domingo, 30 de enero de 2011

Héctor

Era la primera vez que veía a esa familia en la iglesia. De los tres chicos rubios, el del medio era bien distinto. Sin llegar a ser feo, tenía un rostro extraño. Y creo yo que se debía algún problema, porque alcancé a ver un dedo pulgar también extraño en una de sus manos. Pero no despertaba lástima, porque tenía una actitud vital. Era a la vez serio y, si se puede decir de un niño de esa edad (unos seis o siete años) parecía seguro de sí mismo.

Cuando la madre lo nombró me llevé una impresión fuerte. “Vení, Héctor”, me pareció escuchar. La sorpresa puede deberse en parte a que ese no es un nombre común para un niño. Pero ese nombre tan imponente (lo es para mí después de haber leído a Chesterton hablar del troyano Héctor) me hizo resaltar aún más su figura. Y me sentí como un Simeón, dispuesto a profetizar grandes cosas para ese niño. Era como si ese aspecto único, junto a ese nombre imponente, indicará un destino especial.

Mientras el hermano mayor estaba afuera y el menor estaba en brazos de su padre, Héctor se apoyó en una de las columnas y se asomó a la nave central, para contemplar el altar, o al cura, por un buen rato. Al reto pasó a mirar hacia arriba. La estructura del edificio quizás, las ventanas, los techos abovedados. Cuando parecía cansado de estar parado (estaba ya moviendo levemente las piernas o brazos), se sentó. Allí mismo. No quiso dejar de ver todo lo que de allí se podía. El padre que, como yo, estaba en la nave lateral, no juzgo el lugar apropiado, y le indicó y ayudó a que vuelva contra la pared. Yo pensé: “No lo saque a Héctor de allí, quien sabe en su interior está germinando alguna vocación única”.

martes, 25 de enero de 2011

Como vine, me iré


Ay, deseo
Jorge Fandermole

Ay, deseo
de abrir alguna puerta para entrar al juego.
Ay, antojo
de ser el que no te deja pegar los ojos.
Esperanza
de ser el fuego que en tu corazón avanza.
Ay, mis ganas
de irme a navegar tu piel hasta mañana.

Ya veré, se verá;
mientras no pare el río se intentará.

Ay, mi sueño
de entrarte y habitar tu rincón más pequeño.
Ay, anhelo
de ser el que te suba hasta tocar el cielo.
Ay, tristeza
si vas borrándome y quitándome certeza.
Alegría
de ponerte a flotar hasta que venga el día.

Ya veré, se verá;
mientras no pare el río se intentará.
Ya veré, se verá;
mientras no pare el río se intentará.

Ay, deseo
que me muestra la forma de lo que no veo.
Ay, antojo
de sacar algo vivo de entre mis despojos.
Esperanza
de poder arribar donde mi vista alcanza.
Ay, mis ganas
tan ávidas de estrellas cuanto más lejanas.

Como vine, me iré;
nada me traje y nada me llevaré.

Ay, mi sueño
que pronto se hará humo, que no es más que un leño.
Ay, anhelo
de tirar de la cuerda que desata el vuelo.
Ay, tristeza
de que no vayan juntas verdad y belleza.
Alegría
de ver que de la nada sube una poesía.

Como vine, me iré;
nada me traje y nada me llevaré.
Como vine, me iré;
nada me traje y nada me llevaré.

Como vine…

viernes, 21 de enero de 2011

Luz del mundo

Leí anécdotas en lo de Enrique y resúmenes en lo de Fernando. No tengo mucho para aportar aún, que recién empiezo. Pero sí me llamó la atención una respuesta de Benedicto XVI, de la cual nunca escuché comentarios (destaco en negritas el punto preciso).

Pregunta Seewald: “El caso Maciel no tiene parangón, pero a la par hay por todas partes sacerdotes que, sea ocultamente o incluso a sabiendas de la comunidad o hasta de las autoridades de la Iglesia, viven en una relación de tipo conyugal”.

Responde Benedicto XVI: “Eso no debe darse. Nada debe haber que sea mentira y ocultamiento. Por supuesto, se trata de un desafío especialmente para nosotros. Cuando un sacerdote cohabita con una mujer hay que verificar si existe una verdadera voluntad matrimonial y si podrían formar un buen matrimonio. Si así fuese, tienen que seguir ese camino. Si se trata de una falta de voluntad moral pero no existe una real vinculación interior, hay que intentar encontrar caminos de sanación para él y para ella. En todo caso, hay que cuidar de que se haga justicia a los niños -que son el bien patrimonial- y de que se les brinde el ámbito vital de educación que necesitan. (…)”

(Luz del mundo, Benedicto XVI, Herder, 2010)

Alguien muy allegado me hizo notar algo. ¿Qué es “seguir ese camino”? La pregunta es: ¿Se pueden casar?

jueves, 13 de enero de 2011

Adivinanzas (historia, literatura, calles y barrios porteños)

1) Lucio N. Mansilla y Lucio V. Mansilla. ¿Quién fue el padre y quién el hijo?
Y una pregunta más, para el “muy bien diez felicitado”: ¿cuál de los dos tiene calle en Buenos Aires?

