viernes, 13 de diciembre de 2024

Impresión

Los espejos de agua “artificiales” tienen como un qué sé yo, ¡no es lo mismo! Pero no es que lo tengan ellos, en realidad, es uno el que lo tiene. Listo para admirarse de la belleza natural, se decepciona uno de saberlo no natural. El agua es agua. La orilla, orilla. Pero es un embalse. ¡Ah…!

Claro que uno no se lo podría decir en la cara al paisaje. Sería ofensivo. ¡Con lo lindo que se ve!

Tengo ganas de ver esa orilla de Casa de Piedra al atardecer. Sé que no voy a poder pensar que el pincel divino está allí trabajando solo, o por ejemplo evocar a ancestros que descansaban allí mismo, en definitiva sé que algo de la emoción se va a empañar…

No solo hacia atrás, también hacia delante las cosas no son iguales. Porque aunque lo natural sea frágil, lo modificado lo parece aún más…
Siempre que salía de la Universidad, generalmente -sobre todo al volve a su casa- había de sucederle, puede que le ocurriera cien veces, quedarse parado precisamente en aquel mismo sitio, contemplando con toda atención aquel panorama, verdaderamente espléndido, y casi siempre había de maravillarse de una impresión suya, vaga e inahuyentable. Una frialdad inexplicable infundíale siempre aquel magnífico panorama; un alma muda y sorda animaba para él aquel vistoso cuadro… Admirábase siempre de su antipática y enigmática impresión, y aplazaba, por no fiar de sí mismo, el explicársela para un futuro remoto”.
Crimen y castigo, Fiódor Dostoievski (edición de Biblioteca La Nación, 2001)

sábado, 23 de noviembre de 2024

Platero y yo

Sencillo es. Y creo que pretendía serlo. Pero no por eso vas a poder leerlo rápido. Si tenés el alma sensible, o edad para haber vivido ya algunas cosas, las frases más simples pueden ser enormes. Y entonces se hace forzoso detenerse. Sorprendido, para disfrutar.

Sencillo es pero también puede tener unos pasajes riquísimos. Y entonces la historia quizás pueda ser la contraria: si nunca sentiste algo así, casi que podrías saber lo que es leyendo esos pasajes.

Como cuando se lo llevan al perro Lord porque lo mordió un perro rabioso (cap. LI):
“La mirada que dejó atrás por la callejilla cuando se lo llevaban, sigue agujereando mi corazón como entonces, Platero, igual que la luz de una estrella muerta, viva siempre, sobrepasando su nada con la exaltada intensidad de su doloroso sentimiento… Cada vez que un sufrimiento material me punza el corazón, surge ante mí, larga como la vereda de la vida a la eternidad, digo, del arroyo al pino de la Corona, la mirada que Lord dejó en él para siempre cual una huella macerada”

martes, 29 de octubre de 2024

Catedral y música

Se ve que La Divina Comedia es una obra grande y completa. Por momentos siento que le pasé por encima como un vuelo nocturno, viendo allá lejos abajo pequeñas luces. Pero me siento satisfecho. Pude disfrutarla.

Dice Stefan Zweig (*): "Las generaciones se alzan y caen a su alrededor, mas él permanece inmutable, como una roca, y hunde si mirada su mirada en la inmensidad. Los Estados y naciones se precipitan a sus pies, reducidos a pequeños escombros, pero no se conmueve ni una sola piedra del edificio marmóreo de su poesia. El arte no posee nada mas inconmovible que los catorce mil versos de esta obra. Los monumentos que en aquella misma hora y en aquella a tierra se elevan piedra a piedra, como en el suyo verso a verso, antes se vendran a tierra todos ellos, el blanco Duomo de Florencia y el Palazzo Vecchio, antes se desvanecerán los cuadros del Giotto y Cimabué (sic), antes, digo, que se derrumbe esta catedral y se extinga esta música. Cuanto más penetra su obra en el horizonte de los tiempos, más natural, indestructible, más pétrea se acusa en el cielo eterno y sobre la tierra perecedera. Dante, el poeta, parece crecer en medio de las generaciones que cada vez conciben unos planes más mezquinos".

