lunes, 5 de enero de 2009

Imagen monfortiana

San Agustín llama a María Molde viviente de Dios, y, en efecto, lo es. (...)

De dos maneras puede un escultor realizar una estatua o retrato perfectos: primera, con fuerza, habilidad y buenos instrumentos puede labrar la figura en materia dura e informe; y segunda, puede vaciarla en un molde. Largo, difícil, expuesto a muchos tropiezos es el primer modo; un golpe mal dado, de cincel o de martillo, basta, a veces, para echarlo todo a perder. Pronto, fácil y suave es el segundo, casi sin trabajo y sin gastos, con tal que el molde sea perfecto y que represente al natural la figura; con tal que la materia de que nos servimos sea manejable y de ningún modo resista a la mano.

El gran molde de Dios, hecho por el Espíritu Santo, para formar al natural un Hombre-Dios, por la unión hipostática, y para formar un hombre-Dios por la gracia, es María. (...)

¡Oh, amigo querido, hay una gran diferencia entre un cristiano formado espiritualmente por medios ordinarios y que se apoya en su propia habilidad y otro, dócil y plenamente disponible que, consciente de su debilidad, confía plenamente en María para ser plasmado en Ella por el Espíritu Santo! (...)

Luis María Grignon de Monfort, "El secreto de María", Primera Parte, Cap. 2.
(En vísperas de la celebración de la Epifanía del Señor)

4 comentarios:

Fernando dijo...

Pues me parece un texto muy profundo: María como molde de Jesús y luego como molde nuestro, si nos dejamos llevar.

Me parece interesante esa expresión de "formado por moldes ordinarios", porque es verdad: muchas veces uno no quiere someterse a Dios, y son los golpes de la vida los que le van limando y haciendo entrar en razón. Así ha sido en mi caso y creo que en el de muchos de nosotros. Lo que no entiendo muy bien es que el autor lo presente como algo de 2ª clase, un poco criticable.

Qué gran libro, espero que de vez en cuando incluyas párrafos suyos.

Juan Ignacio dijo...

Todo es gracia en el camino de la santidad. Nuestro trabajo existe, sin duda, pero es más de disponibilidad, de ser dócil al Espíritu, lo que no es fácil y menos aún exento de esfuerzo.

Esa idea es "anterior" a hablar de María.

Lo que yo entiendo que dice LMGM ahora que habla de María es que hay que incluir en ese camino de docilidad, de disponibilidad, a María como modelo (el dice algo mucho más que modelo, él habla de una consagración, que no viene a cuento aquí explicarla ahora).

Y dice, hablando yo mal y pronto, que es mejor incluírla que no.

Así lo entendí yo, por lo menos.

Anónimo dijo...

Juan Ignacio, gracias por tu aclaración. Entendí lo siguiente del post inicial: hay un crecimiento cristiano perfecto, equiparable al de María, que nunca se apartó de su camino. Sería el del cristiano que sin violencias, dulcemente, desde que es niño hasta que es viejo, va identificándose paso a paso con Jesús, como le pasó a María, como un molde de las estatuas de escayola o bronce. Me pareció que tu autor presenta esto como lo perfecto, y quizá lo sea.

Pero claro, para muchos cristianos esto no ha sido así. Cometes errores, no estás a la altura de lo que Dios te pide, y tu alma acaba siendo como una estatua de mármol o de piedra a la que le sobra un pegote, o incluso varios. Tiene razón tu autor: un martillazo, mal dado, puede destruirlo todo, como en su ejemplo de la estatua. Pero creo que esto es lo habitual en muchos casos, ¿no?, lo que él llama "medios ordinarios", en que Dios, su gracia (como apuntas tú en tu contestación a mi contestación) anima a dar ese pequeño martillazo. Quizá lo primero (ir amoldándose poco a poco) sea más santo, como fue en el caso de María y de tantos otros santos, pero no sé si es lo habitual.

Siempre con disponibilidad, tienes razón, pero no siempre contamos con esa disponibilidad en nuestro pasado.

Gran texto, en todo caso. Tu esposa eligió muy bien el libro.

Juan Ignacio dijo...

La verdad es que cuando uno cita un fragmento pero leyó el libro, corre el riesgo de dar por entendidas cosas que quien lee sólo el fragmento no puede verlas igual. Hay que tratar de evitar eso, pero a veces es inevitable.

Por supuesto que la comparación de un cristiano cualquiera con María no tiene sentido. Sólo para empezar, ella es Inmaculada.

Pero no hay que ver tanto para atrás. Dios nos da la oportunidad de llegar a Él y eso hasta el último instante de nuestras vidas. (Bueh, no digo nada nuevo, ¿no?).