Al final uno aprende cosas, aunque parezca que no.
Mis reflexiones espirituales venían por el lado del deseo de felicidad, de la necesidad de un sentido de la vida y de las posturas frente a eso. Un ateo que no lo valora y asume con supuesta valentía una presumible realidad en que todo es un engaño. Y un creyente que decide creer en lo que le dicen sus entrañas, creer en su propio deseo de felicidad y eternidad.
En eso estaba cuando, en el último día del año, me mandan un mensaje. Murió la mamá de un viejo amigo. El segundo día del año nuevo me voy al entierro en un parque muy lindo y allí, junto al cuerpo ya descendido, algunos viejos conocidos cantan una canción. Cuando llega el estribillo me doy cuenta que la recordaba:
Toda la vida grita la Verdad:
que Su Presencia en nosotros está.
En el milagro de la comunión,
única forma de liberación.
Me emocioné. Y entonces venía la segunda parte:
El corazón no se conforma
con gritos muertos de infinito,
el corazón quiere la eternidad
para gritarla en sus latidos.
Eso era justamente lo que, de alguna u otra forma, venía reflexionando en los últimos tiempos. No fue una casualidad pero no solo porque las casualidades no existen. Es que no fue algo nuevo. No fue algo que vino ahora a coincidir con algo anterior (mis reflexiones de los últimos tiempos). El canto estaba antes. Esas palabras ya estaban en mí antes. Las haya o no entendido alguna vez, las había cantado muy seguido. Las haya sentido en carne propia antes o no (probablemente no), sirvieron de germen a mis más nuevos pensamientos.
Fue un reencuentro, con el amigo y con Dios en mi alma.
Al final uno había aprendido cosas, aunque pareciera que no.
* Toda la vida es una canción de Claudia Álvarez que se canta en el movimiento Comunión y Liberación
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