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Puente de la Noria ocupa un lugar destacado entre los lugares de mi infancia. No era un lugar donde yo vivía, ni por donde pasaba, sino un lugar en los mapas. Y solo quien gusta de mapas y aventuras a lugares desconocidos puede entender por qué un lugar en el que rara vez se haya estado puede ser un lugar que quede en la memoria como un lugar especial. Era uno de los lugares que recuerdo como claves en la geografía urbana que nos enseñaba mi papá. Puente de la Noria, sabrán Uds., sobre el Riachuelo, esquina de la ciudad, uno de los extremos de la Avenida General Paz y, por el otro lado, comienzo o fin del entonces llamado Camino Negro (gran nombre, hoy cambiado por un aburrido y archirrepetido Presidente Perón). En la esquina interior de la ciudad, además, es de saber que está el Autódromo.
En los barrios de Caballito había por ese entonces un colectivo algo perezoso que llevaba el nombre de 141 (aún hoy debe llevarlo). Sus colores eran rojo con blanco y azul (hoy creo que es solo rojo, un rojo casi comunista porque es el mismo para todos los colectivos que compró una empresa). De más grande lo he tomado para ir y venir de Plaza Italia. Pero ya antes de tomarlo lo miraba con curiosidad porque llevaba en su frente ese nombre: Puente de la Noria. Y cuando empezaba a usar colectivos, ahí en la puerta del colegio, mientras esperaba el 104, veía pasar el colectivo que venía desde ese misterioso lugar.
Por Puente de la Noria pasamos alguna vez con mi papá en el auto, seguramente. No sé si lo recuerdo o lo imagino. Pero no tengo recuerdo alguno de haber pasado luego por muchos años, veinticinco o treinta podrían ser, hasta el día de anteayer. Y pasé como un extranjero, y pase de afuera hacia adentro, de noche, volviendo de la zona sur, por un Camino Negro transformado en Perón y en iluminada autopista. Y ya en elevación, allá a la derecha vi una inmensa terminal de ómnibus, con colectivos 21 estacionados hasta el horizonte. Y el puente no era el mismo, porque toda la zona fue renovada. Pero allá abajo, entre los dos carriles de autopista, quedó el Puente Viejo. Seguro era ese. Por un momento creí recordar que era como el Puente Victorino de la Plaza (Avenida Vélez Sarsfield) pero no, tiene una fachada o arco del estilo del Puente Alsina (Avenida Sáenz), aunque menos espectacular.
Con mi papá también hicimos vueltas a la ciudad en bicicleta, con planificación incluida. Recuerdo un mapa de esos de Capital y Gran Buenos aires, esos de colores amarillo, rosa celeste y con las calles en blanco, marcado en birome con el recorrido realizado. Y luego de más grande, estudio de Filcar de por medio, me metí con la bicicleta por cualquier lado. Pero nunca llegué a Puente de la Noria. No recuerdo tampoco haber querido ir sin poder. Aunque siempre me quedé con las ganas de la Avenida 27 de febrero (conecta Puente de La Noria con Puente Alsina bordeando el Riachuelo). Ahora es casi un lujo de avenida y uno hasta casi que se animaría, con un equipo modesto, a ir de día. Pero entonces debería ser el fin de mundo, la orilla más orillera, el río después de la quema, terreno para una expedición marechaliana de su Adán Buenosyares.
Toda esa zona sur es misterio atractivo. Si quieren disfrutarla en forma más o menos civilizada, consideren un viaje en Premetro o en el tren de trocha angosta Belgrano Sur. Ambos combinan en la Estación Illia del Belgrano Sur. Yo estuve allí. Y viví para contarlo:
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Notas:
1. El Riachuelo también cambia de nombre oficial cuando pasa por debajo del Puente de la Noria:
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2. El Camino Negro tiene su nombre oficial y no solo se llama Perón:
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