lunes, 8 de diciembre de 2008

Litúrgicas (VI)

Cerrando la idea de la entrada anterior.
El hombre moderno al que se le presenta frío el lenguaje de la liturgia, buscará con frecuencia “un refugio tonificante -a su parecer-, en las oraciones y prácticas devotas de un nivel espiritual considerablemente inferior al de las litúrgicas, pero que, para él, tienen la aparente y positiva ventaja de adaptarse a su complexión espiritual y a la de su tiempo”.
Estamos en nuestro perfecto derecho al orar en esta forma, y jamás la Iglesia tratará ni de impedirlo ni de limitarlo, sino más bien de fomentar el ejercicio de este derecho. En este género de oraciones vivimos nuestra vida propia y nos situamos -si vale la frase- cara a cara ante Dios”.
Sin embargo la comunidad litúrgica reza con fórmulas universales, que pueden ser adoptadas por todos sin violentar ni frenar su vida interior (contrario a lo que sucedería si se usaran palabras o fórmulas muy marcadas por las necesidades o idiosincrasia particulares). Por supuesto, aunque aquellas fórmulas universales pueden ser adoptadas, muchas veces se necesita el sacrificio de olvidarse de uno mismo. Pero hay ganancias. Vean este largo pero completo final.
En la vida de la liturgia -si vale la comparación- el alma aprende a moverse holgadamente dentro de un amplio y luminoso orbe, objetivo y espiritual, y adquiere, por decirlo así, esa libertad, ese señorío y nobleza de actitudes y de movimientos, merced al constante dominio y vigilancia sobre sí misma, que se obtiene, en el orden de las relaciones humanas y naturales, por el contacto con los demás hombres, por la convivencia con personas realmente educadas y por el trato con otros semejantes cuya conducta está regulada por una larga y tradicional costumbre de delicadeza y distinción sociales. El alma, además, va consiguiendo esa amplitud de sentimientos, esa serenidad y esa transparencia espirituales que dan la frecuentación, la familiaridad, si cabe la frase, con las grandes obras de arte.
Es decir, resumiendo: mediante la liturgia el alma consigue el gran estilo espiritual, cuyo valor y trascendencia nunca serán adecuadamente calculados.
(…) Al lado de la vida litúrgica y paralela a ella, debe cultivarse con todo esmero la vida de oración individual, por medio de la cual el alma expone libremente a Dios sus necesidades y sus íntimos anhelos, y se puede explayar espontáneamente dando rienda suelta a sus fervores, elevaciones y gustos puramente individuales. Precisamente, de esa vida se nutrirá la vida litúrgica y recibirá su calor y su matiz peculiar.
Si falta o fracasa la espontaneidad de esa vida de oración personal, entonces se convertirá la liturgia -con pésima suplantación- en forma exclusiva de vida espiritual, y bien pronto la veríamos marchitarse y degeneraren puro y mecánico formalismo exterior, frío y anémico.
Pero si, al contrario, desaparece y muere la vida litúrgica, y queda sola y desguarnecida la vida de oración particular, entonces, ya lo estamos viendo, la experiencia de todos los días se encarga de aleccionarnos crudamente y de vocear las desastrosas consecuencias de ese fenómeno…
(En el día de la Inmaculada Concepción de María).

9 comentarios:

hna. josefina dijo...

Me gustan mucho, sobre todo, los dos últimos párrafos.
Y me parece que es muy probable que adolezcamos de los dos ámbitos. Hay muchos cristianos que sólo van a Misa el domingo y no tienen oración personal ninguno. Hasta dicen que no saben rezar. La otra parte no la comento porque está en el texto.

Anónimo dijo...

Hola, Juan Ignacio, te mando dos comentarios que no tienen que ver con el post, así que tú verás si conviene publicarlos o no.

Te mando un enlace a un blog español que frecuento. Habla del padre Castellani y enlaza con otro que también habla de él, pienso que te puede interesar.

Me hizo gracia tu observación sobre que conociendo mejor a los portugueses se conoce algo mejor a los vecinos brasileños: en España tenemos la idea, quizá tópica, de que los portugueses son melancólicos y sosos y los brasileños son alegres y divertidos, justo al revés.

Juan Ignacio dijo...

Es que precisamente, ¿un inglés es igual a un norteamericano? No. Pero te ayuda a pensar como se generó Estados Unidos si piensas que en su origen hubo gente que vino de Inglaterra. Lo mismo para los brasileros y para todos aquellos pueblos americanos de los que se dice en broma que descienden de... los barcos.

Por otro lado, conocía el blog y el texto. Gracias. Te paso el enlace a otra mención en España acerca de Castellani. Enlaces: 1 (a través de hjg), 2, 3, 4.

Anónimo dijo...

Querido Juan Ignacio, gracias por los enlaces. ¿Te parece sugerente el libro del P. Castellani al que se refieren? A lo mejor me lo pido para Reyes, en vez de las memorias de la hija de Franco.

Me hace gracia que el libro lo presentase el escritor español Juan Manuel de Prada. Este hombre empezó su carrera literaria con un libro manifiestamente pornográfico, y ahora es como si dijéramos el escritor católico más católico, que va a las tertulias a defender la ortodoxia más pura, mejor que los Obispos. ¡¡Arrepentidos nos quiere Dios!! La cosa ha llegado a tal extremo, que es colaborador habitual del Osservatore Romano (lo digo en serio).

En fin, los brasileiros, ... Hay una característica del carácter portugués que es la saudade, una vaga tristeza perpetua por el tiempo ido, por la vida presente, por la muerte futura. A lo mejor, esa tristeza se debe a no haber tenido el valor de irse a Brasil, donde la vida parece ser tan divertida (salvo que vivas en una favela, claro).

Anónimo dijo...

Recién termino de leer esto. Es genial. Muchas gracias.

Francisco Cavada dijo...

Hola:

Me sumo a los buenos deseos, felicitaciones por tu escrito.

Envío un saludo desde Chile, con el gusto de seguir estas líneas. Hasta pronto.

Un abrazo.

Juan Ignacio dijo...

Fernando,
precisamente la saudade brasileña existe también y quizás sea un interesante ejercicio entender la saudade brasileña como una saudade portuguesa que viajo en barco dejando su patria atrás y se encontró con una tierra nueva y abundante. Pero no me tomes muy en serio.

Sangre Azul y Francisco Javier, me alegro que les haya gustado.

Fernando dijo...

¿Hay saudade brasileña? Asombroso. En el sentido portugués, los brasileños son los últimos de la tierra en tenerla, por ejemplo los que viven en España, que son alegres y divertidos aunque no les vaya bien la vida.

Cuídate.

Juan Ignacio dijo...

Fernando,
la saudade brasileña tiene su claro ejemplo en la bossa nova, esa música brasileña tan popular.
Por otro lado, la alegría desbordante y la tristeza son muchas veces dos caras de la misma moneda (o con una se busca olvidar la otra, o...). Pueden así existir las dos en un pueblo como el brasilero.
Saludos.