sábado, 1 de enero de 2022

Para llevar... dentro

“Qué libros te llevarías a una isla desierta” siempre fue una rara pregunta. ¡Cómo si alguien quisiera irse a una isla desierta! Y si llega por naufragio no creo que pueda elegir con qué libros naufragar. Salvo que sepa llevarlos siempre encima y a la hora de un eventual naufragio simplemente trate de rescatarlos. Es decir que, al fin de cuentas, la pregunta es simplemente cuáles son tus libros favoritos...

Acá me apuntan que sí, que muchas veces hay quienes quisieran escapar del “mundo cruel” e irse a una isla. Y allí gustarían poder leer y releer tranquilos. De todos modos me parece exagerado. "Hay otros lugares que son también el fin del mundo" decía un poema de T. S. Eliot y acá en el blog hemos hablado de algunos mucho más a mano. Así que eso de la isla… mirá, no sé... Sea como sea, se trata de tus libros favoritos y punto...

Pero de vuelta surge una objeción. Los libros favoritos pueden ser muchos. Imposible llevarlos siempre a todos a mano. Por eso la figura de la isla. Para elegir al top de los top. A los primeros de los primeros. Los que están "in your heart of hearts". ¡Ah, así puede ser! Ya voy entendiendo...

¿Y para un viaje? Un viaje del que esperás volver y al que querés llevar nuevos libros. (Pero sin embargo un viaje que te alejará varios días de la biblioteca). ¿Cuáles llevarías? Eso depende de cada momento de la vida. Ya no es un ranking de los mejores de tu vida. Para este viaje, que me toca si Dios quiere en algunos días, salgo con mi regalo de Navidad: “Kim”, de Rudyard Kipling. Acompaña una versión pocket en inglés del “David Copperfield”, para leer dos o tres páginas y capturar alguna simpática palabra o frase (como "in my heart of hearts") y de paso recordar esa gran historia. Van también unas aventuras de Sherlock Holmes para leer con los chicos y, por si todo eso falla, “El Jugador” de Dostoievsky.

Y si naufragamos (Dios no quiera, y por lo pronto no vamos por agua) no tendré a mano las encíclicas de Juan Pablo II, ni las Confesiones de San Agustín, ni siquiera el Adán Buenosayres. Pero, al fin de cuentas, de esos grandes libros ("elegibles para isla desierta"), seguramente llevamos algo dentro de nosotros mismos.

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