Sam se acomodó el paquete sobre los hombros y repasó mentalmente todo lo que llevaba, preguntándose con inquietud si no habría olvidado algo: el tesoro principal, los utensilios de cocina; la cajita de sal que lo acompañaba siempre y que llenaba cada vez que le era posible; una buena porción de hierba para pipa, «no suficiente», pensaba; pedernal y yesca; medias de lana; ropa blanca; varias pequeñas pertenencias que Frodo había olvidado y que él había guardado para mostrarlas en triunfo cuando las necesitasen.(El Señor de los Anillos, I, Libro Segundo, Cap. 3)
Mejor que cansar a todos diciendo que lleven tal cosa, mejor
que mostrarla de antemano exponiéndose a críticas innecesarias, o preocupando a
los demás por el lugar que ocupará esa cosa en las valijas (en desmedro de
otras), es llevarla en silencio y sacarla cuando se necesita. No es una actitud
egoísta, de orgullo o de vanidad. Al menos no es solo eso ni es lo principal.
Quien lo ha vivido sabe qué sana alegría es poder alzarse con el objeto necesario,
en el momento adecuado, “mostrándolo en triunfo”.
1 comentario:
Eso es exacto, Juan Ignacio: la mejor forma de evitar que los demás te defrauden es haciendo las cosas tú mismo.
Y luego, cuando uno diga "pues yo sí he traído", hacerlo con mucho amor, intentando no humillar al olvidadizo. Seguro que así es como lo hizo Sam.
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