Me despertaron los gritos. Cantaban como de cancha pero hablaban de un tal Chucky o como se escriba. Hice abrir y cerrar el auto a ver si el "cuic" de la alarma los alejaba. No hubo caso. Salí despacio. A través de la reja los ví. Chicos jóvenes, unos cinco o seis, por subirse a un auto. Algo envalentonados por la bebida. Pero parecían buenitos. Me quedé mirando un rato. Seguían cantando. Me pareció escuchar algo de "el que no salta es un inglés" pero no entendía bien. Había habido un partido de Tigre, pero no parecían para nada hinchas rezagados. Como sea, pensé que el grito no iba a funcionar. Pero se hizo un silencio en el canto y alguien dijo de ir yendo. Entonces con voz fantasmal de dormido les dije desde detrás de la reja (pues no me habían visto): "sí, vamos a dormir". Se dan vuelta y: "¡Uh! ¡Perdón, sí, disculpe!" No dije nada, pegué la media vuelta y empecé a entrar. Y fue ahí cuando sucedió aquello. Fue ahí cuando uno de ellos me agrega: "Es que estamos celebrando la muerte de Margaret Thatcher".
Freeze.
No atiné a reírme ni nada. Siguieron con "¡Las Malvinas son Argentinas!" como buscando la simpatía. Como yo ya estaba de espaldas, levanté mi brazo en son de guerrero acuerdo. Pero al entrar fui a las noticias. Por si acaso, a verificar. No sea que además de la Reina Isabel II se hubiera vuelto a morir Margaret Thatcher.
1 comentario:
Yo no sé qué instrumentos,
es un tambor y encima aplausos,
gritos aparatosos y apaleo demoledor de alfombras.
¿Qué hacéis ahí demonios?
Música no es eso, es
venenoso.
Elefantes negros alzan trompa y dan
berridos de una sustancia pegajosa
oreja a oreja de la almohada.
Vueltas y suspiros, desveloso
veo llegar el alba: llega malhumorada y ojerosa,
me obliga a levantarme (tiene torcido el gesto),
me empuja hacia la calle anunciandome
un día pésimo.
Y esto es por vivir en la ciudad.
(La noche de los elefantes, Jorge Leónidas Escudero)
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