No es que desprecie la exploración espacial y las ciencias físicas y biológicas. Pienso, de hecho, una interesante teoría que dice que la Tierra puede ser el gran hogar, el perfecto nido que creó Dios en el cual el hombre debe crecer, para luego salir a explorar el universo (y si se alejó de Dios, encontrarlo llegando a los límites de la creación). Y si además hay vida más allá, pues bien, será muy interesante.
Hechas estas aclaraciones quiero denunciar una nueva moda. Me tocó ya varias veces ver, recientemente y en noticias o publicaciones de divulgación científica para gente ordinaria, el tema de “planetas similares a la Tierra”. Se trata de astros que, por ciertas características de ubicación, elementos, etc., podrían en un futuro desarrollarse como la tierra. Lo curioso del caso (que no se dice) es que la coincidencia es sólo una muy pequeña, si se la compara contra las miles de diferencias y las millones de otras condiciones que debieran darse para que ese astro llegue a ser alguna remotísima vez un planeta como la Tierra.
Puede ser que este tipo de divulgación tenga éxito porque esas historias, así presentadas (“un planeta parecido a la Tierra”), son como una película de ciencia ficción, son atractivas, despiertan la imaginación de viajes y otros mundos. No niego que eso pueda pasar en realidad (un planeta que llegue a ser como la Tierra, ¿cómo podría negarlo yo?). Pero lo que sucede es que este pensamiento nos hace olvidar lo magníficamente única que es la Tierra, y así olvidar el milagro de una creación y un Dios providente.
Por ahora no hemos encontrado ningún planeta como la Tierra. Esa es la verdad. Y hablar sólo de probabilidades y escasísimas coincidencias es lo mismo que hablar sólo de las semejanzas del hombre con el mono, olvidando las inmensas diferencias entre ellos (nuevamente podríamos traer a Chesterton y su hombre eterno aquí). Por eso: tráiganme un Perelandra como el de C. S. Lewis, y después empezamos a hablar de semejanzas.
Después de todo, y además, la existencia o surgimiento de un planeta como la Tierra no nos conduciría sino a admirar aún más la grandeza de Dios. Su cariñosa providencia, si ese planeta pudiera ser un nuevo hogar. Su inmenso amor, si además Él dio vida a otros seres.
Hechas estas aclaraciones quiero denunciar una nueva moda. Me tocó ya varias veces ver, recientemente y en noticias o publicaciones de divulgación científica para gente ordinaria, el tema de “planetas similares a la Tierra”. Se trata de astros que, por ciertas características de ubicación, elementos, etc., podrían en un futuro desarrollarse como la tierra. Lo curioso del caso (que no se dice) es que la coincidencia es sólo una muy pequeña, si se la compara contra las miles de diferencias y las millones de otras condiciones que debieran darse para que ese astro llegue a ser alguna remotísima vez un planeta como la Tierra.
Puede ser que este tipo de divulgación tenga éxito porque esas historias, así presentadas (“un planeta parecido a la Tierra”), son como una película de ciencia ficción, son atractivas, despiertan la imaginación de viajes y otros mundos. No niego que eso pueda pasar en realidad (un planeta que llegue a ser como la Tierra, ¿cómo podría negarlo yo?). Pero lo que sucede es que este pensamiento nos hace olvidar lo magníficamente única que es la Tierra, y así olvidar el milagro de una creación y un Dios providente.
Por ahora no hemos encontrado ningún planeta como la Tierra. Esa es la verdad. Y hablar sólo de probabilidades y escasísimas coincidencias es lo mismo que hablar sólo de las semejanzas del hombre con el mono, olvidando las inmensas diferencias entre ellos (nuevamente podríamos traer a Chesterton y su hombre eterno aquí). Por eso: tráiganme un Perelandra como el de C. S. Lewis, y después empezamos a hablar de semejanzas.
Después de todo, y además, la existencia o surgimiento de un planeta como la Tierra no nos conduciría sino a admirar aún más la grandeza de Dios. Su cariñosa providencia, si ese planeta pudiera ser un nuevo hogar. Su inmenso amor, si además Él dio vida a otros seres.
(En el día de Reyes)
6 comentarios:
Muy lindo todo, pero lo que yo reclamo airadamente es que se cumpla lo que decían en los 60 de que a esta altura ya habríamos colonizado unos 5 planetas, quiero mi viaje interestelar, me lo merezco.
Yo me pregunto, ¿habrá redimido a otros seres?
¿Será la raza humana la única como el hijo pródigo?
No sea tan exigente!!!!
Piense que esos planetas (también creados por Dios of course) son más semejantes a la tierra que nosotros a Dios.
Y la Biblia dice que fuimos creados a "semejanza" de Dios!!!!
Respetos intra espaciales.
Natalio
Depende del %, Juan Ignacio. Supongo que habrá planetas que sean como la tierra al 40%, al 50%, al 60%: que tengan oxígeno y agua, que tengan nuestros materiales, que tengan atmósfera que permita la vida. Si tienen formas rudimentarias de vida, tipo microbios, ¿ya serán como la tierra al 70%?
Sí, es díficil pensar que haya otro planeta con seres con alma, que tengan pecado original y que Dios les haya redimido, es díficil pensar eso, ya no serían como nosotros al 100%. Y, también, es difícil pensar que haya otro lugar en el Universo con los atardeceres de Madrid.
Feliz verano.
Xav, por ahora hay que seguir viendo las películas.
Ecazes, es una cuestión muy intrigante para mí también.
Natalio, no había pensado en eso.
Fernando, sí, son dos cosas muy distintas.
(Respondiendo atrasado así parezco un loco).
¿ Lo sabremos algún día?
A mi me gustaría enterarme
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