Y me lo imagino al pelado raro ese hablando de cómo mejoraron la conectividad de la ciudad… Pero, ¡han violentado al Pentágono!
Seguro le viene bárbaro a los camiones de Danone o de Carrefour o quizás a algún emprendedor de zona, y no niego que a todos aquellos que muchas veces sufrimos en algún paso a nivel. Sin embargo, ¿han consultado a todos los vecinos? ¿Y a los poetas? ¿A los contemplativos que viven felices con lo que tienen y saben que aunque a veces los nervios nos ponen ansiosos ese lugar era tan pintoresco, tan una isla que no necesitaba ser herida por los autos que pasan a toda velocidad sin saber por dónde pasan?
Ya la veo a una joven con su Up cero kilómetro yendo a su fiestita y pasando por ahí porque así lo indicó Google. Cuando haga Punta Arenas, Bauness y llegue a Warnes ni sabrá que pisó un pedacito de la Donato Álvarez oculta. ¡Y por entrar y no haber seguido el perímetro (ese que es para los que tiene que pasar nomás) nunca habrá conocido el bulevar más triste de Buenos Aires, ese que forman Del Campo y Garmendia! (Salvo que lo hayan sacado, o embellecido; a esto último no me negaría ya que no es fácil transitarlo con el alma sensible).
Túnel de Punta Arenas y vías elevadas de La Paternal, dos heridas al Pentágono que nos dejan algo tristes. Nos consolamos pensando que aún viven tranquilos la Iglesia de Santa Inés y San Camilo o el Club Floreal.
(Y si bien la pena de Carnota debería ser más grande, haber estado escuchándola en estos días me impulsa a dejarla como acompañamiento al cierre de esta entrada).
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