domingo, 26 de enero de 2014

15 de agosto


Además de aquel cuadro de la torre de San Bernardo (que alguna vez mencioné), una de las cosas que más me gustan de las que me tocaron como “herencia” de mi abuela, es una Filcar muy vieja (calculo que es del año 1961, por una publicidad aniversario, porque no tiene tapas). Planos de más de cincuenta años de antigüedad. Buenos Aires y su trazado en ese entonces. Calles que cambiaron de nombre, calles que desparecieron, ausencia de calles que aún no existían. Un hallazgo que es toda una invitación a la exploración urbana (si C.D. leyera esto, podría tentarlo).

Primera exploración a agendar: Descubrir los rastros de una calle que la guía llama “15 de agosto”. Esa curiosa calle, que hoy ya no existe, dice Filcar que era una diagonal (y hasta curva, si bien se la ve), que tenía un extremo en Corrientes y Fitz Roy (esquina que hoy tampoco existe, si alguna vez existió, junto a la estación Chacarita del San Martín) y el otro extremo en la calle Santos Dumont (en lo que sería hoy su esquina con Cramer, aproximadamente).

El estudio previo a la exploración me insumió largos ratos de la tarde. El nombre de esa calle (que uno se tienta a asociarlo a la fecha de la fiesta de la Asunción, pero no hay certeza) no se lo encuentra por ningún lado cuando se habla de calles de Buenos Aires (ni siquiera en este completísimo estudio del Instituto de Histórico de la Ciudad de Buenos Aires del año 2003).

Pero el último hallazgo aclaró mucho y dio por cierta una de mis hipótesis. Antes de ser, si alguna vez fue propiamente calle 15 de agosto, el trazado era de un ramal de ferrocarril. Así lo muestra la capa “Vista aérea 1940” del Mapa Interactivo de Buenos Aires. Este genial mapa fotográfico muestra además que la esquina de Corrientes y Fitz Roy, si alguna vez existió, no existía en 1940 y por lo tanto la Filcar sesentona estaría equivocada. Tampoco existía una calle que bordeara la vía desde Corrientes, con lo cual la 15 de agosto, si alguna vez fue calle, comenzaría recién en Vera o en Velazco.

El hallazgo es muy pintoresco, verán. Este ramal de ferrocarril conectaba las vías del San Martín, cerca de la estación Chacarita, con las del Mitre, cerca de la estación Colegiales. Más precisamente en una pequeña desviación y playa que tenía el Mitre, seguramente para abastecer el Mercado Dorrego, que se encontraba en su extremo (y que hoy vive una segunda vida como Mercado de Pulgas). Es decir que seguramente se podría abastecer el mercado desde los dos ferrocarriles y toda su “cuenca”.

Como últimos datos, antes de lanzar una avanzada de exploración, les digo que es interesante sobrevolar la zona con Google Earth. Así se pueden ver los rastros de la vieja traza del ferrocarril y misteriosa calle “15 de agosto”. Por ejemplo, donde pasaba la diagonal atravesando una manzana cuadrada, hoy se ven nuevas edificaciones con líneas de medianeras en diagonal. O se pueden ver pasajes como el Dr. Benjamin Canard, que era paralelo a la vía antaño. Y llegando a aquella desparecida playa del Mitre, hoy llena de plazas, lofts y estudio de televisión, se puede ver el pasaje Convención, casi paralelo también a la antigua traza.

¡Exploradores, a prepararse!

viernes, 24 de enero de 2014

Libros de poesías

En estos días de descanso, una pequeña biblioteca ambulante va (como Charly García) de la cama al living. Hay mucha poesía porque la poesía combina dos propiedades únicas. La primera, y más importante, es que explica la vida mucho mejor que la ciencia. La segunda, y menos importante, es que un libro de poesías es como una bolsa de caramelos.
 
(Esto último es algo difícil de explicar. Digamos que quiere decir varias cosas: que es como un contenedor de pequeñas perlas, que una vez que lo empezaste no tenés necesidad de terminarlo, que podés empezar por cualquier lugar, elegir un poema al azar, o por el título, o por lo que sea, repetir, etc.)
 
Si Ud. es más afecto a otros placeres, puede cambiar bolsa de caramelos por bodeguita de living, vitrina de coleccionista, videoteca de dormitorio, etc.

lunes, 20 de enero de 2014

Probando

Cuando fue a los de sus padres les pidió prestado el tomo “Obra poética”, de Jorge Luis Borges. Fue leyendo y anotando.
 
Borges, Luna de enfrente, La promisión en alta mar. Hay allí un verso que me suena marechaliano. Dice así: “Ante su firmeza de luz todas las noches de los hombres se curvarán como hojas secas”.
 
