Nos quedamos charlando en la última entrada y ahora que caigo se nos está yendo febrero. ¿Qué les podré contar antes de marzo? Que el birlocho con motor hizo mil setecientos kilómetros sin problemas, que estuvimos por la Costa Atlántica, caminando como “tigres marinos” junto al agua o dando los primeros pasos. Y (más propio para relatar en este blog) por las noches me hice unas escapadas a un pueblito de La Bassa, la llanura del Po, en Italia, de la mano de Guareschi y su don Camilo.
Y ahora de vuelta al mundanal ruido. Otra vez a “contar los minutos”. Como cuando Peppone inaugura el reloj municipal para competir con el de la torre de la Iglesia y todos se ponen a medir sincronías, atrasos y adelantos...
(...) Cosa de locos: porque hasta ese momento por esos lados nunca se había hecho cuestión de minutos. Los minutos y los segundos son mercadería de la ciudad, donde un infeliz se afana por no perder siquiera un segundo y no advierte que obrando de ese modo pierde una vida.
Aquí vamos...
3 comentarios:
¿Siguen allí D. Camilo y Peppone? ¿Que tal el Brusco, el Pardo y el Flaco? ¿Rezaste ante el Cristo?
Yo los visito constantemente, son mi remedio contra los bajones y los malos humores.
Y procuro escuchar los consejos del Cristo del altar
Bienvenido, de corazón.
Don Camilo: qué buenas horas me hizo pasar, hace muchos años. Y ahora, en que la cuestión religiosa vuelve a estar de triste moda en España, cómo no recordar la simpática rivalidad entre el cura y el alcalde comunista, que en el fondo se querían, que entre ambos hicieron una Italia mejor, sin exclusiones, sin los odios españoles.
Bienvenido.
Gracias por sus comentarios y saludos.
Publicar un comentario