He retomado los Cuentos Completos de Flannery. Me he reconciliado con ella. No es que no me hubiera gustado antes. Me habían encantado los primeros. Pero los personajes más famosos no me resultaban.
No me chocaban, cuentos y personajes, por lo crudo que podían ser (aunque alguno que otro pudiera ser desagradable), sino por esas sentencias teologales que salían de sus bocas. No me parecían realistas (sea lo que pueda ser eso en una obra de ficción).
Pero, en mi desautorizada y humilde opinión, eso de ver "la verdad bíblica" en boca de personas "que se portan mal" creo que va mejorando en su naturalidad. Es mucho más creíble un Rufus Johnson (Los lisiados serán los primeros) que un Desequilibrado (Un hombre bueno es difícil de encontrar).
Y se ve que hubo que leer más para descubrir bien cómo es Flannery. Porque hay algo relacionado con la expectativa que no funcionó al principio. No solo que quizás yo esperaba otra cosa. Sino que además el haber leído antes a Faulkner puede quitarle una cuota de novedad a su literatura. Cosa que con el tiempo se compensa al ir descubriendo su originalidad.
Las siguientes citas no son de ese tipo de cosas mencionadas. Son solo algunas "imágenes" que me parecieron geniales (de los cuentos que leí en esta segunda tanda).
“El orgullo que sentía el señor Greenleaf por ellos empezaba en el hecho de que fueran gemelos. Se comportaba, decía la señora May, como si hubiera sido una hábil jugada que se les había ocurrido a ellos”. (Greenleaf)
“Era un hombre emprendedor, de esos, pensaba el señor Fortune, que nunca iban a la par del progreso, sino un poco más adelante, para poder estar allí y recibirlo cuando llegara”. (Una vista del bosque)
“Y fue entonces cuando sintió el comienzo de un escalofrío, un escalofrío tan particular, tan ligero, que era como una cálida ondulación en la superficie de un mar más frío en el fondo”. (El escalofrío interminable)
“Había algo en aquella mujer que le resultaba conocido, pero Julián no podía precisar de qué se trataba. Era un gigante. La expresión de su rostro indicaba que no solo sabía enfrentarse a la oposición, sino también provocarla. El gran labio inferior caído era como un letrero de advertencia: NO ME MOLESTEN”. (Todo lo que asciende tiene que converger)
[En un psiquiátrico, dos visitantes] “Estaban rodeados de una intensa calma pese a que el lugar era cualquier cosa menos tranquilo. De una punta del edificio provenía un sonido lastimero y continuo, como el lamento palpitante de las lechuzas; desde la otra punta les llegó un crescendo de sonoras carcajadas. Más cerca, una serie de monótonas maldiciones rompía el silencio imperante con mecánica regularidad. Cada sonido parecía existir aislado de los demás”. (Partridge de fiesta)
“En medio del silencio, le llegó el clic inconfundible de una llave que giraba en la puerta de entrada a la casa. Era un sonido pausado. Atraía la atención hacia sí y la mantenía como si estuviera controlado por una mente en vez de por una mano”. (Los lisiados serán los primeros)
“La muchacha de color estaba ante el armario quitándose un brillante impermeable rojo. Era alta y de piel clara, y su boca era como una gran rosa que se hubiera oscurecido y marchitado”. (Los lisiados serán los primeros)
“Él siguió allí de pie, con aquella media sonrisa, en silencio. Como una masa absorbente que se queda con todo sin dar nada” (¿Por qué se amotina la gente?)
“Al lado de la madre del niño había una mujer joven, pelirroja, que leía una de las revistas y mascaba chicle con fruición, como si trabajara un pedazo de cuero, diría Claud”. (Revelación)
“Era la mueca más fea que la señora Turpin había visto en su vida y por un momento estuvo convencida de que iba dirigida a ella. La muchacha la miraba como si la conociera y la odiara de toda la vida… toda la vida de la señora Turpin, no solo toda la vida de la muchacha”. (Revelación)
“Alguien que no tenga nada que hacer que llame a una ambulancia -dijo el médico en ese tono sereno, como si no pasara nada, que emplean los médicos jóvenes en las ocasiones terribles” (Revelación)
“Hasta entonces Parker jamás había sentido la menor sensación de desconcierto interior. Hasta que vio a aquel hombre en la feria no se le había pasado por la cabeza que el hecho de existir constituyera algo extraordinario”. (La espalda de Parker)
“Le dolió muy poco, lo justo para que a Parker le pareciera que valía la pena. Esto también resultaba extraño, pues antes del tatuaje creía que solo las cosas que no hacían daño valían la pena” (La espalda de Parker)
“Ya sabía en aquel entonces que el terreno estaba a la venta, pero le parecía que era demasiado malo para que alguien lo comprara (...) Cuando vio la figura marrón con forma de cetáceo cruzar el campo aquella tarde, comprendió inmediatamente lo ocurrido. Nadie tuvo que decírselo. Si aquel negro hubiese sido dueño del mundo entero menos de un pobre y miserable campo de coles y lo hubiese comprado, caminaría por él de ese modo…” (El día del Juicio Final)