sábado, 4 de diciembre de 2010

La primavera ríe sobre las tumbas

Hoy me llamaron para ofrecerme una parcela en un cementerio privado. Hubiera sido una buena oportunidad para ponerse a hablar de la muerte con la misma vendedora. Y quizás hubiera logrado librarme de ella más rápido.

No mentí cuando dije que no estaba interesado y que ya tenía ese “servicio”. Parcela, propiamente dicho, no tengo. Pero al menos al cementerio municipal creo que me llevarán (si hago a tiempo el cambio de domicilio). Lo cierto es no sabemos el día ni la hora… el día y la hora en que se termina un trámite de cambio de domicilio.

Justamente hace poco han asfaltado la calle que bordea el lado sur del cementerio municipal. Y no es que esté “reconociendo el camino” que haré algún día, pero estoy usando seguido esta nueva calle. Lo hago sólo para introducir alguna variación en el viaje de rutina.

Linda, lo que se dice pintoresca, no es esta calle. Están además las puertas secundarias del cementerio, por donde sacan la basura o vaya a saber qué cosas. Pero lo bueno es que esas puertas están abiertas y, cuando uno pasa, puede ver el interior del cementerio en una mañana soleada.

Y así, lleno de sol, con el cielo despejado y los árboles con los verdes aún nuevos de la primavera, es inevitable la alusión al prólogo del Adán Buenosayres:
La primavera reía sobre las tumbas, cantaba en el buche de los pájaros, ardía en los retoños vegetales, proclamaba entre cruces y epitafios su jubilosa incredulidad acerca de la muerte.
No, señorita, no estoy interesado. Ya tengo ese servicio, gracias. Y, si Dios quiere, unos “beneficios” aún mejores para después.

4 comentarios:

AleMamá dijo...

Mi madre dice que de eso no se preocupará pues es trabajo para nosotros...pero sí tenemos "donde caernos muertos" con dos mausoleos familiares sobredimensionados ahora que se prefiere la cremación y los cementerios parque. Mi abuela se encargó de tenernos un palacete con 24 habitaciones y un sótano para reducciones, pero hasta en la muerte hay modas, y no hemos ocupado ni el primer piso, y eso que han sepultado ahí a tias que no son cercanas...y están súper olvidadas, ni sus hijos las visitan, sólo mi marido y yo lo hacemos un par de veces al año.

¡Qué solos se quedan los muertos! y a propósito, ayer enterramos a nuestro nuevo suicida de 25 que contaba en mi entrada anterior. ¡Ay dolor!

Saludos. Lindo poema

Juan Ignacio dijo...

Antes era cuestión social, conozco esas bóvedas enormes. Las conocí de chico así que me quedó una imagen algo escalofriante.

Fernando dijo...

Hiciste bien en no pagar, Juan Ignacio. Si tienes una tumba gratuita es una bobada gastar pesos en ello, invierte eso en los pobres y habrás usado bien tu dinero.

Es curioso que vivas cerca del que será tu cementerio. Eso te ayudará a ser siempre bueno, y también a no tomarte muy en serio los pequeños problemas de cada día.

Acá, en España, hay un gran terror a la muerte y los cementerios siempre están lejos de las ciudades, hasta que las ciudades acaban rodeándolos, quizá es lo que pasó en tu barrio. La única expcepción a esto es Galicia (donde vive tu amigo Ángel Ruíz), donde hay tal familiaridad con los difuntos que los construyen en el centro del pueblo.

Juan Ignacio dijo...

Que de lo más interesante eso que me contás, Fernando.