Leyendo al genio de Chesterton me encontré con esta frase, en “El hombre que fue jueves”:
Y ya se sabe: los humildes siempre hablan mucho; los orgullosos se vigilan siempre de muy cerca.
¿Cómo es eso? Así como se las presento, fuera de contexto, llama más aún la atención. “El humilde es más bien callado”, me dirá alguno sin esperar. “El orgulloso parece ser el más propenso a hablar”. Y yo estoy de acuerdo.
Basta leer un poco para confirmar la idea. Por ejemplo:
La falta de humildad se muestra en la susceptibilidad, quiere ser el centro de la atención en las conversaciones, le molesta en extremo que a otra la aprecien más que a ella, se siente desplazada si no la atienden. La falta de humildad hace hablar mucho por el gusto de oírse y que los demás le oigan, siempre tiene algo que decir, que corregir. [Fuente]
O también:
Si buscamos una roca firme para edificar en nosotros la humildad, cada día encontraremos incontables ocasiones para ejercitarla, como por ejemplo: hablar solo lo necesario – o mejor un poco menos – de nosotros mismos; ser agradecidos por los pequeños favores recibidos; rechazar los pensamiento inútiles de vanidad o vanagloria; dejarse ayudar; pedir consejo; ser muy sincero con uno mismo. [Fuente]
Entonces, ¿cómo es eso que dice Chesterton? El inglés es famoso por sus ideas ingeniosas y juegos con las palabras, cosas que necesitan una buena traducción. Pero no creo que este sea el caso. El texto es sencillo y la traducción parece buena (edición de Losada de 1997 con traducción de Alfonso Reyes; ver texto original en nota al pie).
Demos un poco más de contexto, entonces:
Syme la condujo a un banco en el rincón del jardín, y siguió exponiendo sus opiniones con facundia. Era un hombre sincero, y, a pesar de sus gracias y aires superficiales, en el fondo era muy humilde. Y ya se sabe: los humildes siempre hablan mucho; los orgullosos se vigilan siempre de muy cerca.
Creo que el asunto es así: El humilde no tiene miedo en decir lo que piensa. Porque es sencillo y, con prudencia, dice aquello de lo que está convencido. Con sinceridad dice lo que sabe y puede estar equivocado. Pero no tiene miedo a equivocarse.
El orgulloso sí tiene, en cambio, miedo a equivocarse. O quizás a tomar partido. Y entonces no dice todo. Se guarda siempre algo, que le permita luego cambiar su dirección, ponerse del lado que le conviene. O simplemente quedar como el que tenía razón y nunca se equivoca. Ese problema no lo tiene el humilde, a quien no le importa si su posición fue acertada o errada. Porque tiene un solo partido que tomar, el de la verdad.
Nota: Texto original: “Syme strolled with her to a seat in the corner of the garden, and continued to pour out his opinions. For he was a sincere man, and in spite of his superficial airs and graces, at root a humble one. And it is always the humble man who talks too much; the proud man watches himself too closely”.