"(...) Otros lugares
hay que son también el fin del mundo, están algunos
en las fauces del mar, o sobre un lago oscuro,
en el desierto, en una ciudad; pero el más próximo
es este, en el espacio y en el tiempo,
ahora y en Inglaterra"
(Little Gidding, Four Quartets, T. S. Eliot)
Los lugares extremos son ideales para continuar con nuestra serie de
altermundis. Y para irnos a lugares extremos no hay que ir necesariamente a los polos o a islas remotas. Hay que ir a lugares como el que iremos a continuación.
El río Mississippi parece no terminar nunca de internarse en el mar. Al menos esa es la sensación que tienen los viajeros virtuales como yo al ver los mapas. Parece como si lo hubieran canalizado mar adentro artificialmente por alguna razón. Pero no. Es el delta. Tal como lo hizo el río y sus aluviones. (Hemos buscado con F. y no encontramos otro delta que esté así tan “hacia afuera” como este).
Este es el verdadero
Delta del Mississipi, su desembocadura en el Golfo de México. Hay otro lugar, llamado
Región del Delta del Mississippi, que no es un delta sino una llanura aluvional, que es más famoso por su historia, sus tierras fértiles y su música (delta blues y rock and roll nacieron allí, según dicen). Pero eso es más al norte. El verdadero delta es este al que estamos viajando en esta entrada. Pertenece al estado de Luisiana y a una de sus 64 parroquias llamada
Plaquemines. Los poblados o, como los llaman, comunidades, de la parroquia de Plaquemines se van sucediendo en prácticamente dos franjas o bancos laterales al río. Diques las protegen de las crecientes, tanto del río como de los pantanos.
La cabecera es Pointe à la Hache, 80 kilómetros al sur de Nueva Orleans. A partir de esa zona o muy poco más, el camino solo sigue por el lado oeste del río hasta su finalización, 65 kilómetros más al sur, en la marina de Venice. Ahí estamos en el río pero ya metidos de cabeza en el mar, en plena zona de “transición”. Una zona que fue la más golpeada por el huracán Katrina en 2005 (el huracán caribeño más devastador de los últimos tiempos, que llegó a tierra justamente en Buras, 20 kilómetros al norte de Venice) y así la describe
un blog en el año 2006: “
La marina es un área umbral, un punto de partida entre tierra y agua, industria y deporte, destrucción y reurbanización. Es un lugar donde el agua dulce se convierte en sal, los ejecutivos corporativos se convierten en pescadores y el atún se convierte en cena”.
Toda esta zona es recorrida por los barcos que van y vienen de las plataformas petroleras del Golfo de México. Unos pocos kilómetros al sur de Venice, en la margen opuesta y ya solo accesible por agua o con helicóptero, está la comunidad de
Pilottown, que funciona como residencia para los pilotos que guían a los barcos a través de los complejos bancos de arena del río.
Hay otras industrias que hacen a la economía de la región, como terminales de material a granel. A estas terminales, por ejemplo, pueden llegar barcos que provienen de las minas de Kentucky por el río y depositan carbón en grandes cantidades en predios costeros. Este carbón luego es cargado en otros barcos que salen al golfo y lo llevan entonces a Florida, donde es la principal fuente de energía para la región de Tampa. Otra industria es también la del azufre, que en Estados Unidos nació en Louisiana y tuvo su auge en los años treinta. Allí junto al río, en la zona que estamos visitando, está la comunidad que nació con ese auge y lleva el nombre de Port Sulphur.
Solo dos o tres kilómetros al sur de Pilottown es donde el Mississippi, debilitado, se termina o abre en tres ramas finales. El lugar se llama Head of Passes. Hoy en día el principal canal de navegación es el Southwest Pass, con un calado que se mantiene en 40 pies. Pero el más famoso por su historia es el South Pass. Sigamos la corriente por este ramal.
Un valiente llamado James Buchanan Eads fue quien en la década de 1870 pobló este trayecto y desarrolló una obra de ingeniería. Mediante muelles en las costas logró direccionar el caudal del Mississippi al centro del cauce y así aumentó en pocos años el calado del río de 9 pies a 30 pies. Así la navegación en el Mississippi se convirtió en una importante fuerza económica de los Estados Unidos. Dice en
"Lighthouse friends" que los muelles que hizo Eads aún sobreviven, aunque yacen enterrados bajo capas de arena. En 1982 fueron designados como un “National Historic Engineering Landmark” y una placa conmemorando eso se puso unos kilómetros río arriba en Fort Jackson.
En honor de este señor, en el extremo del South Pass se alzó la comunidad de Port Eads. Aquí llegamos con el viaje. Un pequeño punto en el mapa con un faro y unas pocas construcciones. Un lugar de acá nomás pero en el fin del mundo a la vez. Y que pareció vivir también un fin de los tiempos.
Cuando se avecinaba el huracán Katrina, dos de su media docena de residentes decidieron no evacuar para sobrellevar la tormenta. Y sigue Wikipedia: “Ambos, Wayne Scarabin, de 53 años, y Roy Clark, de 18 años, lamentablemente resultaron muertos. Sus restos nunca han sido encontrados. Luego del paso del huracán, un año más tarde, un amigo de los fallecidos, Jimmy Bowana, ha regresado como el único residente de Port Eads. Vive en medio de los escombros, repartidos sobre la tierra y el mar, en la oficina de la marina donde Wayne y Roy trabajaban”. [Fuente de Wikipedia: año 2006]
Pero la cosa fue cambiando. Sigue Wikipedia:
“La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias originalmente destinó $400.000 dólares para reconstruir el puerto de Marina Eads después de Katrina. El presidente de la parroquia, Billy Nungesser, tomó posesión de su cargo en 2007. En su opinión, los $ 400.000 dólares no eran suficientes y él personalmente viajó a Washington D.C. y apeló sobre la cantidad de dinero. A principios de 2009, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias autorizó 12 millones de dólares para la reconstrucción de Port Eads”.
Hasta ahí Wikipedia. Pero por el sitio
“Luisiana Sportsman” sabemos que así Port Eads se transformó en Port Eads Marina. Y en esa zona, uno de las más fértiles zonas de pesca del mundo, hoy en día se hacen grandes torneos. La firma que regentea las instalaciones gusta decir: “Nos definimos como un hotel y un restaurante, así como un puerto deportivo a 23 millas de la civilización”. E indican sus comodidades que incluyen habitaciones, Direct TV, WiFi, espacio en muelle y hasta una pista de aterrizaje de 600 metros.