Si algo me llamó la atención fue la capacidad de Dante de hacer comparativas de los sucesos que veía o vivía él mismo con infinidad de sucesos históricos o de leyenda, cuando no con sucesos ordinarios de la vida de ciudad o campo. Y extensas frases a veces, y por eso más pintorescas. Fui marcando muchas pero tomo una al azar, del canto IX del Purgatorio:

“(...)
No de otro modo se inquietara Aquiles, 
volviendo en torno los despiertos ojos 
y no sabiendo dónde se encontraba,

cuando su madre de Quirón a Squira 
en sus brazos dormido le condujo, 
donde después los griegos lo sacaron;

cual yo me sorprendí, cuando del rostro 
el sueño se me fue, y me puse pálido, 
como hace el hombre al que el espanto hiela
(...)”.

(*) Texto de 1921 puesto a modo de prólogo en la edición de La Divina Comedia de Editorial Juventud / Ediciones Continente, 2015. Esta edición tiene además muy buenas notas. Pero está en prosa.

domingo, 29 de septiembre de 2024

Algunas palabras originales (en canciones)

Conocimos a Linda Ronstadt en un recital, ya no me acuerdo en qué escenario, cuando cantaba “Tumbling dice”. No la volvimos a ver hasta mucho tiempo después. Cuando la encontramos ella era unos años más joven y había recién grabado “Long long time”. Ahí supimos definitivamente que ella era una cantante que se las traía.

Pero no hablaremos acá de ella sino del primer verso de esta última canción, compuesta por Gary White, que pone a la cantante en la necesidad de decir (en el primer verso, solo y bien separado), una palabra que me parece que no me equivoco si califico de original: Love will abide…

Saltando un poco en el tiempo nos encontramos hoy con una banda bastante nueva de Austin, Texas, llamada Black Pumas. Su estilo es definido como soul psicodélico y su éxito fue “Colors”. En el tema “Confines” usan la palabra “merrily”. Si bien conocía la palabra, por ejemplo, por una vieja canción irlandesa llamada “Merrily dance the quaker”, nunca la había escuchado pronunciar (o no lo recordaba).

“Desperado” es una palabra bien escuchada en el ambiente musical como el que nos estamos moviendo. Lo notorio es saber que la recoge la RAE como una expresión en desuso similar a “desesperado” aunque tiene una significación especial como la característica de un delincuente dispuesto a todo.

La famosa canción “Desperado” de los Eagles pareciera no hablar de un criminal sino que habla de problemas sentimentales. La canción la grabaron muchos artistas, incluyendo a Linda Ronstadt, claro, que era muy cercana a los Eagles. Esta canción me hizo seguir pensando que la Ronstadt es una gran cantante, pero que prefiero la voz de Karen Carpenter (la Carpenter puede hablar musicalmente, como doña Sílvia).

sábado, 21 de septiembre de 2024

Y uno con Marechal

Leo ahora Marechal y vuelvo a reír (otra ventaja sobre Borges).

Uso un pocillo que tiene grabada una foto de la Casa Histórica de la Independencia. Caliento el agua en una jarra eléctrica que compramos porque es igual a la que habíamos usado en la casa de la señora Yolanda en el valle de Cwm Hyfryd. Tengo en la mano el cuarto tomo de las obras completas marechalianas (¡es tan cómodo!) y estoy releyendo “Megafón, o la guerra”.

Aún en los momentos serios de un libro de Marechal uno se puede reír. Quizás porque Marechal estaba impregnado de algo de ese humorismo angélico del que predicaba en el prólogo del Adán (la sonrisa con la que miran los ángeles las locuras de los hombres). Quizás porque toda empresa del hombre camina entre lo sublime y lo ridículo, como declara de continuo su personaje de esta novela (que es tan él como el relator).

(...)

Ya la primavera ríe sobre las tumbas, canta en el buche de los pájaros, arde en los retoños vegetales… Ya la gente se demora más en la calle, ya la pizzería para llevar tiene las sillas para esperar afuera y hay un aire que es como el fondo de una grabación de alta calidad donde todos los sonidos se escuchan como recortados perfectamente… La luna tiene un leve nimbo y brilla imponente…

sábado, 14 de septiembre de 2024

Un ratito con Borges

Estimado profesor”, le digo mientras apoyo en su escritorio “La canción de Rolando”, “El Cid”, “Don Quijote de La Mancha” e “Ivanhoe”, “creo que voy a leer un poco de Borges”.

