viernes, 9 de noviembre de 2007

El trabajo es hacia dentro

Conocerse a uno mismo es arduo porque requiere de gran valor espiritual. Si sólo fuera cuestión de esfuerzo físico o mental, habría muchos voluntariosos que encararían la tarea de la búsqueda interior. Pero la verdad es que los hombres de este tiempo y lugar no vacilamos en poner ingentes energías en “explorar hacia fuera”.
Aparentemente, a lo largo de la historia (¿occidental?) el hombre ha ido desertando cada vez más de poner su inteligencia y energías en la búsqueda de su identidad, y poniéndola cada vez más en esa exploración ad extra.
El último exponente de esa exploración es la navegación espacial. En la década del sesenta, y asombrado por los avances de esta actividad humana, decía Marechal en el Cuaderno de Navegación (Cosmogonía Elbitense) que era Leonardo Da Vinci quien, al aventurarse en las posibilidades del vuelo físico, desertaba ya la era de los intranavegantes o intranautas (esos seres que dirigían su inteligencia al desarrollo de los vuelos según la modalidad psíquica y espiritual) y daba comienzo a la era de los extranautas.
Aunque los avances científicos de los últimos tiempos sean grandes esfuerzos humanos, no son más que distracciones y tarea menor frente al primero de los trabajos que debe encarar el hombre (si quiere ser fiel a su exigencia de verdad): conocerse a uno mismo.
Esto ya lo intuía el hombre desde hace mucho tiempo y en las más diversas culturas. Como nos recuerda Juan Pablo II en la introducción a la magnífica “Fides et ratio”, ya estaba esculpida en el dintel del templo de Delfos aquella frase: “Conócete a ti mismo”.
Conocerse a uno mismo es arduo porque requiere enfrentarse con las preguntas límite: “¿Quién soy? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué hay después de esta vida?” Pero es de vital importancia hacerlo, porque “de la respuesta que se dé a tales preguntas, en efecto, depende la orientación que se dé a la existencia”. Y el futuro de los hombres de esta época depende en gran medida de esa orientación.

3 comentarios:

darYrecibir dijo...

El trabajo es hacia adentro. Así es, tal como lo escribes, no hay otra dirección, no hay nada afuera, solo distracciones de emprender la "encuéntreda" hacia adentro mediante la "búsqueda" afuera.
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Genial blog, felicidades!

Milkus Maximus dijo...

Creo que, la razón, iluminada por la fe, puede hacer esas dos navegaciones: ad intra y ad extra. Si bien la ciencia nos ha ayudado muchas veces a volcarnos más hacia las cosas, también es cierto que la misma ciencia brinda un espacio de trascendencia cuando, a fuerza de profundidad, se encuentra con sus propios límites. Algo así como lo que (dicen) decía Pasteur: "Sólo un poco de ciencia te aleja de Dios. Más ciencia aún, te vuelve a acercar".
La extroversión exagerada a la que hacés referencia, me parece, se debe más a la implantación (no es ociosa la palabra, porque me parece un "implante" artificial) de una especie de "carpe diem" enfermito que te quita toda perspectiva de tu propio tiempo y de tu propia persona.
No sé ... me parece.

hna. josefina dijo...

Hacía mucho que no venía, porque hacía mucho que no paseaba por los blogs. ¡Ya estoy de nuevo!
En los Ejercicios Espirituales, Ignacio de Loyola nos propone tratar de conocer a Jesús y así, mirándolo a él, como un espejo, vernos reflejados nosotros. Un modo de 'salir' y 'encontrarnos'.
Lo recordé porque me gustó tu post, y también el comentario de Milkus.
Siempre está el riesgo de 'enroscarse' o de 'alienarse' ¿No?
Capaz que lo bueno está en hacer las dos cosas: hacia afuera Y hacia adentro... como darYrecibir.