Es posible que frenar a último momento en las bocacalles no sea seguro, pero no se puede decir que es violento o grosero. No hay nada tan amable y elegante como la reverencia que nos hace hacer la frenada repentina.
Salvo que atropellemos al peatón, Juan Ignacio; en ese caso, todo queda sobrepasado por la cortesía con la que sonreímos al policía: "verá, agente, el difunto se avalanzó sobre mi capó...".
Esa reverencia, que es tan común en nuestras ciudades, a mi me resulta maravillosa. Incluso, me gusta hacerla como peatón. O levantar la mano, o agitarla hacia al costado. Son pequeñas amabilidades que le dan gracia a la vida urbana.
2 comentarios:
Salvo que atropellemos al peatón, Juan Ignacio; en ese caso, todo queda sobrepasado por la cortesía con la que sonreímos al policía: "verá, agente, el difunto se avalanzó sobre mi capó...".
Esa reverencia, que es tan común en nuestras ciudades, a mi me resulta maravillosa. Incluso, me gusta hacerla como peatón. O levantar la mano, o agitarla hacia al costado. Son pequeñas amabilidades que le dan gracia a la vida urbana.
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