domingo, 28 de septiembre de 2025

Desengaños, mas no desilusiones

Es humorístico pero serio cuando el Matías Pascal de Luigi Pirandello echa la culpa a Copérnico de que ya no sean interesantes las historias humanas (por ende tampoco la propia) porque, gracias al renacentista, el hombre ya no está orgullosamente en el centro; más aún, es pequeño y sin importancia en el universo. Eligio Pellegrinotto le dice que afortunadamente el hombre olvida fácilmente el concepto de su pequeñez y por ende le anima a contar su historia.

Pero nosotros por la fe no llamamos a esto un olvido de una realidad sino más bien una intuición de otra mayor. El hombre sigue siendo el hombre y es especial dentro de la creación, aunque se vaya desayunando que ya no es ni tiene cosas que pensaba que era o tenía. Porque su originalidad salta a la vista. Necio el que no lo ve.

El hombre va conociendo. Resultó que su Tierra no es el centro. ¿Ya asumió eso? Muchos años después de Copérnico llegó Darwin. Hoy le toca al hombre ver con tremenda fuerza cómo está hecho de barro cuando conoce cada vez más cómo se formó su ser biológico.

Pero aún sigue siendo especial. Porque es especial por lo que es, no importa dónde está o cómo llegó a ser lo que es. Decía Chesterton en “El hombre eterno”, hablando del hombre y en función de las discusiones ideológicas a partir del “El origen de las especies”:
Un suceso no es más o menos comprensible en función del tiempo que tarde en producirse. Para un hombre que no cree en los milagros, un milagro lento será tan increíble como uno repentino. Con un simple toque de varita, Circe la hechicera podría haber convertido en cerdos a los marineros, pero no resultaría menos impactante que un marino amigo nuestro fuera convirtiéndose paulatinamente en un cerdo con sus pezuñas y su rabo rizado. Este hecho podría considerarse incluso más estremecedor y misterioso”.
Estos desengaños sobre cosas que pensábamos ser o tener no solo no deben confundirnos, sino que pueden ayudarnos positivamente. Darnos cuenta que no estamos en el centro del universo quizás sea una buena forma de darnos cuenta que, como decía nuestro capellán en la facultad: “el hombre es un ser descentrado, porque está centrado en sí mismo” (cuando debe estarlo en Dios).

¿Cómo ayudará al hombre conocer así el barro con el que Dios nos formó? Nuestro valor y nuestra dignidad no prescindieron nunca de la idea de que estamos hechos de barro. ¿Quizás descoloque un poco al hombre, lo lastime en su orgullo de hijo de Dios, el hecho de ver que el barro es casi el mismo con el que Dios hizo otras cosas? ¡Pero vaya! No debe olvidar el soplo…

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