“Roderick Random, Peregrine Pickle, Humphry Clinker, Tom Jones, El Vicario de Wakefield, Don Quijote, Gil Blas y Robinson Crusoe”. (Los libros que tenía David Copperfield de niño)
“Un surtido de patas de cerdo, un enorme acerico, alrededor de media fanega de manzanas, unos pendientes de azabache, unas cebollas españolas, un juego de dominó, un canario en su jaula y un jamón salado”. (Los regalos que va haciendo Barkis a Pegotty en “David Copperfield”, de Charles Dickens)
Este tipo de enumeraciones en otra época me hubieran parecido listas vacías, inventos caprichosos, una ficción sin sentido. Hoy en día me parecen hermosas porque cada cosa me da una sensación, un recuerdo o pura imaginación. Y he aprendido a disfrutar de eso.
Y mientras repaso estas listas que quise escribir, se escucha a Sílvia Pérez Cruz cantando una canción cubana que se llama “El Panquelero” (de un don Abelardo Barroso). Y la canción viene perfecta. Porque ahí está el panquelero pregonando sus productos: “Y aquí traigo el majarete con leche / traigo el rico masarreal / traigo pastelito de coco / traigo rico los pañolos”. Y lo hace tan bien que: “Sus productos provoca comprarle / por oírle tan solo pregonar”.
Por eso así como el panquelero encanta a su clientela, así estoy yo encantado escuchando las listas de Dickens. De solo escucharlas, las quiero tener.