Estaba ahí y de repente “pum”, me lo leí en los días del “superferiado” (mitad santo, mitad patriótico). Se coló a varios. Se lee ágilmente aunque los temas son para quedarse reflexionando largo rato. “El Libro Negro” de Giovanni Papini (a Sangre Azul le gustaba Papini). Especie de segunda parte de “Gog”, que nunca leí.
En “El tribunal electrónico” hay un tema que anticipa todo lo que se habla hoy sobre los riesgos de la "inteligencia artificial". Me gusta como habla de la obra de Whitman en "El poema del hombre". Gran punto este, en “Visita a Molotov”:
“Hoy en día en el Occidente toda la política se ha reducido a la economía. En el siglo pasado aún se hablaba de principios, de ideas, de valores nacionales o ideales; (...) Al mismo tiempo que declaran ser adversarios del marxismo están demostrando día a día haberse convertido, prácticamente, a una doctrina genuinamente marxista: la del ‘materialismo histórico’”
Inquietudes que todos podemos tener sobre la condenación eterna en “Noticias del más allá”. Buen punto sobre la naturaleza como enemigo en “El enemigo de la naturaleza” (propio de la visión de un biólogo moderno). Fantasías simpáticas en “El navegante aéreo solitario” o “La revuelta de los actores”.
En “El gran sabio”, una frase como: “(...) la verdadera sabiduría no tiene relación ninguna con la felicidad, sino con la muerte” nos hace pensar en lo que dice Montaigne cuando titula un ensayo: “De cómo filosofar es aprender a morir”.
Todo nació vivo y va muriendo, impresionante teoría que podría ser la inversa de la de Teilhard de Chardin, en “La resurrección de la materia”. Con un imaginado Valery hablando de similitudes entre filosofía y poesía (¿eso no lo decía Unamuno también?):
“Ni el poeta ni el filósofo van en busca de goces. La poesía no es un vino generoso ni es la filosofía un éter que cause placer. Estos dos superiores juegos de los más nobles espíritus son, casi siempre, fatigantes y engañadores. La poesía, cuando tiende hacia lo absoluto se halla frente a lo inexpresable; el pensamiento, cuando intenta poseerse plenamente a sí mismo, se debate contra el muro de lo imposible”.
En la misma carta (“Una conversación con Paul Valery”) esta genial descripción:
“(...) el pensamiento puro es un microscopio quemante, que consume aquello mismo que debería hacernos ver; a fuerza de análisis, de profundizaciones, de críticas y subdivisiones, hasta el pensamiento más independiente y audaz se corroe y mina a sí mismo, se da cuenta de su propia falacia o inutilidad, disuelve y destruye su propio objeto”.
Geniales sofismas en francés en “Del odio (de Stendhal)”. Ponderación a Huxley qué podríamos aplicar a otros, en “Visita a Huxley”: “(...) es un novelista que piensa, o sea un novelista nada común”.
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