Foto de Wikipedia (nada que ver con la imagen descripta en la entrada)
Los colectivos 59 son un espectáculo digno de verse. Si les toca alguna vez ir, en Olivos, por la calle Pelliza y que los detenga el semáforo de España, es muy probable que vean uno cruzar. Nuevo, impecable, con las ventanas bien transparentes. Y si además va casi vacío, lo cual allí es muy probable, y despacio (como con fiaca pero luciéndose a la vez), es como ver una de esas escenas de televisión donde dos personas trasladaban un vidrio enorme cruzando la calle (solo que en este caso el vidrio pareciera moverse solo).
Ya que empezamos esta entrada solo con esto para contar, podríamos traer algo más viejo que descansaba anotado en los borradores. No lo publiqué porque ya estaba muy monótono con las páginas de los libros y los números de los colectivos. Pero quien llegó hasta acá en esta entrada es digno de saber lo que sigue.
Tanto en “Tom Sawyer” (Twain) como en “Martita Ofelia y otros cuentos de fantasmas” (Castellani) me tocó detenerme en la página 118. Y al ver ese número me encontré ambas veces como transportado a Barrancas de Belgrano. El 118 estacionaba en la playa esa que está junto a la estación Belgrano C del Mitre. Siempre me pareció más elegante que mi 55. Las unidades brillaban ahí estacionadas y muchas ya eran de las “trompa chata”. Lo recuerdo como un colectivo que iba pa’l centro (como Garufa, el sábado a la noche). Pero no era así. Sin embargo la palabra “Parque Patricios” en su frente debía ser un signo de distinción. No distinción por ir a un barrio caro y elegante, sino distinción al estilo de quien posee un buen nombre.
Pero eso es casi todo de mi imaginación. Porque yo lo miraba hasta que me subía a mi rojo 55. Colectivo, el 55, que no tiene porqué sentirse inferior, ahora que lo pienso. Él va por una calle de distinguido nombre como Thames y lleva el nombre de un santo en su frente (San Justo). ¡Nada mal!
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