viernes, 16 de octubre de 2015

Levantando la cabeza

“¿Nunca os ha sucedido, leyendo un libro, que os habéis ido parando continuamente a lo largo de la lectura, y no por desinterés, sino al contrario, a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? En una palabra, ¿no os ha pasado eso de leer levantando la cabeza?”
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“––¿Ves? Ya te vas curando; ya empiezas a devorarte. Lo prueba esa pregunta. ¡Ser o no ser!..., que dijo Hamlet, uno de los que inventaron a Shakespeare.
––Pues a mí, Víctor, eso de ser o no ser me ha parecido siempre una solemne vaciedad.
––Las frases, cuanto más profundas, son más vacías. No hay profundidad mayor que la de un pozo sin fondo. ¿Qué te parece lo más verdadero de todo?
––Pues... pues... lo de Descartes: «Pienso, luego soy.»
––No, sino esto: A = A.
––Pero ¡eso no es nada!
––Y por lo mismo es lo más verdadero, porque no es nada”.

“Por si fuera poco, como usted no ha podido dejar de darse cuenta, no tengo ilusiones, y ¿qué haría el Senado de mí, de un legislador inexperto que carece de la facultad de engañarse a sí mismo, este requisito esencial en quien quiere guiar a los demás?”

“Agitóse el ágora como las grandes olas que en el mar Icario levantan el Euro y el Noto cayendo impetuosos de las nubes amontonadas por el padre Zeus. Como el Céfiro mueve con violento soplo un crecido trigal y se cierne sobre las espigas, de igual manera se movió toda el ágora”.

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