Mirándolos uno se queda pensando. El misterio de qué son los hijos es también el misterio de quién es uno, o de qué es el hombre.
Pero no se puede entender a los hijos si se los ve desde una perspectiva propia, si se los entiende en referencia a uno mismo (como parte del plan de vida de uno, por ejemplo; “voy a casarme, tendré tantos hijos…”). Sólo se puede entender qué son los hijos si se los ve en la perspectiva de su relación con un tercero, con otro más grande, con Dios.
Porque sin Dios es muy fácil encontrar razones para no tener hijos. ¿Qué locura es esa de tener hijos, de poner gente en el mundo para vaya a saber qué les pase?
La respuesta es que no es una elección nuestra. Fuimos agraciados con la capacidad de la concepción en la carne. Sólo se nos pregunta si estamos dispuestos a ayudar a crecer a una nueva persona que Dios traerá al mundo. (Y en esto está también, en gran parte, la raíz de la doctrina católica acerca de la procreación responsable; pero eso es tema de otra entrada).
Si pudimos ver esto, luego conmueve más el misterio del amor paternal al que estamos llamados. Si lo miramos desde la perspectiva adecuada, se entiende verdaderamente qué grande es la relación de los padres con los hijos. El encuentro de alguien avanzado en el camino con alguien que recién empieza, el primero que está para ayudar al segundo y tantas cosas más...
(Sí, son muchas obviedades las que dije, lo sé, pero hay momentos de la vida en que uno comprueba de una forma mayor todo eso que hasta el momento veía simplemente como razonable).
6 comentarios:
Pues a mí me ha gustado mucho. No sé hasta qué punto son obviedades: tal como lo describes, son grandes verdades de estas que se llaman misterio, no por misteriosas, sino por profundas y a la vez claras.
Qué temeridad la mía, comentar este tema sin tener yo hijos.
Parafraseando a Camino, podríamos decir a algunos padres: “¿Los hijos para ti? —Los hijos para Dios: si acaso, para ti por Dios”. Y es que bastantes padres, veo casos cerca mío, ven a los hijos como una parte más de su propio proyecto personal: “Me compro una casa, logro un buen trabajo, tengo un hijo, viajo a Egipto”. O peor aun: “Necesito alguien que me cuide de viejo”. De ahí, de ver a los hijos no como alguien diferente sino como parte del interés de uno, vienen los problemas de tantas familias: el aburrimiento para cuidarles o para aguantarles, la cobardía para reñirles, la tolerancia que realmente es indiferencia, el dar más importancia a la propia felicidad cuando vienen las separaciones o los divorcios, ...
Tú lo habrás estudiado mucho más, por tu propia experiencia, por tu propio compromiso: en vez de esto, aparece la actitud de los padres cristianos, como fue el caso de mi familia y de tanta gente de la generación de mis padres: tratar a los hijos como Dios nos trata a nosotros, con todo el amor, con todo el apoyo, con todo el respeto, y cuando hace falta, con toda la firmeza necesaria. Es lo que tú dices, y que yo lo vi claro en el caso de mis padres: si no está Dios por medio, es difícil animarse a tener hijos, es difícil criarles, es difícil reñirles.
(Lo dicho, una temeridad de respuesta)
F.
Querido Juan Ignacio:
Ha saltado la noticia de que el Senado ha rechazado la Ley que iba a poner el impuesto agrícola, fuente (al parecer) de todos los problemas.
Aunque me parece que tú nunca te has pronunciado expresamente sobre el tema, quería decirte que espero que esto calme los ánimos y sirva para solucionar vuestros problemas.
Un saludo.
F.
Gracias, Fernando, muy atento. Yo también espero eso.
Ah, y gracias por el comentario anterior. Y también a Arp. No he tenido tiempo de responderlos pero los he leído con mucha atención.
No sabes lo que me ha gustado leer esta entrada, no estoy acostumbrada a oir esas cosas . Tengo nueve hijos y la frase que más he oido es "¿Estas loca?, y esa es la menos impertinente. Un saludo.
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