sábado, 21 de abril de 2012

Teilhard (2)

Creación y evolución no se oponen, lo estudiamos y dijimos ya varias veces. Y siendo la de la evolución una de las teorías más consolidadas, existiendo a su favor tantos indicios, considero no solo valioso sino honroso (¡tan plenamente humano!) encarar la tarea de estudiar y comprender el origen físico de una criatura única y abismalmente distinta a los demás vivientes.

Que el hombre haya nacido, en su parte física, como evolución desde alguna criatura que no lo era, eso es un misterio casi insondable. Estoy leyendo algo de Teilhard de Chardin solo para ver qué pensó una mente inteligente al respecto. Los recaudos que hay que tener creo conocerlos.

Bien leída, esta frase creo que refleja sin “transgresiones” todo el entusiasmo que el autor debe haber puesto en su búsqueda: “El Hombre, pues, no como centro estático del Mundo -como se ha creído durante mucho tiempo-, sino como eje y flecha de la Evolución, lo que es mucho más bello”.

Precisamente, la evolución no quita magnificencia al origen del hombre. Ni tiene porque restarle su cualidad de criatura única (como denunciaba Chesterton que sucedía con algunas mentes que se dejan engañar, creyendo explicar el origen de algo solo por hablar de un cambio gradual). No solo no quita esplendor al origen del hombre la evolución, sino que, diríamos usando la imagen de Teilhard, lo hace además algo muy bello.

4 comentarios:

Fernando dijo...

Cuando en el colegio de frailes nos explicaron a Darwin, el profesor dijo que la teoría de la evolución era aceptable (ahora) para la Iglesia con dos condiciones: que se aceptara que en un momento concreto Dios intervino y otorgó el alma racional a un hominido y que se aceptara que, poco después, ese hombre racional hizo algo que llamamos "pecado original". No sé, en mi ignorancia, si las tesis del jesuita Teilhard encajan en estas condiciones o no.

Quizá él hablaba de forma más genérica, sin detallar tanto, ¿no?

Juan Ignacio dijo...

Sí, no se si lo diría así. La evolución como teoría biológica lo que debe hacer es no definir, porque no puede, como surge algo que no es biológico y menos aún quién lo crea (sí quizás ver evidencias de cuándo lo hizo, pero nada más).

Fernando dijo...

Bueno, esa regla puede ser válida en general, en un científico, pero en un jesuita es peligroso no entrar en esas materias: parece que si no hablas de ellas es como si no existieran. Algún problema tuvo con Roma, ya sabes.

Lo importante es lo que dijiste, tener presentes los "recaudos" necesarios al leer.

Juan Ignacio dijo...

Estrictamente hablando y como podría ser un libro científico no tendría por qué meterse con esas cosas.

Pero él mismo lo dice y yo estoy de acuerdo. Es inevitable hablar de esas cosas cuando alguien busca la verdad. La ciencia separada en ramas es en el fondo algo incompleto para quien tiene ansias de conocimiento y verdad.

Y es natural que cualquier científico se sienta obligado a dar su parecer al respecto del origen de las cosas (creyente o no; ¿o no hemos visto como a Hawkins le encanta hablar de que Dios "no es necesario" y no sé cuánta cosas más?)

Hace un tiempo escribí algunas entradas que hablaban de las objeciones a Teilhard.