Camino al trabajo hay una esquina en donde hicieron rampas para discapacitados y una senda peatonal para cruzar la calle. Rampas y senda peatonal están alineadas pero están muy en la esquina. Las hicieron donde el cordón ya dobla. Queda muy mal. (Quizás las hicieron allí porque no les daba lugar la parada del colectivo).
Se ve que antes de que exista esa senda peatonal la gente (discapacitada o no) cruzaba por otro lado. Lo hacía un poco antes de la esquina, como suele ser, en un lugar que queda marcado por un pequeño senderito que sirve para no pisar el pasto. Pero, ¿qué pasa? Cuando los autos frenan en la posición que dicta la nueva senda peatonal, tapan ese viejo cruce, sin señalización.
Un día yo estaba allí, en el auto y esperando el semáforo, sin saber todo esto y tapando el viejo cruce. Una señora mayor caminó el senderito y se dispuso a cruzar. Pero para lograrlo tuvo que esquivarme, rodeando todo el auto. Yo casi ni me di cuenta. Me di realmente cuenta cuando lo mismo sucedió por segunda vez, muy pocos días después. “¡Por favor! ¡Cómo no me avivé antes!”, me dije. Era una pavada, pero yo me sentí como el príncipe del cuento. Había rechazado a la anciana que tocó a la puerta del castillo y había recibido la maldición que lo transformó en bestia.
Y así sigo, en forma de bestia, hasta el día de hoy. Todavía no pude reparar mi error. Ya son meses que paso por allí y la señora no pasó ni una vez más. Ni siquiera me dejó una rosa que se deshoje dentro de una campana de cristal, nada, nada.
viernes, 20 de mayo de 2011
La vieja y la bestia
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6 comentarios:
Si uno es delicado de conciencia hay cosas que nadie ve y que le llaman la atención. Muchas veces nos duelen, pero no hay modo de "reparar", salvo con la intención de tener más cuidado con los detalles como haces tú. Ojalá la veas, pero si no, igual estás perdonado, por buena persona.
Gracias, Alemamá. Igual yo pienso que con la intención no basta. Hay que saber y estar atento para que se realicen los actos buenos (y no queden en intención). Igual esto era una pavada, está exagerado un poco, como ya imaginarás.
Esto dice mucho de ti, Juan Ignacio. El hombre actual es una bestia, le da igual hacer daño a los demás, y si a veces se arrepiente de algo, a los 10 minutos se dice "bueno, no era para tanto", y lo borra de su cabeza y de su corazón. Por eso ahora la gente no necesita confesarse: porque se han vuelto bestias sin sentimiento de culpa.
Comprendo que te sintieras o te sientas mal, pero sale la pregunta que nos enseñaban en Derecho Penal: realmente ¿podrías haber actuado de otra manera que como lo hiciste, si no te diste cuenta de lo que pasaba?
Y, en fín, el final de la historia es hermoso, pero ¿para qué te serviría que ella volviera? ¿Para ser especialmente cuidadoso al cederle el paso?
Claro, sentiría una especial satisfacción en mostrarle a la señora que ya conozco el viejo cruce. (No sé si sería caridad u orgullo de ser conocedor del barrio).
Volverá seguro, Juan Ignacio, estáte atento y cuéntanoslo.
Si a partir de ahora procuras no pisar el caminito, quizás no esa señora, pero si otras personas, podran cruzar con más comodidad.
Y, a lo mejor, alguien te ve y te imita
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