sábado, 25 de septiembre de 2021

Cosas de lectores y obras de Melville (II)

“(...) Turkey, el Pavo, era un inglés obeso, aproximadamente de mi edad, es decir los sesenta. Por la mañana podríamos decir que era rosado, pero después de las doce -su hora del almuerzo- resplandecía como una hornalla de encendidos carbones de la Navidad, y seguía refulgiendo (pero con una atenuación gradual) hasta las seis de la tarde; después, yo ya no veía al dueño de ese rostro, quien coincidiendo con el apogeo del sol, parecía ponerse entonces con él, para levantarse, culminar en su apogeo y declinar al día siguiente, con la misma regular persistencia y semejante gloria.

En el transcurso de mi vida he observado insólitas coincidencias, entre las cuales no constituye la menor el hecho de que en el preciso instante en que Turkey, con roja y encendida faz, emitía sus más refulgentes rayos, ello indicaba el inicio del período durante el cual su capacidad de trabajo resultaba seriamente deteriorada para el resto del día. No quiero decir que se volviera totalmente haragán o incluso hasta hostil al trabajo. Todo lo contrario: se tornaba demasiado enérgico. Se daba entonces en él una exaltada, frenética, temeraria y hasta enloquecida actividad. Se distraía al mojar la pluma en el tintero. Todos los manchones que figuran en mis documentos fueron realizados por él después del mediodía. Por las tardes no sólo se inclinaba a la realización de manchas, sino que a veces iba más lejos, y se volvía turbulento. En dichas ocasiones ardía su rostro con un rojizo más pleno, como si se avivara el carbón encendido. Producía entonces un ruido desagradable con la silla y desparramaba la arena; al sacar punta a las plumas solía rajarlas con impaciencia, y luego las arrojaba al suelo en súbitos arranques de cólera; se incorporaba, se abalanzaba sobre la mesa, y desparramaba sus papeles de la manera más improcedente; un triste espectáculo ofrecido por un hombre ya entrado en años. Sin embargo, dado que era por múltiples razones mi mejor empleado, y siempre antes del mediodía el ser más juicioso y diligente, y capaz de despachar innumerables tareas de una manera incomparable, me resignaba a dejar pasar por alto sus excentricidades, aunque si bien ocasionalmente, me veía obligado a amonestarlo. De todos modos, lo hacía con levedad, pues aunque el Pavo era en horas de la mañana el más cortés, el más dócil y el más maleable de los hombres, estaba mal dispuesto por las tardes, y a la menor provocación, a ser áspero de lengua, vale decir, impertinente. Por esto es que, valorando sus buenos servicios matinales, como yo lo hacía, y resuelto a no verme privado de ellos -pero, a la vez, incómodo por su provocativa conducta después del mediodía-, y como hombre de paz, poco deseoso de que mis reprimendas ocasionaran respuestas impropias, resolví un sábado al dar las doce (siempre empeoraba los días sábados) sugerirle, muy delicadamente, que, quizás, ahora que estaba empezando a entrar en años, a hacerse grande, sería prudente atenuar sus tareas; en una palabra, que no necesitaba venir a la oficina más que de mañana; y que después de los almuerzos se fuera a descansar a su casa justo hasta la hora del té. Pero no hubo caso, él insistió en cumplir con sus obligaciones vespertinas. Su rostro se tornó insoportablemente fogoso, y gesticulando mientras blandía una larga regla en el extremo de la habitación, enfáticamente me aseguró que siendo sus servicios tan útiles por las mañanas, ¿cuánto más indispensables lo serían por la tarde?

- Con total deferencia, señor -me dijo el Pavo entonces-, yo me considero su mano derecha. Por la mañana ordeno y formo mis columnas, pero a la tarde me pongo a la cabeza de ellas, y valerosamente arremeto contra el enemigo… ¡así...! -y realizó una violenta arremetida con la regla. - ¿Y los manchones? - En verdad, y con el mayor de los respetos, señor, ¡observe estos cabellos! Estoy envejeciendo. Seguramente señor, un manchón o dos durante una tarde calurosa no pueden reprocharse con mucha rigurosidad a mis canas. La vejez, aunque manche con tinta una página, es honorable. Además, y con su permiso, señor, los dos estamos envejeciendo.

Esta invocación a mis sentimientos personales resultó irresistible. Comprendí entonces que estaba resuelto a quedarse. Hice mi composición de lugar, y resolví que por las tardes le confiaría sólo documentos de ínfima importancia".

