Si solo se habla de evolución es muy fácil llegar a la conclusión de que el hombre es un ser más, simplemente el más evolucionado.
Se pierde una distinción de importancia, de calidad, entre el hombre y los animales. El hombre sería sólo el ser superior, pero un animal más.
Se pierde una distinción de importancia, de calidad, entre el hombre y los animales. El hombre sería sólo el ser superior, pero un animal más.
En todo caso, aunque el hombre haya sido creado con un barro que fue una materia de aspecto animal (si se puede decir así), la cuestión para el creyente pasa por algo que va más al fondo. Creemos que en esa transformación obró Dios. Así es como lo entendemos, así es como lo creemos. Creemos que hay Alguien que hizo que esto sea así. Que entonces hay un sentido, una razón para lo que existe, para el ser que existe como hombre.
El camino contrario, por otro lado, es algo absurdo. Si el hombre es sólo un animal más, tanto da un hombre que un perro. La dignidad del hombre sería una cuestión de facto. El superior pone las leyes.
Pero allí está la clave. No puede ser de otra manera. Es evidente que el hombre maneja el mundo. Es el único libre para arruinarlo y es el único libre para hacerle bien. El hombre es quien entiende al mundo, por eso del pensamiento reflexivo. (Si hay otra forma de entender el mundo, desde el punto de vista equino, en la mente de un cetáceo o por vías de una weltanschauung de la ameba, no lo sabemos, y no tenemos indicios o hipótesis más que la de la lógica acerca de ello, cosa que no permite modificar nuestra conducta respecto a los animales más allá del hecho de amarlos y respetarlos como tales).
Pero allí está la clave. No puede ser de otra manera. Es evidente que el hombre maneja el mundo. Es el único libre para arruinarlo y es el único libre para hacerle bien. El hombre es quien entiende al mundo, por eso del pensamiento reflexivo. (Si hay otra forma de entender el mundo, desde el punto de vista equino, en la mente de un cetáceo o por vías de una weltanschauung de la ameba, no lo sabemos, y no tenemos indicios o hipótesis más que la de la lógica acerca de ello, cosa que no permite modificar nuestra conducta respecto a los animales más allá del hecho de amarlos y respetarlos como tales).
El hombre debe aceptar el inevitable hecho de ser superior. Si sólo fuera superior por una evolución biológica, pues bien, el hecho es que es superior y como tal debe hacerse cargo del mundo.
El hombre no puede resignar esa superioridad sin hacerse infeliz. No puede hacerse un animal más sin destruirse.
El camino contrario, dominar al animal para conducirse por el espíritu, es muy difícil, pero es el único trabajo con sentido en la vida.
El hombre no puede resignar esa superioridad sin hacerse infeliz. No puede hacerse un animal más sin destruirse.
El camino contrario, dominar al animal para conducirse por el espíritu, es muy difícil, pero es el único trabajo con sentido en la vida.
Llegados a este punto, vemos cuánto más profundos o completos son, para entender al mundo, los relatos bíblicos que cualquier teoría evolutiva (eso me lo hizo ver el genial Chesterton, y acá vuelvo a comprobarlo). El hombre fue creado especialmente por Dios, a su imagen y semejanza, soplando su aliento al barro, lo hizo dueño del mundo y con el fin de vivir en plenitud en su presencia.