Decidí mezclar un poquito a James (Cuentos Completos, tomo 1, Páginas de Espuma) con algo de Stevenson (Cuentos Completos, Penguin Clásicos).
Y va bien. No le tenía demasiada fe a Stevenson (y por lo visto una vez pensé que lo que leí quizás fuera lo último). Con los chicos, “La isla del tesoro” no fue precisamente la lectura del año; eso pasa con las obras muy famosas y muy queridas, hay demasiada expectativa. Leí también un pequeño tomito de “Cuentos de los mares del sur” y el famoso ese de la botella que da fortuna pero hay que vender a otro a un precio cada vez menor. Tampoco me pareció una cosa extraordinaria. Porque nunca me gustaron ese tipo de cuentos. Hay que reconocer que en otra época habrán sido la gran novedad.
Pero ahora que me enganché con "Más mil y una noches", que tampoco me parece gran cosa, estoy entretenido. Siento cierto interés por las historias. Con decir que arranqué un cuento a las once y pico de la noche y lo terminé sin sentir sueño. Cosa rara en mí.
Pero uno debe tener cierto complejo con la ficción. Acedia a la ficción y fictitis les ha dicho ARP. Porque, aún cuando la estoy disfrutando, ya temo perder el gusto.
Lo gracioso fue cuando dije: “dejo un rato James, voy a Stevenson” y entonces veo que el introductor del libro de Stevenson, un tal Barry Menikoff, ¡es experto en James y Stevenson! No sé qué relación, qué línea de conexión obvia puede abrir entre ambos autores, pero yo no tenía sus libros por eso, solo los había tomado al azar de las estanterías hace mucho, cuando hice valer una giftcard.