viernes, 24 de julio de 2009

Status viatoris XXX

Pretender que esto y aquello sean aún una serie es mucho pretender. Pero decidí que estéticamente cerraría mejor en treinta, y que eso sería una buena excusa para dejar aquí dos hallazgos. Un poema de John Bunyan que una vez trajo Eduardo M. y un fragmento de un texto de Fray Nelson. Ambos sobre el peregrino y el peregrinar.
A riesgo de post largo, allí va el primero:

Who would true valour see,
Let him come hither;
One here will constant be,
Come wind, come weather
There’s no discouragement
Shall make him once relent
His first avowed intent
To be a pilgrim.

Whoso beset him round
With dismal stories
Do but themselves confound;
His strength the more is.
No lion can him fright,
He’ll with a giant fight,
He will have a right
To be a pilgrim.

Hobgoblin nor foul fiend
Can daunt his spirit,
He knows he at the end
Shall life inherit.
Then fancies fly away,
He’ll fear not what men say,
He’ll labor night and day
To be a pilgrim.

(Traducción es deuda). Y ahora el segundo:

167.2. Con motivo de tu viaje quiero enseñarte dos cosas. La primera es la norma de tu peregrinar en la tierra (…).

167.3. En cuanto a lo primero, recíbeme esta frase: no te vayas, sin quedarte; no te quedes, sin irte. La primera parte se refiere a la estabilidad y unidad contigo mismo que has de conservar, no importa cuántas cosas cambien afuera de ti. Ningún viaje ha de llevarse todo lo que tú eres, y ninguna transformación exterior, lo mismo que ninguna circunstancia, ha de adueñarse de ti por completo, pues tú ya tienes dueño, como te amonestó Pedro cuando dijo que habías sido rescatado: «con una Sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo» (1 Pe 1,19).

(...) 167.7. La segunda parte de la enseñanza se resume en esta expresión: “no te quedes sin irte.” En efecto, cada viaje te obliga a moverte, pero no te mantiene en movimiento. Quiero decir: siempre llegas a algún lugar. (…) Pues bien, la segunda parte de la frase que te comento te invita a que ese reposo físico sea el comienzo incesante de una peregrinación interior, profunda, espiritual. También en esto Jacob te sirve de ejemplo. Su cuerpo reposa y se hace casi semejante a la muerte, pero Dios llama su espíritu y le hace entrar en un viaje distinto, en un caminar que tiene otro ritmo, ya no el de sus pasos, sino el del vuelo ardentísimo de los Ángeles.

5 comentarios:

Fernando dijo...

Hola, Juan Ignacio. En el primer texto ni entro: si ya es admirable que entiendas fluidamente el inglés moderno, con el inglés antiguo esto roza el misterio de fe.

Irse quedándose, quedarse yéndose, qué profundo. Diría que nuestra vida cotidiana, nuestra casa, nuestro autobús, nuestra plancha, nuestra radio, nos da una seguridad, no muy distinta de la de los niños en su cuarto de juegos. La primera reacción del que parte de viaje es el temor, ir a sitios nuevos produce un temor a lo desconocido, al menos los que somos conservadores de cabeza: nunca tendremos la seguridad que hay en nuestra ciudad, en nuestra casa, en nuestra oficina, en nuestro baño. Es fácil decir (como dice el 167.3) que uno siempre es uno, aunque cambie todo el exterior: la falta de contacto con nuestras pequeñas cosas nos produce terror, ¿seguiré siendo yo?

Luego, claro, uno llega al sitio nuevo, y está más contento que en Madrid, todo le asombra, qué bonito es todo, qué interesante. Entonces entra en juego el 167.7: te das cuenta de que cuando estás en tu casa, con tus cosas, con tu ciudad, el inmovilismo físico te contagia de inmovilismo mental, tu cerebro está tan quieto como el sofá de tu casa, y que sólo desde lejos tienes otra óptica de tu propia vida: te cuestionas si todo es como lo ves siempre o no, ves horizontes nuevos, más azules.

Muy profundo todo, incluso los párrafos del 167 que no copias.

(Me hizo gracia eso de numerar los propios puntos, con enteros y decimales: creo que eso demuestra muy alta auto-estima, como si Fray Nelson le fuera a decir a un lector que le lleva la contraria “oiga, consulte los puntos 37.3 y 131.9, donde ya hablé suficientemente de ese asunto”)

(Hummm... Me puso bastante triste lo de cerrar el Status viatoris con un número redondo, como una despedida. ¿Era necesario esto? ¿Quién te dice que el Status no reverdecerá en el futuro, que quizá vengan sus mejores crónicas bajo el aliento de nuevos lectores? En concreto ¿no habrá un “Llega nuestro viajero a la ciudad de Buenos Aires, y todo le sorprende....”?)

Juan Ignacio dijo...

Fernando, es muy interesante la reflexión que hiciste. Lo pensaré y te comentaré.
Por cierto, las palabras inglesas esas se encuentran fácil en google traductor, que es lo que hice yo.
Ah, y la serie, quien sabe, quizás siga.
Gracias.

Fernando dijo...

¿No es un adios sino un hasta luego? Me alegro, de verdad.

"El viajero llega a Buenos Aires, a Ezeiza, y pronto le sorprende cómo todo es muy argentino, exactamente como un extranjero se habría imaginado un aeropuerto argentino. Ya en la cinta de las maletas ..."

Juan Ignacio dijo...

Fernando,

¿Cómo es eso del viajero que llega a Buenos Aires?

Por cierto, estuve penando en tus reflexiones. No siento igual en el temor a viajar, aunque qué buena forma esa de explicar la quietud mental cuando uno vuelve a a la quietud de su lugar.

Me olvidé mencionarte que a mi me llamó también la atención lo de la numeración de las propias reflexiones. No me choca, al contrario.

Saludos.

Fernando dijo...

Hola, Juan Ignacio. Lo del viajero que llega a Buenos Aires es una propuesta para que haya, al menos, un "Status viatoris XXXI: Buenos Aires".

Y, sí, me gusta mucho viajar, es de lo mejor de la vida, pero con los años aparece cierta comodidad vital que te lleva a inquietarte cuando has de preparar las maletas.

En fin, lo del señor que numera sus pensamientos me parece algo grande, implica cierta idea de los posts propios como un Sistema, como un conjunto en que nada está porque si, sino como pieza de un conjunto que puede ser citada en cualquier momento.