Alguna vez en este blog dijimos cosas de cuestionable
valor bajo el provocativo título de “¿Es mejor la música de autores de izquierda?”.
Agarramos una carta de Leonardo Castellani a Leónidas
Barletta y citamos eso de que “El ideal cristiano tiene en su fondo el mismo ‘pathos’
del ideal comunista, la existencia del dolor en el mundo”.
Y concluímos con propias palabras: “El pensamiento de
izquierda parece tener una sensibilidad especial para el dolor. El ‘dolor’
incluye también la angustia existencial, la pregunta por el sentido, que todo
hombre experimenta. Y eso es tema de muchas composiciones musicales, o se
refleja en el tratamiento que se da a otros temas menores. Es por eso que el
autor de izquierda puede lograr expresar cosas de manera tal que un cristiano
puede llegar a encontrar en ello algunas coincidencias”.
Hoy, seis años después, leo un artículo del español Juan Manuel de Prada (vía Antonella Facello) y encuentro ideas geniales para
seguir pensando en aquel viejo tema. Dice cosas como:
“¿Cómo esa muchacha incapaz de completar correctamente
una frase pudo componer canciones tan bellas y estremecedoras como Love is a Loosing Game o Back to Black? Porque Amy Winehouse
había sido agraciada (o desgraciada) por el don del arte, por ese quod divinum al que se refiere Horacio,
que sopla donde quiere; y que no suele enamorarse de personas atildaditas y
morigeradas, sino más bien desastrosas y caóticas, por lo común habitadas
(invadidas) por el dolor”.
O como:
“(…) el arte nace en estos territorios borrascosos en
los que sólo las almas muy aguerridas son capaces de aventurarse. Para que
prenda la llama del arte, hay que abrazarse al dolor y fundirse con él. Una vez
fundido con el dolor, el artista puede hallar una luz divina que lo rescate,
sane y recomponga; o, por el contrario, puede ser atrapado por una luz infernal
que lo devore y aniquile (…)
Pero no hay arte verdadero sin esa ofrenda en la
hoguera trágica del dolor; y todo intento de tomar un atajo es inútil. Para
atreverse a arder en esa hoguera hay que ser, desde luego, un poco insensato,
un poco loco; pues sólo los insensatos y los locos tienen cuajo para asomarse
al abismo y dejar que la belleza les lance sus dentelladas feroces, que a veces
matan”.
Impresionante.
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