sábado, 7 de mayo de 2016

De vuelta al Adán (II)

Las intenciones fueron declaradas allá a principios de marzo. Empiezo entonces ahora con el prólogo, del que me atrevo a decir (a pesar de mi ignorancia literaria) que debe ser uno de los mejores prólogos de la literatura argentina.

Cuando dice el autor que les parecía cargar en el ataúd de Adán “la materia sutil de un poema concluido", ¿suena a plenitud? ¿O suena a una tristeza por que se terminó algo agradable, como un lindo poema? Este último sería un sentido más superficial. A mi me sonó a lo primero, a plenitud, a que culminó bien la historia de Adán.

De entrada se nota el estilo de la poesía de L.M. (digo yo, que no soy literato) con esa forma de reiterar las palabras, en este caso ya frases, cuando vuelve a mencionar lo de que les parecía llevar “no la pesada carne de un hombre muerto, sino la materia leve...”

Las frases, oraciones o fragmentos que más me gustan son dos y este es el primero: "La primavera reía sobre las tumbas, cantaba en el buche de los pájaros, ardía en los retoños vegetales, proclamaba entre cruces y epitafios su jubilosa incredulidad acerca de la muerte". Quien haya ido a un cementerio con parque en un día soleado no podrá dejar de "verla". Pero me encanta sobre todo la insinuación de una muerte vencida.

¿Por qué son "los terrones amigos" los primeros que caen en la tumba? ¿Será porque son los más cercanos al cajón para el resto de sus días?

La “ostentosa devoción” de Samuel Tesler con su rosario, su “orgulloso impudor” en la oración... Si no recuerdo mal, esta no es la única vez que L.M. critica la religiosidad de su Samuel Tesler. Cuando pienso que la inspiración del personaje es Jacobo Fijman y que este era un converso, no puedo dejar de pensar si no es la profunda religiosidad que a veces muestran los conversos lo que nos da envidia a los que somos esa especie de "hijos mayores".

¿Por qué en la cruz dice el nombre de Adán y un "rip"? ¿Por qué no un "qepd"?

La Ciudad de la Yegua Tobiana. Me gustaría desentrañar en eso un significado o analogía oculta (yo qué sé, como Roma tiene una loba, Buenos aires tendría una yegua). Por ahora me debo conformar con lo que dice Javier de Navascués: “Caballo tobiano es aquel que presenta, sobre un fondo blanco, grandes manchas de color oscuro. Según Barcia, el símbolo de la Yegua Tobiana, aparte de su matiz criollo, alude al carácter dual e la ciudad de Buenos Aires (una y múltiple, diurna y nocturna, etc.), que se desarrollará en todo el libro”.

Y la segunda frase, oración o idea que más me gusta es esta: “(…) podría suceder que alguno de mis lectores identificara a ciertos personajes de la obra, o se reconociera él mismo en alguno de ellos. En tal caso, no afirmaré yo hipócritamente que se trata de un parecido casual, sino que afrontaré las consecuencias (…) todos los personajes de este relato levantan una «estatura heroica»; y no ignoro que, si algunos visten el traje de lo ridículo, lo hacen graciosamente y sin deshonor, en virtud de aquel «humorismo angélico» (así lo llamó Adán Buenosayres) gracias al cual también la sátira puede ser una forma de la caridad, si se dirige a los humanos con la sonrisa que tal vez los ángeles esbozan ante la locura de los hombres”.

Soy fan de esta teoría marechaliana. ¿Qué hará Dios misericordioso con ciertas faltas nuestras sino sonreír? Sonreír como un abuelo que, recordando su infancia, sabe que somos pequeños y ya vamos a crecer.

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