domingo, 25 de abril de 2021

Misterios del correo

Hoy que estamos acostumbrados a comunicarnos por teléfono, un teléfono que suena en la misma mano mientras vamos caminando por la calle, pensar en el correo es casi pensar en una aventura. Eso de entregar un mensaje para alguien en manos ajenas y que quién sabe cuantas manos y vehículos llevarán hasta su destino produce una extraña sensación, mezcla de inseguridad, de confiar en la providencia, de ejercicio de paciencia.

Volví a pensar en esto cuando veía una película en que a unos prisioneros de guerra les concedían enviar cartas, situación más frágil aún que la de un correo establecido.

Y me acordé entonces de un texto de Pemán leído recientemente en los “Ensayos andaluces”:
Hay huelga ferroviaria en la Compañía de Andaluces. No circula el ‘expreso’. Corren mil noticias sobre la forma cómo el Gobierno ha organizado el servicio de Correos; unos dicen que las cartas irán a Córdoba en autobús y allí alcanzarán el tren; otros aseguran que hay un torpedero en bahía para llevarlas a Sevilla y seguir a Madrid en avión. No sé nada seguro. ¿Comprendéis ahora mi emoción y mi ternura antes estas cuartillas mías, que dentro de unos momentos habré de entregar a su incierto destino? Siento ante ellas el dolor del padre a quien le sale una hija un poco americanizada, con ansias juliovernescas de aventuras, y le pide su bendición para irse, libre y emancipada, a correr mundo. ¡Críe usted hijas para esto! Así dice el padre abandonado, y así diré yo cuando, dentro de unos instantes, arroje estas hijas mías por la ranura del buzón, ancha y oscura como el porvenir. ¿Qué les aguarda? ¿El ‘auto’, el torpedero, el avión?... No sé; pero tarde o temprano, acaso dentro de tres o cuatro días, espero que entrarán también por el asfalto húmedo de la calle de Alcalá, soñolientas cansadas, asombrando a las compañeras con el relato de sus aventuras, y llevando en el pecho, como una ironía, la rosa de un sello de urgencia”.
Este texto me había hecho acordar, a su vez, de una historieta del vaquero Lucky Luke, donde caricaturizaba cómo era el correo en norteamérica antes del telégrafo:

Texto:
“Uno de los grandes problemas que debían resolver los jóvenes Estados Unidos, era el de las comunicaciones entre el este y el oeste.
Imaginemos, en efecto, que un joven recientemente instalado en San Francisco decide escribir una carta a su novia que se ha quedado en Nueva York.
Priscilla bien amada: Abandonadlo todo y venid a reuniros conmigo aquí en San Francisco. Mi amor por vos sigue siendo tan ardiente como siempre ¡y anhelo tanto volver a teneros entre mis brazos.
Pues bien, en 1848 esta carta habría ido a parar a los navíos de la U. S. Mail Steamship Co., y de la Pacific Mail Steamship Co.
De 1851 a 1852, habría sido transportada por convoyes de mulas.
En 1856 habría formado parte del cargamento de una caravana de camellos, ya que 75 de esos llamados “barcos del desierto” fueron importados de Egipto por Edward Fitzgerald Beale.
De 1857 a 1861, la carta habría pasado a depender de las diligencias.
Pero fuese como fuese, y aun suponiendo que la carta hubiera salido indemne de los naufragios, motines, guerras indias y forajidos…
Hay grandes probabilidades de que hubiera llegado demasiado tarde…
¡Mamá! ¡Una carta para tí!
No tengo tiempo, estoy atendiendo al bebé. Dádsela a papá…
La fragilidad del correo me trae al recuerdo a esos viajes de la Aéropostale que relata Antoine de Saint-Exupéry, donde los pioneros del cruce de mar, del cruce de las altas montañas y de los vuelos nocturnos arriesgaban sus vidas y (menos importante pero no puedo evitar pensarlo) su correo. Ahí con el piloto iban historias, iban vidas. Habría citas para buscar al respecto. Pero también pensé que las cartas atraviesan un mundo que los remitentes y destinatarios desconocen.


Una escena que quiere mostrar, al contrario de algunas cosas que cité, la infalibilidad del correo, es la Volver al Futuro 2, cuando el Doc no puede aterrizar el auto en 1955 y un rayo lo hace desaparecer imprevistamente. Es fascinante cuando instantes después aparece un cartero que entrega a Marty una carta de Doc enviada desde 1885. La carta había sido dada al correo con la instrucción de entregar 70 años después en ese mismo lugar donde él estaba parado. Así como muestra la infalibilidad del correo no deja de transmitir esa sensación de que las cartas quedan a la deriva y atraviesan un mundo fantástico e imprevisible antes de llegar a destino.

Por último les dejo un fragmento de Faulkner de un relato llamado “Idilio en el desierto”. En este caso la situación es distinta. No son correos sino noticias. Pero eso no importa. Es una genial observación del autor. Y el que se conozca el viaje que hacen los mensajes no le quita la fascinación:
Las noticias pasan por Blizzard unas cuatro veces antes de quedarse. Pongamos que la noticia tiene lugar en Pittsburg. De acuerdo. La dan por radio y pasa sobre nosotros para llegar a Los Ángeles o a Frisco. De acuerdo. Ponen los periódicos de Los Ángeles y de Frisco en el avión, y la noticia pasa sobre nosotros hacia el este ahora, hacia Phoenix. Allí ponen los periódicos en el rápido y la noticia vuelve a pasar sobre nosotros en dirección oeste, a sesenta millas por hora y a las dos de la madrugada. Y los periódicos vuelven de nuevo hacia el este en el tren de cercanías, y al fin podemos leerlos”.

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