(6 de junio)
Ando con un problemilla de lo más divertido. Iba yo para la Astral de Munro en este mediodía de poco pero esperado sol (un sol que también luego se desearía hacia atrás y que según dicen no se volverá a ver hasta mañana al mediodía) y no pude evitar detenerme en los cajones de libros usados. En el cajón de $50 ya no había nada que valga la pena. Pero en el de $100 había un ejemplar de "El inglés de los güesos" y, como no lo tenemos, lo tuve que tener. Y mientras caminaba mesmo me adentré un par de capítulos en la historia y quedé enganchau.
¿Y ahora qué hago? ¿Lo dejo a Sigüenza? ¿Me vengo de golpe del Levante a la Pampa? Soy lector de un solo libro y encima ya tengo abierto "La Ciudad de Dios". En fin...
Mi hijo está estudiando biología y una orientación posible son “los huesos”. Y se sabe los nombres científicos de los animales. Por eso a la tarde le leí este pasaje:
“- A ver, míster -preguntaba, por ejemplo, el muchacho, señalando con la barbilla un grupo de teruteros reales, que mojaban sus rojas patitas en el agua-, a ver, míster, ¿a que no sabe qué bichos son aquéllos?- ¡Aoh! ¡Yes!Y desdoblando su larga silueta, míster James miraba curiosamente hacia el sitio indicado, la recia diestra a modo de pantalla sobre los ojos azules y decía al cabo, muy contento:- ¡Aoh! ¡Yes! Imantopus, imantopus… ¡Aoh! ¡Yes! Mí conoce…- ¿Cómo dice?- Imantopus, imantopus melanurus… ¡Yes! ¡Yes!Y enarcaba las cejas rubias con gravedad cómica, tratando de convencer al muchacho, que se echaba a reír irreverente:- ¡Qué “mantopo” ni “mantopo”, míster! ¿No ve que no sabe? Esos son teros riales; ahí tiene, teros riales, ¡pa que aprenda!Y se retorcía de risa sobre el caballo, divertidísimo con la ignorancia de aquel hombre…”
Según notas del editor de mi ejemplar (Editorial Troquel, Clásicos, 1960), acá Benito Lynch "hace alarde de sus lecturas científicas".
Y es en otra nota donde surge el interesante tema del mate dulce. (Recordemos que aquí en el blog siempre pensamos que el mate dulce era una "barbaridad" hasta que supimos que Don Segundo Sombra lo tomaba).
La joven Balbina se había puesto hacer tortas fritas. Y entonces dice el libro:
“Después, cuando la masa ya estuvo lista, cuando comenzó a chirriar la grasa hirviente en el sartén y el grato olorcillo de las primeras tortas doradas a esparcirse en el ambiente de la cocina, todos se alegraron de pronto, y hasta el mismo don Juan levantó la cabeza para decir a su consorte que le habían venido deseos de tomar un mate dulce…”
A lo que el editor anota: "Habitualmente el paisano toma el mate amargo, cimarrón; pero en ocasiones excepcionales, como especial agasajo, toma el mate con azúcar".
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