sábado, 9 de abril de 2011

Demasiado bueno para ser verdad

Hace mucho que el mes no empezaba tan tarde. Que no empezaba tan tarde aquí en el blog. Marzo suele demorarse, por ciertos aniversarios que el anonimato me impide revelar, pero la última vez que un mes empezó tan tarde en "Aquí estamos..." fue en agosto del año pasado.

También se demoró en mis manos “El hombre eterno”, del eterno Chesterton, pero en este caso con mucho gusto. Se trata de un libro genial, de un autor genial, que ya he citado varias veces y que, por si acaso no lo hubiese dicho antes, me regaló mi tía T. Pero vayamos al tema de la entrada, que lo vuelve a convocar.

Como les pasó también a otras personas que yo conozco, el blog me dio la oportunidad de tener pequeñas pero muy edificantes charlas con gente con la que no comparto la fe. Y precisamente gracias a ellos y a esas charlas pude ir profundizando mi fe.

Hace un tiempo, pasadas ya varias charlas espaciadas en los años, me parecía haber llegado a una idea final, a una especie de pensamiento frente al cual cualquier asunto de discusión quedaba como suspendido. Al llegar a ese punto o esa idea, toda la charla pasada, muy concienzuda en buscar razones para lo uno o lo otro, quedaba detenida. Quedaba en silencio o quedaba en algo como: “Bueno, si vos lo ves así…”.

Por eso fue una gran alegría encontrar, en el “El hombre eterno”, unas palabras que lo explicaban todo mejor.

Lo que los detractores del dogma quieren decir no es que el dogma sea malo, sino que es demasiado bueno para ser verdad. Es decir, que el dogma es demasiado liberal para ser verosímil. El dogma da al hombre demasiada libertad cuando permite que caiga. Y a Dios demasiada libertad cuando permite que muera. Esto es lo que parecen mantener los escépticos inteligentes, y no niego que su afirmación tenga cierto valor. Quieren decir que el universo es en sí mismo una prisión universal; que la existencia misma es una limitación y un control, y por algo llaman cadena a la causalidad. En definitiva, lo que dicen es que no pueden creer en estas cosas, no que no sean dignas de ser creídas. Nosotros decimos, no a la ligera sino muy literalmente, que la verdad nos ha hecho libres. Ellos dicen que nos hace tan libres que no puede ser la verdad. Para ellos, creer en la libertad que nosotros gozamos, es como creer en el país de las hadas. Es como creer en hombres con alas para entretener la imaginación de hombres con voluntad. Es como aceptar la fábula de una ardilla conversando con una montaña, para creer en un hombre que es libre de pedir, o un Dios que es libre de contestar. Es una negación firme y racional por la que, al menos, mostraré siempre respeto (...)

[Agrego el final de la cita por sugerencia: "(...) Pero no estoy dispuesto a mostrar ningún respeto por aquéllos que primero cortan las alas y encierran la ardilla, fijan las cadenas y rechazan la libertad, cierran todas las puertas de la prisión universal sobre nosotros con un sonido metálico de hierro eterno, nos dicen que nuestra emancipación es un sueño y nuestro calabozo una necesidad y, luego, se dan tranquilamente la vuelta y nos dicen que su pensamiento es más libre y su teología más liberal."]

6 comentarios:

AleMamá dijo...

¡Demasiado bueno el texto citado! Genial como todo Chesterton, ¡qué viejo extraordinario!

Fernando dijo...

No lo comprendí bien, Juan Ignacio, creo que por mi superficialidad. No creo que los escépticos envidien a los creyentes porque el dogma -la fe- les da más libertad: por ejemplo, el que cree que Dios puede hacer milagros tiene una visión más amplia, más libre, que el que no cree en ello. Pero el escéptico se ve como un hombre más libre que el creyente, más liberado, aunque esa liberación haga su vida peor, más triste.

En mi superficialidad, me quedo en un mero psicologismo. Chesterton lo decía en un libro. El hombre antiguo es como un grupo de niños que juegan felices en lo alto de una alta montaña, rodeados de una muralla que les impide caer. La modernidad ha quitado el muro opresor, pero los niños ya no se atreven a jugar por temor a caer despeñados.

Juan Ignacio dijo...

Fernando, justamente el final del párrafo (que no copié) creo que tiene una respuesta para vos.

Lee de vuelta el párrafo copiado y luego esto:

"Pero no estoy dispuesto a mostrar ningún respeto por aquéllos que primero cortan las alas y encierran la ardilla, fijan las cadenas y rechazan la libertad, cierran todas las puertas de la prisión universal sobre nosotros con un sonido metálico de hierro eterno, nos dicen que nuestra emancipación es un sueño y nuestro calabozo una necesidad y, luego, se dan tranquilamente la vuelta y nos dicen que su pensamiento es más libre y su teología más liberal."

Fernando dijo...

Caramba, está escrito como para responder a mi observación, Juan Ignacio.

Luego pensé en tu post y se me ocurrió otra consecuencia. La gente que niega el dogma en el aspecto moral se siente de entrada muy libre, pero con el paso del tiempo acaba cayendo en el determismo, en negar que el hombre sea libre para actuar contra sus instintos y sus deseos. Pensé que era otra faceta de lo que apuntaba Chesterton (incluido el añadido).

Natalio Ruiz dijo...

Es tan cierto lo de la libertad!!!!

Respetos chestertoneanos.

Natalio

Hernán dijo...

muy buena cita! gana muchísimo con el final truncado que agregaste en en un comentario.
saludos