viernes, 27 de febrero de 2009

Fragmento de un escrito del futuro

(...) En el siglo XXI la humanidad había vuelto a la creencia en dioses relacionados con las manifestaciones de la naturaleza. Aunque no los llamaba ya dioses (porque dicha palabra se utilizaba vulgarmente para referir a humanos destacados en alguna disciplina deportiva o dudosamente artística, y porque de Dios no se hablaba), los trataba como tales.
En una época, el más importante de los dioses era la diosa agua. Ella era el “origen de la vida”. De ella y solamente a través de una evolución biológica, se habían generado todos los seres vivientes. Se la adoraba de una manera especial cuando se visitaban los “templos” de los animales acuáticos, se buscaba con afán su rastro en los demás planetas del sistema solar que se exploraban, etc.
Estas creencias, que hoy nos parecen fábulas, eran cosa común entre la gente, incluso entre las personalidades consideradas las más avanzadas de la época. Hoy sabemos (lo que ya nuestros padres conocían), que el agua fue creada por Dios, el único y verdadero, y que en el tercer día ya estaba por Él reunida en los mares.
En cambio, los que serían los teólogos de aquel entonces, se entretenían con una especie de juegos de causas y efectos, de principios de principios, sin indagar en el fondo de las cuestiones. No hay que menospreciar, sin embargo, el legado que ellos nos han dejado en sus investigaciones y teorías, ya que las que se han comprobado ciertas han aumentado mucho en nosotros la admiración y amor por el Creador (valga decir, como ejemplo, que en un principio puede parecer inútil conocer tantos detalles acerca del origen físico del universo conocido y ubicar en una escala de millones de años el rango en que han surgido elementos como el agua; sin embargo, basta conocer algunos de esos estudios para quedar asombrado por la compleja riqueza de la creación, la maravillosa obra de nuestro Creador y su inmensa sabiduría). (...)

lunes, 23 de febrero de 2009

Otra vez a contar los minutos

Nos quedamos charlando en la última entrada y ahora que caigo se nos está yendo febrero. ¿Qué les podré contar antes de marzo? Que el birlocho con motor hizo mil setecientos kilómetros sin problemas, que estuvimos por la Costa Atlántica, caminando como “tigres marinos” junto al agua o dando los primeros pasos. Y (más propio para relatar en este blog) por las noches me hice unas escapadas a un pueblito de La Bassa, la llanura del Po, en Italia, de la mano de Guareschi y su don Camilo.
Y ahora de vuelta al mundanal ruido. Otra vez a “contar los minutos”. Como cuando Peppone inaugura el reloj municipal para competir con el de la torre de la Iglesia y todos se ponen a medir sincronías, atrasos y adelantos...
(...) Cosa de locos: porque hasta ese momento por esos lados nunca se había hecho cuestión de minutos. Los minutos y los segundos son mercadería de la ciudad, donde un infeliz se afana por no perder siquiera un segundo y no advierte que obrando de ese modo pierde una vida.
Aquí vamos...

domingo, 8 de febrero de 2009

En la oficina tienen razón

En el ambiente pagano de la oficina se analiza eventualmente la religiosidad de un compañero. El “indicador” que por lo general se usa para saber si es un tipo religioso es “si va a misa”.
Por un momento pensé que ese no sería un buen indicador. En cambio, ¿qué tal si se enteraran que el tipo reza? Ir a misa puede ir cualquiera. Puede ser una formalidad más. No sé porque llama tanto la atención.
Y sin embargo...
Y sin embargo quizás sea el mejor indicador de un cristiano. Si va a misa. Por un lado hoy, con tanto tipo de meditación y esas cosas de moda, quizás no resulte raro ver a un tipo rezando (aunque no se entienda que no es lo mismo). Pero por otro lado, y el más importante, ir a misa es la marca del cristiano porque es responder al pedido del mismo Jesucristo: “Haced esto en memoria mía”. Y en la misa se realiza el misterio de la salvación. Y está la dimensión comunitaria, la Iglesia.
Y no cabe la cuestión: “¿Qué tal si fulano va a misa y no reza?” Lejos de mi intención restar importancia a la oración, pero a los efectos de este nada académico análisis valga decir que, cuando uno va a misa, hace también oración.
Así que volví a pensar que la gente de la oficina hace bien en considerar si un tipo es cristiano observando “si va a misa”.
(Al cierre de esta edición me preguntaba algunas otras cosas: ¡Qué tal si se enteraran que el tipo confiesa sus pecados!... ¡Se confiesa!... ¡Pecados!)