La entrada anterior ha sido mucho más que copiar y pegar unos versos. Ha sido dejar lugar a un silencio.
Qué curioso... Uno intenta mil justificativos para seguir con un blog, u otros mil justificativos para terminarlo. Y parece nunca ser suficiente. Es como si el blog estuviera destinado a seguir (y a parar) a su ritmo, sin obedecer determinaciones de ningún tipo. Si uno decide dejarlo, enseguida encuentra cosas para escribir. Si uno decide continuar, enseguida lo embarga una fuerte desazón. Si uno decide solamente una pausa, un extraño impulso nos lleva al teclado. Si uno decide escribir ininterrumpidamente, en seguida todo pierde sentido.
Quizás sea que al buscar aquellas (u aquellas otras) mil razones, uno estuviera dándole demasiada importancia al blog. O quizás demasiado poca (¡uf!). Quizás sean las dos cosas; quizás cada cosa tenga su tiempo, y no lo sabemos hasta que lo tuvo.