “hagan lío”; Grabois se me hace una moderna y “light” criatura de una vieja Teología de la Liberación.

En las antípodas de Pearse y Castellani debe estar el músico argentino Andrés Calamaro y sin embargo cada vez que ponen esta canción tarareo el estribillo por varias horas. Y me voy entre una interpretación escatológica y otras interpretaciones más pueriles pensando cuál debe haber sido la idea de Calamaro cuando dijo: “Yo soy un loco que se dio cuenta que el tiempo es muy poco”.

Digan si no es para un poema cristiano. El loco de Pearse o Castellani tomando conciencia de que pronto llegará ese día en que “el grano maduro caiga en los graneros, y los pobres sean llenos que andaban vacíos”. Pensamiento que no se contrapone con su “imprudencia”, pues la del loco es una imprudencia en el dar, en el derramar los días. Un no calcular los costos en el amor. Y no tiene que ver (y pueden ambas convivir) con la prudencia de las vírgenes que esperan con la lámpara encendida la llegada del novio. Quizás porque es en la misma despreocupación por el futuro donde está la prueba de que sabemos que el tiempo es poco. El tiempo es este poco que tengo ahora y quizás nada más.

Pero Calamaro… Uno tiende a pensar que Calamaro declara que el tiempo es poco para luego continuar con algo muy moderno como “vivirlo al máximo”, como se dice ahora. Pero no parece tampoco eso. Porque no sale corriendo. Al contrario, él va a caminar solito, sentarse en el parque y “fumarse un porrito” y reprimir su deseo de matar a un mimo o un clown. Está “down violento, down radical”, dice, y que aprendió el papel principal: “yo soy un loco que se dio cuenta…”

Lo más que llego a vislumbrar es como que se da cuenta que no tiene tiempo para perder matando al clown, quizás porque haya cosas más importantes en que invertir dicho tiempo. Si es así, a su forma ha logrado algo. No como yo, que todas las mañanas tengo que andar gritando: “vamos, vamos que llegamos tarde al colegio”. Eso porque nadie mira el reloj y tengo que ser yo el loco (que se dio cuenta que tiempo queda poco).

sábado, 10 de septiembre de 2022

Desconociendo al enemigo (o "De tan bestia, daba ternura")

Me despertaron los gritos. Cantaban como de cancha pero hablaban de un tal Chucky o como se escriba. Hice abrir y cerrar el auto a ver si el "cuic" de la alarma los alejaba. No hubo caso. Salí despacio. A través de la reja los ví. Chicos jóvenes, unos cinco o seis, por subirse a un auto. Algo envalentonados por la bebida. Pero parecían buenitos. Me quedé mirando un rato. Seguían cantando. Me pareció escuchar algo de "el que no salta es un inglés" pero no entendía bien. Había habido un partido de Tigre, pero no parecían para nada hinchas rezagados. Como sea, pensé que el grito no iba a funcionar. Pero se hizo un silencio en el canto y alguien dijo de ir yendo. Entonces con voz fantasmal de dormido les dije desde detrás de la reja (pues no me habían visto): "sí, vamos a dormir". Se dan vuelta y: "¡Uh! ¡Perdón, sí, disculpe!" No dije nada, pegué la media vuelta y empecé a entrar. Y fue ahí cuando sucedió aquello. Fue ahí cuando uno de ellos me agrega: "Es que estamos celebrando la muerte de Margaret Thatcher".

Freeze.

No atiné a reírme ni nada. Siguieron con "¡Las Malvinas son Argentinas!" como buscando la simpatía. Como yo ya estaba de espaldas, levanté mi brazo en son de guerrero acuerdo. Pero al entrar fui a las noticias. Por si acaso, a verificar. No sea que además de la Reina Isabel II se hubiera vuelto a morir Margaret Thatcher.