Luego descubrió “Alexander Selkirk” y lo puso en Facebook. Luego descubrió “El otro”:
 
En el primero de sus largos miles
De hexámetros de bronce invoca el griego
A la ardua musa o a un arcano fuego
Para cantar la cólera de Aquiles.
Sabía que otro —un Dios— es el que hiere
De brusca luz nuestra labor oscura;
Siglos después diría la Escritura
Que el Espíritu sopla donde quiere.
La cabal herramienta a su elegido
Da el despiadado dios que no se nombra:
A Milton las paredes de la sombra,
El destierro a Cervantes y el olvido.
Suyo es lo que perdura en la memoria
Del tiempo secular. Nuestra la escoria.
 
“(…) El que hiere / De brusca luz nuestra labor oscura”, muy bueno.
 
Y encontró en “Límites” aquello de los libros que quizás nunca lea. Pero también una idea sobre las calles que quizás pisó por última vez. Y pensó nombres al azar como Arregui, Urdinenea, Lisandro de la Torre, Tres Sargentos…
 
Las “calles que ahondan el poniente” es muy linda imagen.
 
Recordó que en alguna época del año el sol se pone por la Avenida San Martín.

sábado, 18 de enero de 2014

En el "discman": Edgardo Cardozo


No hay nada como tener mil canciones en un dispositivo. Pero tampoco hay nada como tener un solo disco, con su estuche, su librito, etc. El viejo dispositivo que figura en la foto, que una vez me regaló ella, es ideal para escuchar tranquilo un disco cuando no hay que hacer ruido para los demás (y disfrutar del estuche mencionado). El disco que lo hace funcionar estos días es el “6 de copas”, de Edgardo Cardozo, notable músico argentino que si no lo conocen es porque es independiente (como se dice cuando no es de ninguna compañía discográfica, ¿vio?). Como Luna Monti y Juan Quintero, como Fandermole (o como Sílvia Pérez Cruz allá en España). Dice mi cuñado que por allí viene la posta. Y la verdad es que algo de eso hay. Escuchar a los “famosos” es muchas veces como leer un bestseller. Te pasan por la piel y se van. Es todo emoción rápida. Están los famosos que ya son grandes (como Sting, justamente, que traje en la entrada anterior) y se pueden dar el lujo de hacer cosas poco comerciales. Pero en general hay muchos espejitos de colores.

Volviendo a Cardozo, hay que decir que es difícil elegir una sola de sus canciones para poner acá. Luna Monti y Juan Quintero hacen una suya en el último disco (y han hecho alguna otra en un disco anterior). Además Edgardo y Juan tienen un disco genial, “Amigo”, en donde tocan canciones de los dos y de otros autores. Lo “promocioné” mucho en mi Facebook, pero quizás nunca acá (detalle imperdonable). Y tiene también Cardozo un trío, con su nombre.

Veo que iba a poner una canción de “6 de copas”, pero ahora voy a terminar poniendo un pequeño popurrí de Edgardo Cardozo, sí señor, solo o bien acompañado. Hay que saber primero, y último antes de la música, que con Edgardo Cardozo hay que estar muy atento a las letras y la guitarra, porque de eso se trata. Música hecha de guitarra y poemas, propios o ajenos. Con eso alcanza y sobra.

Tanto que yo creí que nunca iba a hacer esto
Y acá estoy diciéndome es insólito y es simplísimo
Entre tantas frases hechas te diré que me hace falta tu canción
Yo que siempre desprecié tu don, que siempre lo envidié
Porque me desgracié en un rencor fatídico, tristísimo
(…)

Luciérnagas (poema Juan L. Ortiz, musica E. Cardozo; toca con Juan Q.)
Por entre las luciérnagas hacia el río flotamos,
pues la sombra está toda de pupilas viajeras.
Y en el río, oh amiga, llamas hondas y móviles.
(…)

Prisionera (E. Cardozo, toca con Juan Q.)
Era la prisionera
De tanto llanto, cruz y madera.
(…)

Muchachas de ojos de flores (poema Juan L. Ortiz, música E. Cardozo)
Muchachas de ojos de flores y de labios de flores
En la sombra exhalada -¿de qué su dulce hálito?-
Los vestidos ligeros, muy ligeros, con pintas.
Arde de abejas el aguaribay, arde.
(…)

Silencio (E. Cardozo)
Hay un silencio
Abriendo caminos que nacen del alma
(…)

jueves, 16 de enero de 2014

Sobre Sting (estudio psicorreligioso de poca monta)

And well I knew the talk they had, the talk that was of me,
Of the shadow on the household and the son that went to sea;
And, oh, the wicked fool I seemed, in every kind of way,
To be here and hauling frozen ropes on blessed Christmas Day.
(“Christmas at sea”, frag., Robert Louis Stevenson)

Dice Sting en “Live in Berlin”, cuando presenta la canción “Why should I cry for you”, que cuando era chico su padre le dijo: “Hijo, cuando seas grande, ve al mar”. Él no sabe bien qué le quiso decir su padre, pero supone que se refería a tener una vida excitante. Y cree que en cierta forma lo hizo.
 