Les puse este extenso fragmento de “Bartleby, el escribiente” (traducido por Luis Hernán Rodriguez Felder) porque es genial. Quizás no sea el tema central de la obra. Que tiene además interesantes reflexiones:
Tan verdadero es, y al mismo tiempo tan terrible, que en cierta medida el pensamiento acerca de la pena, o el espectáculo de la pena, atrae nuestros mejores sentimientos, salvo en algunos casos especiales en los que ellos no avanzan mucho más allá. Se equivocan quienes sostienen que esto se debe al egoísmo natural propio del corazón humano. Más bien proviene de cierta desesperanza acerca de poder remediar un mal orgánico y desmesurado. Y cuando se advierte que esa consideración no conduce a un socorro efectivo, el mismo sentido común ordena al alma liberarse de ella. Lo que vi esa mañana me persuadió de que el escribiente era la víctima de algún mal congénito e incurable. Yo podía otorgar una limosna a su cuerpo; pero éste no era lo que le dolía; tenía el alma enferma, y yo no podía llegar a su alma”.
Es un punto muy interesante. ¿Por qué una desesperanza de que la ayuda sea efectiva haría que se deje de ayudar? ¡Si el intento mismo ya podría dar al otro algo de felicidad! Cómo es el egoísmo y cómo no es tan "natural" ayudar al otro es un tema extensamente analizado por Romano Guardini en "El servicio al prójimo en peligro", que pueden leer acá: clic.

viernes, 24 de septiembre de 2021

Cosas de lectores y obras de Melville (I)


Quizás sea una costumbre inútil, pero uno a veces pone el señalador de costado, como marcando el exacto renglón donde se detuvo. Suele ser para interrupciones cortas. Poco importa el renglón si el libro se está cerrando hasta el día siguiente.

Y es por eso otra característica importante de los señaladores ("clic") que el largo permita ubicarlo en forma traversal y que asome. Como en forma vertical no conviene que asome mucho (y mucho menos de ambos lados), esta nueva característica para el uso horizontal introduce una nueva dificultad a la elección del señalador correcto.

El volumen editado por Proyecto Larsen (Buenos Aires), de la colección Clásicos, 2011, que incluye "Bartleby, el escribiente" y "Benito Cereno" (de Herman Melville) y el señalador de oso jazz forman una pareja ideal al respecto de lo dicho en el párrafo anterior.

Pero ya se están por separar. El capitán Amasa Delano había subido al barco de Benito Cereno pero la cosa no avanzaba. Había una pormenorizada descripción psicólogica de su oscilante estado de ánimo o sentimientos. Cosa muy bien hecha y que en otro momento me tendría atrapado. Además esas figuras de los negros juntando estopa o afilando hachas no me atraían. Pero no era la obra. La crisis era mía (primera crisis de lectura en todo el año). Al tiempo pasó y la cosa se puso tan interesante que lo terminé un día casi mientras cenábamos (insólito). Gran historia del mar.

¿Y qué decir de Bartleby? Genial historia también. Esas descripciones de los personajes de oficina y la forma en que el jefe maneja la relación con ellos. Muy gracioso y muy serio a la vez. Pero va quedar para otra entrada.

domingo, 12 de septiembre de 2021

Oficinescas

Cuando se mudan, yo me encargo. Por eso cuando me tocó mudarme pude hacer todo como me parecía. Elegí todos esos detalles que quería, dentro de los que podía. Me llevé los muebles, cosa lógica desde el momento en que nadie hablo de comprar nuevos, y así pude llevarme el escritorio que había heredado de mi antecesor, un escritorio de los que ya no hay más. Pero además de las instalaciones, concebí la funcionalidad del lugar. Compré (eso sí compré) dos sillas de visita plegables. Porque las sillas de visita permanentes hacen que la gente tienda a quedarse sentada y a mi no me gusta perder el tiempo charlando. No soy estricto (no me fijo si se van cinco minutos antes, por ejemplo) pero soy algo ansioso quizás. Y sea por eso, o por lo que sea, cuando estoy trabajando quiero trabajar. Y el tiempo libre (o esos tiempos muertos entre tareas) los quiero dedicar a mis asuntos. Ya hay miles de oportunidades para charlar en pasillos, previas de reuniones, etc. Pero no me gusta que vengan a "hacer tiempo" o a "que se les haga la hora" con mi tiempo. Y aún sin sillas, hay quien gusta de charlar parado. E incluso seguir hablando aunque uno ni lo mire y demuestre estar ocupado. En casos extremos "despejo el área" levantándome para ir al baño o cosas así. Pero, ¿cómo llegó la gente a la oficina si yo me hice una puerta que tiene cierre eléctrico y solo podría entrar quien yo quisiera? Porque, a pesar de lo expresado, yo trato de ser dispuesto y cercano. Hay temas que sin duda requieren hablar. Y la mayor parte del tiempo la puerta está abierta, como hacen en las oficinas modernas. ¿Y de qué depende tener la puerta cerrada o abierta? Por más teorías de "recursos humanos" que se hagan, siempre en el fondo está eso que descubrí en "Bartleby, el escribiente" (de Herman Melville). Decía el dueño, empleador y jefe: "Hubiera debido decir que una puerta vidriera separaba en dos partes mis escritorios, estando una ocupada por mis escribientes, la otra por mí. Según el estado de mi humor las puertas permanecían abiertas o cerradas". Pura realidad.

