No es por relacionar todo con el escritor preferido que uno tiene. Pero al leer unos versos de José Miguel Ibáñez Langlois evoqué otros de Leopoldo Marechal. La relación no es del todo caprichosa si tenemos en cuenta, al menos como base, que Ibáñez Langlois conocía al menos algo de la obra marechaliana (*).
Desde mi honda ignorancia, califico a esta similitud de los versos de “estilística”. Y es entonces que quizás alguien con un mínimo conocimiento me pueda decir que no existe tal coincidencia, que no es un recurso o estilo original el que asemeja a los versos, sino que es un lugar común en el que cientos de autores pueden caer sólo por hacer poesía (y que lo que yo dije sería tan absurdo como decir que dos escritores escribieron algo parecido porque ambos usaron metáforas, o porque ambos escribieron con las letras del alfabeto).
Tomado de “Desde el cauce terreno”, 1956, Ibáñez Langlois:
Se conversa de Dios tras estos cortinajes.
Las buenas personas se interesan por el caso de Dios.
Tomado de “Largo día de cólera”, en “Días como flechas”, 1926, Marechal:
En el uso del hombre se fatiga el silencio.
Las rutas envejecen con el paso del hombre.
(*) Según dice Graciela Maturo en el prólogo a “El banquete de Severo Arcángelo”, en el tomo IV de las obras completas de Marechal, Ignacio Valente (seudónimo para las obras de crítica de José Miguel Ibáñez Langlois) fue uno de los que han hablado de los distintos aspectos de esa novela marechaliana. Por cierto, Graciela Maturo en ese escrito confunde el nombre de pila del chileno, José Miguel, con José María.
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