domingo, 11 de septiembre de 2016

Marechal, Dickens y Chesterton (II)

Dijimos que Dickens y Kierkegaard hablan de heroísmo cotidiano (por aquí). Dice Chesterton en la biografía de Dickens que llamar héroe a un personaje de una novela moderna es un vestigio, en la misma, del antiguo folklore o cuentos de hadas. Dickens hace personajes eternos. Hace mitología, dice Chesterton, con los personajes de la vida corriente. Crea deidades. Son personajes que trascienden los relatos y estarán siempre allí cuando los vayamos a buscar. Pero el mundo moderno no quiere deidades ni héroes. (A mí mismo me pareció exagerada la Inés, por ejemplo, de David Copperfield; ella y la relación con David). El mundo moderno no cree que eso sea posible. Y por no anhelarlo cae y se revuelca en el barro y no es feliz.

Dice Chesterton: “En una palabra: si los escritores modernos describen la vida en narraciones cortas, es porque sienten profundamente que la vida es, en sí, una historia extraordinariamente corta, y acaso ni siquiera verdadera. Pero en aquella literatura antigua, incluso en sus producciones cómicas (cierto, sobre todo, en éstas), ocurre justamente lo contrario. Sentimos los personajes como objetos fijos, sobre los que solo no es dable lanzar miradas furtivas, es decir, los sentimos como divinos”.

Y que haya dicho lo de las producciones cómicas me hace volver a pensar en el “humorismo angélico” de Marechal. Miren, si no, lo que dice Chesteron más tarde: “Esto es lo primero que hay que decir de Pickwick [Los papeles póstumos…] (…) Porque se trata aquí, primero y principal, de una historia sobrenatural: Mr. Pickwick era un hada (…) Mr. Pickwick no es propiamente un encantador, sino el príncipe encantado; es decir, es el vagabundo abstracto, errante de sorpresa en sorpresa: es el Ulises de la comedia; un ente, a medias hombre y a medias duende, lo bastante humano para errar y asombrarse, y , sin embargo, dotado de ese fatalismo alegre que es atributo de los seres inmortales (…)”

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