(Gran silencio de blog - Nunca tanto - Siempre hay una primera vez, claro - ¡Bah, basta de basura introspectiva!)
Hablando de primeras veces, fue la primera vez que escuché al “archimegaclásico” grupo de rock Rush. Y tuve una experiencia de abducción, que me sustrajo del mundo y me llevó a mi pasado rockero, pero con el hallazgo de letras buenísimas, escritas por un baterista montado en una nave espacial de mil tambores y platillos. Me declaré fan y hasta me compré unos discos (que son unas cositas redondas que cuando giran en el dispositivo adecuado hacen sonar música; no sé si los más jóvenes los conocen).
Mayo es un mes que me cae simpático. Hay toneladas de cumpleaños familiares (que no quiere decir toneladas de festejos, pero sí alguna que otra reunión especial).
Ahora estoy viajando por un río africano, en medio de la selva y el comercio de marfil del siglo pasado (o el anterior). Es decir en “El corazón de las tinieblas”, como le puso Joseph Conrad al lugar y a su pequeña novela.
Leí que a Conrad le criticaban el lenguaje demasiado elaborado (salvando las distancias, lo mismo que a Rush). Basta eso para que me hagan admirarlo. Y buscarlo. Y tratar de llegar a sus riquezas a través, y a pesar, de las dificultades de los traductores.
Dice el presentador de mi edición de “El corazón de las tinieblas” que Conrad pierde su hechizo fuera del mar y la selva. Pero yo la única novela de Conrad que hasta el momento había podido leer era “El agente secreto”, situada precisamente en otro ambiente. Y nunca había podido con Lord Jim o con esta obra mencionada. Pero bien, ahora sí, le llegó el momento. Ahora ya estoy nervioso, transpirando, disfrutando por momentos del paisaje, las sensaciones.
Tengo miedo de encontrarme con ese tal Kurtz...
1 comentario:
Muy buen articulo.
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