lunes, 29 de diciembre de 2025

Debería haber oraciones...


Casi tan contento como estoy con mi humilde “Sebastopol" lo estoy con mi señalador del Capitán América.

Iniciando el tercer, más grande y último relato no puedo decir que me resulte un libro que me guste extraordinariamente, pero sí que es interesante como para llegar hasta el final. El contento con el libro es porque es uno de esos chiquitos de la Colección Austral de Espasa Calpe, esos con sobrecubiertas de diversos colores que seguro todo comprador de usados tiene.

Estos son libros viejos que resisten muy bien el tiempo. Y no me refiero metafóricamente a su contenido, que dependerá de cada caso, sino literalmente a su integridad física. Este “Sebastopol” de Tolstoi cumple el próximo mayo nada menos que ochenta años. Las hojas amarillentas pero bien sostenidas en la económica encuadernación lo asemejan a un señor mayor canoso, de vestimenta sencilla pero que aún conserva dignidad en su andar (sepan disculpar esta comparación algo simplona o hasta cursi).


Y toca ahora hablar del señalador, que es una de esas cartas para chicos que vienen en sobres, como las figuritas, y se van coleccionando para completar un mazo. En realidad no tengo mucho más para decir al respecto. No es que no sepa escribirlo. Creo que sería, objetivamente, difícil hacerlo. Me gusta la imagen del Capitán en pose de acción. No sé nada de su historia, aventuras o habilidades. Seguramente la imagen toca alguna fibra juvenil en mí, de cuando me gustaban algunos superhéroes.

Siempre es lindo tener un señalador agradable. Le da color al ritual de abrir el libro: esos instantes en que uno se propone leer pero no puede arrancar. O cuando debe dejarlo: quizás es una sensación agradable para la transición entre el mundo que uno deja y aquel al que vuelve. Debería haber oraciones en los señaladores…

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