2) (Para fans marechalianos). Quiso el destino que Marechal y el petiso Bernini queden inmortalizados a sólo una cuadra de distancia. ¿Como se llama la calle que los separa (o une)?

3) ¿Cuál de estos nombres de lugares no refiere a un barrio porteño: Puerto Madero, Villa Real, Agronomía, Villa Riachuelo o Villa Fiorito?
Y para el diez: ¿cuál de estos no es oficialmente un barrio porteño: Parque Chas, Barrio Norte, Monte Castro, Recoleta o Parque Patricios?

Respuestas: 1) Lucio Norberto es el padre, héroe de la Vuelta de Obligado; Lucio Victorio es el hijo, autor de “Una excursión a los indios ranqueles”. 1b) Lucio N. tiene calle, en Palermo y Recoleta. 2) En Adán Buenosayres, el petiso Bernini sería Scalabrini Ortiz. En Buenos Aires, entre un extremo de la calle Scalabrini Ortiz y un extremo de la calle Leopoldo Marechal está la calle Warnes, que es la respuesta. 3) Villa Fiorito. 3b) Barrio Norte.

jueves, 6 de enero de 2011

No hay pago como mi pago

No es que desprecie la exploración espacial y las ciencias físicas y biológicas. Pienso, de hecho, una interesante teoría que dice que la Tierra puede ser el gran hogar, el perfecto nido que creó Dios en el cual el hombre debe crecer, para luego salir a explorar el universo (y si se alejó de Dios, encontrarlo llegando a los límites de la creación). Y si además hay vida más allá, pues bien, será muy interesante.

Hechas estas aclaraciones quiero denunciar una nueva moda. Me tocó ya varias veces ver, recientemente y en noticias o publicaciones de divulgación científica para gente ordinaria, el tema de “planetas similares a la Tierra”. Se trata de astros que, por ciertas características de ubicación, elementos, etc., podrían en un futuro desarrollarse como la tierra. Lo curioso del caso (que no se dice) es que la coincidencia es sólo una muy pequeña, si se la compara contra las miles de diferencias y las millones de otras condiciones que debieran darse para que ese astro llegue a ser alguna remotísima vez un planeta como la Tierra.

Puede ser que este tipo de divulgación tenga éxito porque esas historias, así presentadas (“un planeta parecido a la Tierra”), son como una película de ciencia ficción, son atractivas, despiertan la imaginación de viajes y otros mundos. No niego que eso pueda pasar en realidad (un planeta que llegue a ser como la Tierra, ¿cómo podría negarlo yo?). Pero lo que sucede es que este pensamiento nos hace olvidar lo magníficamente única que es la Tierra, y así olvidar el milagro de una creación y un Dios providente.

Por ahora no hemos encontrado ningún planeta como la Tierra. Esa es la verdad. Y hablar sólo de probabilidades y escasísimas coincidencias es lo mismo que hablar sólo de las semejanzas del hombre con el mono, olvidando las inmensas diferencias entre ellos (nuevamente podríamos traer a Chesterton y su hombre eterno aquí). Por eso: tráiganme un Perelandra como el de C. S. Lewis, y después empezamos a hablar de semejanzas.

Después de todo, y además, la existencia o surgimiento de un planeta como la Tierra no nos conduciría sino a admirar aún más la grandeza de Dios. Su cariñosa providencia, si ese planeta pudiera ser un nuevo hogar. Su inmenso amor, si además Él dio vida a otros seres.

(En el día de Reyes)

sábado, 1 de enero de 2011

La zona

El Reconquista y su curso. Las oscuras zonas bajo la Panamericana. Y el Reconquista pasando por esas oscuras zonas, mezclando pastizales con columnas de cemento. Ese remolino que es la conjunción de la calle Uruguay, el Camino Bancalari-Boulogne, el Camino del Buen Ayre, los accesos y descensos de la Panamericana, principal y colectora. Un nudo que parece vivo, en constante transformación (siempre en obra, siempre modificado). Un pulpo que agarra y revolea con sus múltiples brazos a quien pasa por allí. Como con ganas de despedir a algún descuidado por el camino equivocado. Un puesto policial que toma la dimensión de un puesto de frontera. Más allá ese extraño tren, en el horizonte, cruzando unas colinas, muy lindas a la vista, pero que son como sepulcros blanqueados, porque esconden debajo toneladas y toneladas de basura de la ciudad. Por el otro lado se instaló un hipermercado. Y una eme amarilla. Y no muy lejos hay barrios nuevos, muy para ejecutivos modernos de las plantas industriales o socios de los clubes deportivos. Una estación de servicio, posta en el camino de la Panamericana. Y las cabinas de peaje, con gente que trabaja allí encerrada por horas, muy cerca del pulpo y del Reconquista...

La zona tiene un oscuro atractivo, como el de aquel mundo de Saavedra y más allá que exploraron Adán Buenosayres y sus amigos. O como “la zona” del cineasta ruso Tarkovski. Como el Triángulo de las Bermudas o, porque no, como el mismísimo Pentágono de La Paternal.