Dice también Sting, en los textos de su disco “If on a winter’s night…”, que él no es creyente, aunque desarrollo un gusto especial y respeto por cierta música religiosa. Y en ese disco Sting le puso música a un poema de Stevenson, ese que cito al inicio.
 
Sin quererlo él (más que probablemente) esto nos dice mucho de Sting. Es fácil imaginarse al personaje de Stevenson como Sting mismo, hecho a la mar y alejado de la fe. Y aunque él no manifiesta en algún otro lado, que yo sepa, el arrepentimiento ese que parece nacer en el personaje de Stevenson, es notorio que él guste de la música religiosa (himnos medievales, carols).
 
Y ahora salió su nuevo disco, “The Last Ship”. Quizás haya allí muchos más datos para este estudio psicorreligioso barato que estoy haciendo. El disco está inspirado justamente en el pueblo portuario de su niñez y la primera canción, “The Last Ship”, tiene una letra que llama mucho la atención. ¿Es feo lo que dice? No parece burla. Bien pensado parece una fantasía (con toques de evangelio apócrifo) en que Jesús resucitado sale corriendo porque debe auxiliar el viaje de un barco, o algo así. No lo sé. Juzguen los que llegaron hasta aquí (y aún tienen fuerzas para seguir).
 
The Last Ship
(Sting)
 
It's all there in the gospels, the Magdalene girl
Comes to pay her respects, but her mind is awhirl.
When she finds the tomb empty, the stone had been rolled,
Not a sign of a corpse in the dark and the cold.
When she reaches the door, sees an unholy sight,
There's this solitary figure in a halo of light.
He just carries on floating past Calvary Hill,
In an almighty hurry, aye but she might catch him still.
 
"Tell me where are ye going Lord, and why in such haste?"
"Now don't hinder me woman, I've no time to waste!
For they're launching a boat on the morrow at noon,
And I have to be there before daybreak.
Oh I canna be missing, the lads'll expect me,
Why else would the good Lord himself resurrect me?
For nothing will stop me, I have to prevail,
Through the teeth of this tempest, in the mouth of a gale,
May the angels protect me if all else should fail,
When the last ship sails."
 
Oh the roar of the chains and the cracking of timbers,
The noise at the end of the world in your ears,
As a mountain of steel makes its way to the sea,
And the last ship sails.
It's a strange kind of beauty,
It's cold and austere,
And whatever it was that ye've done to be here,
It's the sum of y’r hopes y’r despairs and y’r fears,
When the last ship sails.
 
Well the first to arrive saw these signs in the east,
Like that strange moving finger at Balthazar's Feast,
Where they asked the advice of some wandering priest,
And the sad ghosts of men whom they'd thought long deceased,
And whatever got said, they'd be counted at least,
When the last ship sails.
 
Oh the roar of the chains and the cracking of timbers,
The noise at the end of the world in your ears,
As a mountain of steel makes its way to the sea,
And the last ship sails.
And whatever you'd promised, whatever you've done,
And whatever the station in life you've become.
In the name of the Father, in the name of the Son,
And whatever the weave of this life that you've spun,
On the Earth or in Heaven or under the Sun,
When the last ship sails.
 

sábado, 11 de enero de 2014

Lo perfecto...

El mundo, la vida, son enormes. Basta una palabra para entretenerse un día y con un pequeño grupo de cosas podríamos pasar toda la vida. La clave pasa por ahí. Convertirse en experto en una habilidad, conocer cada estrella del cielo, buscar el modo perfecto para tratar a una persona difícil…

Lo perfecto… Lo perfecto no es enemigo de la bueno, si sabemos vivir bien. Yo más bien diría que lo perfecto es el maestro de lo bueno. Un buen maestro al que siempre hay que tratar de imitar, sabiendo que quizás nunca lo logremos. Cuando declaramos que lo perfecto es enemigo de lo bueno es cuando nos rendimos. Y entonces nuestro “bueno” empieza a ser cada vez menos perfecto, y menos bueno, más malo.