jueves, 2 de septiembre de 2021

Força estranha

Vieran que bonita esta canción. A pesar de que tanta contemplación no llegue a Dios y se quede en una fuerza extraña… A pesar de algunas cosillas que se me hacen oscuras quizás por la poesía y mí falta de portugués, me he encontrado con palabras muy lindas.

Por un momento pensé que había cambiado mi forma de ver a Roberto Carlos, pero lo cierto es que la canción es de Caetano Veloso (quien la compuso para que la interprete Roberto Carlos).

Ese tiempo brincando alrededor del niño es tan poético. Eso de "la vida es amiga del arte" es flor de sentencia que pareciera recordar (otra vez) a aquello de "la naturaleza imita al arte" (Wilde). La mujer preparando otra persona es algo de lo que podrían apropiarse los defensores de la vida desde la concepción (mientras no reclamen esos que nada entienden que si la prepara es porque todavía no lo es; pues entonces qué es diga usted ignorante)...

El artista que nunca envejece, el "fuego de las cosas que son", al final algunas cosas se me escapan, pero está siempre el estribillo redondito y polentón.

Como la conocí por un video en vivo de Caetano, vaya ese video. Y abajo la letra toscamente traducida. (Y más abajo Roberto Carlos).

 

Força estranha (Fuerza extraña)

Eu vi um menino correndo / Yo vi a un chico corriendo
Eu vi o tempo / Vi al tiempo
Brincando ao redor do caminho daquele menino / Saltando alrededor del camino de aquel niño

Eu pus os meus pés no riacho / Yo puse mis pies en el arroyo
E acho que nunca os tirei / Y creo que nunca los saqué
O sol ainda brilha na estrada e eu nunca passei / El sol todavía brilla en la carretera y yo nunca pasé

Eu vi a mulher preparando / Yo vi a la mujer preparando
Outra pessoa / Otra persona
O tempo parou pra eu olhar para aquela barriga / El tiempo se detuvo para que yo mirara hacia ese vientre

A vida é amiga da arte / La vida es amiga del arte
É a parte que o sol me ensinou / Es la parte que el sol me enseñó
O sol que atravessa essa estrada que nunca passou / El sol que cruza este camino que nunca pasó

Por isso uma força me leva a cantar / Por eso una fuerza me lleva a cantar
Por isso essa força estranha no ar / Por eso esa fuerza extraña en el aire
Por isso é que eu canto, não posso parar / Por eso es que yo canto, no puedo parar
Por isso essa voz tamanha / Por eso esa voz tan grande

Eu vi muitos cabelos brancos / Yo vi muchos cabellos blancos
Na fronte do artista / En la frente del artista
O tempo não para e no entanto ele nunca envelhece / El tiempo no para y sin embargo el nunca envejece

Aquele que conhece o jogo / Aquel que conoce el juego
Do fogo das coisas que são / Del fuego de las cosas que son
E o sol, é o tempo, é a estrada, é o pé, e é o chão / Y el sol, es el tiempo, es el camino, es el pie, y es el suelo

Eu vi muitos homens brigando / Yo vi muchos hombres peleando
Ouvi seus gritos / Escuché sus gritos
Estive no fundo de cada vontade encoberta / Estuve en el fondo de cada voluntad encubierta

E a coisa mais certa de todas as coisas / Y la cosa más cierta de todas las cosas
Não vale um caminho sob o sol / No vale un camino bajo el sol
É o sol sobre a estrada, é o sol sobre a estrada, é o sol / Es el sol sobre el camino, es el sol sobre el camino, es el sol

Por isso uma força me leva a cantar / Por eso una fuerza me lleva a cantar
Por isso essa força estranha no ar / Por eso esa fuerza extraña en el aire
Por isso é que eu canto, não posso parar / Por eso es que yo canto, no puedo parar
Por isso essa voz tamanha / Por eso esa voz tan grande