¡Qué vacío y callado está el barrio! Da la sensación de que ni el colectivo va a pasar. La señora sentada en la parada parece una viuda esperando el regreso de su marido. El ruido de mis ojotas contra mis talones hace eco en todos los frentes y se escucha tan claro como si estuviera caminando por el patio de casa.
En el barrio estoy en casa. Y en casa puedo viajar lejos (no porque no esté cómodo, sino porque esta es la mejor época para viajar). Abro un viejo libro verde de tapas duras y ahí nomás estoy en Blunderstone, Suffolk, Inglaterra, a mediados del siglo XIX. El pequeño David Copperfield comienza su vida. Y yo soy feliz leyendo a Dickens por primera vez.
Y van lento (pero se van rápido) los días. La pasamos muy bien todos en casa y a veces salimos por la pura convicción de que sería bueno salir un poco.
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