lunes, 18 de octubre de 2010

Aislamiento e "inseguridad original"

Por paradójico que parezca, en una ciudad como esta, en donde hay tanta gente (que va junta, que se choca y que se evita también), uno puede vivir más aislado que nunca.

Y ese aislamiento tiene consecuencias. Una de ellas es que, con el pasar del tiempo, la gente vive como si tuviera una especie de “derecho a que su vida no sea afectada por la vida de las demás”.

Eso se ve por ejemplo en los reclamos por “falta de seguridad”, ese extraño término con el que designamos las fallas en funcionamiento de los medios por los cuales tratamos de evitar que el mal que hace uno perjudique a otro (o a sí mismo, pero eso está casi en desuso).

En algunos reclamos por seguridad parece que se entendiera a dicha seguridad como un estado normal, natural, original, al cual hay que regresar. Se pierde de vista una realidad anterior: la condición del hombre no es la seguridad, sino la inseguridad (salvo que hagamos teología).

El hombre puede establecer y tratar de mantener un orden en el que se proteja a cada uno del mal que puede infringirle el otro, pero no puede evitar que ese mal exista. Es preciso tener en cuenta que la seguridad, que le decimos, es algo arduo. Y que se basa en el control de una realidad que es inevitable.

Lo frecuente (aunque malo) es que la gente haga el mal. Y también lo frecuente (pero no necesariamente malo) es que lo que hace una persona afecte a otra.

No digo nada nuevo si lo digo, pero a veces pareciera que no nos vendría mejor recibir un pequeño mal de parte de un tercero, que vivir como si el otro no existiera. No por el mal en sí, vamos, pero sí para practicar cosas más loables como el amor. Sufrir un poco de inseguridad, para curarnos del aislamiento.

8 comentarios:

Fernando dijo...

Eso se ve muy bien en España en la gente que vive en casitas con jardín como la tuya: tienen tanto miedo, levantan unos muros tan altos, ponen unas puertas tan blindadas que cuando vas a visitarles parece que estás en la cárcel.

Por lo demás, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. "Nos vendría mejor recibir un pequeño mal de parte de un tercero, que vivir como si el otro no existiera". Es así, pero muchas veces sentimos que los demás son malos, peligrosos, y que si les abrimos la puerta de nuestro corazón o de nuestra casa acaberemos pasándolo mal. Preferimos el trato sólo con la gente de siempre, sin abrirnos a los nuevos, es una lástima pero es así.

hna. josefina dijo...

"Lo frecuente (aunque malo) es que la gente haga el mal."
Me impresiona un poco esta frase. ¿Te parece que es tan así? Yo diría tal vez: que es normal que la gente a veces haga el mal -somos pecadores todos-, pero que es lo frecuente... No me parece tan así. Más bien creo que lo frecuente es el bien, aunque siempre vamos a hacer algún mal de vez en cuando.
¿Lo ves distinto?

Juan Ignacio dijo...

Yo por suerte no estoy tan encerrado, Fernando.
Es verdad que lo que decimos que aisla, también es lo único que nos queda ante tanto miedo. Me refiero a Internet como modo de conocerse.

Josefina, es una frase con un contexto. Pero no lo dije como oposición a lo bueno, no quiero decir que hay más mal que bien.

Lo quise oponer a la realidad de quien piensa que no hay mal o que puede desaparecer (que no es lo mismo que vencer).

Y precisamente dije frecuente, que es una palabra algo ambigua, pues si se habla de frecuencia hay que definir una magnitud, o sea, cuán frecuente es algo.

Me pareció además más adecuado decir "lo frecuente" que "lo normal".

Fernando dijo...

Pero eso ("lo frecuente (aunque malo) es que la gente haga el mal") es cierto, si creemos en el pecado original: el hombre puede tender a lo bueno, pero hace lo malo si no le asiste la gracia de Dios.

Por eso hay que poner muros cada vez más altos en las casitas y tener más policías: porque la gente se va alejando más de Dios y actúa cada vez peor.

Qué reaccionario.

Aquellos tiempos felices de gentes católicas en que en las casas de los pueblos las puertas estaban siempre abiertas.

Juan Ignacio dijo...

En los pueblos aún existen esas cosas. Sin más, hace unos meses mis suegros se fueron a un pueblo tucumano por un evento y cuando se quisieron quedar unos días más, a su cargo, resultó que el dueño del hotel se iba (y cerraba). Y ante la insistencia de mis suegros, ¿que pasó? ¡El dueño se fue y les dejó la llave!

hna. josefina dijo...

Sí, tal vez saqué la frase de su contexto...
Es verdad que tenemos tendencia al mal, pero también estamos redimidos por Jesús y, como decís Fernando, tenemos la gracias de Dios.
Pero yo interpreté como que en general hacemos el mal. Y en eso no estoy tan de acuerdo. Me parece que muchas veces lo hacemos, otras no hacemos el bien, pero muchas más -por gracia de Dios por supuesto- hacemos el bien. Lo que sucede, entiendo, que se nota más el mal porque desentona, desafina. Estamos hechos para el bien y no lo hacemos.
Tal vez me fui del tema. Perdón.

Juan Ignacio dijo...

No, no crea que te hayas ido, al contrario, lo releo y aún me quedo pensando si fue o no afortunada la frase...

Fernando dijo...

A mí la frase me parece exacta, no hay que tocarle ni un acento, y me parece más exacta cuanta más gente se aleja más de Dios y de su gracia.