Si veo que me va a cuestionar, uso la lógica de esa canción “Pilchas gauchas” (Que cultivemos la música/ de algún lejano país/ seguro que es pecau/ si conozco la de aquí.) y le canto:

Que realicemos lectura/ de ese tal José Luis/ seguro que no es pecau,/ si ya hicimos la del Cid.

Debo decir que esta vez estaba más preparado para Borges. Para quedarme con algo más que el ingenio. Marqué unas imágenes muy lindas (sobre todo en “Hombre de la esquina rosada”). Esas cosas que cuando era chico uno no veía (menos aún si uno pintaba para matemático). Ponerlas acá sueltas no sería lo mismo que encontrarlas de paso, de sorpresa, inmersas en una historia.

Los cuentos solamente ingeniosos no me alcanzan. Me tiene que gustar el ambiente en general. Por eso me gustaron “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, “Hombre de la esquina rosada”... Y me gustan más los ambientes de Borges que, por ejemplo, los de Cortázar (por eso los ingenios de Cortázar no arraigan en mí).

En los grandes temas prefiero cómo los trata Marechal. Lo que me más me dejó pensando, de todos modos, fue ese ingenioso pasaje de “El inmortal” en que dice:

“(...) lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal. He notado que, pese a las religiones, esa convicción es rarísima. Israelitas, cristianos y musulmanes profesan la inmortalidad, pero la veneración que tributan al primer siglo prueba que sólo creen en él, ya que destinan todos los demás, en número infinito, a premiarlo o castigarlo”.

El punto es astuto, pero falla. La inmortalidad de mi religión no es muchos años contra unos pocos. La eternidad es más que el tiempo sin fin. Eterno es distinto a inmortal. Eterno es fuera del tiempo. Y precisa la mortalidad. Y sí, efectivamente estos pocos años son cruciales para esta llamada eternidad. Por eso la eternidad es tan importante. Por eso esta vida es solo un medio. Y si nos empeñamos tanto en los medios, es por el valor del fin.

A su vez, el valor definitorio de esta vida en la que nos empeñamos por la otra (eso que parece hacerla desmesuradamente importante si olvidamos que es un medio), no está ni siquiera signado a nuestra sola voluntad o méritos. Y los afanes deben ser por dejarse ir ganando por la voluntad del que habita en la eternidad.

martes, 10 de septiembre de 2024

"Pide un campeón"

Sin saber lo que hacía me estaba poniendo a leer otro libro de caballería. Siempre había querido leer “Ivanhoe” y la verdad es que lo disfruté casi tanto como “Quentin Durward” (el primero de Walter Scott que había leído, hace ya unos años).

Si “primero los clásicos” es un precepto, “a cada libro le llega su momento” es una ley de la vida que no deja de reconfortarnos y hacernos ver que no todo es nuestra voluntad a la hora de cumplir los preceptos.

Y no es que yo considere a “Ivanhoe” especialmente un “clásico” (u obra de referencia, u obra maestra, o lo que sea; porque eso es lo que decimos cuando decimos vulgarmente un clásico) pero estaba en cierta lista, que aspiraba a completar, de famosos de lectura ágil, y ya lo había empezado una o dos veces hace tiempo sin éxito. Y si a esto sumamos que recientemente leí el Quijote, la “ley de la vida” antedicha no deja de asombrarme con todo su poder.

Creo que en los colegios ya no deben listar “Ivanhoe” (o alguno de Walter Scott) en sus catálogos de planes de lectura para alumnos. No sé si tanto por el tipo de héroe (porque a su modo, la gente sigue gustando de los héroes) como por el lenguaje anticuado y también por cierta susceptibilidad a leer cómo se hablaba en ese entonces de las mujeres, los judíos o quien sea. Pero no se lleven una mala impresión los que no conocen la historia y leen esto, pues Walter Scott hace quedar muy bien a esos y otros grupos humanos.

Para mí, leer “Ivanhoe” fue volver a encontrarme con eso de lo que conocí por primera vez leyendo la Canción de Rolando. La definición de un juicio mediante el recurso al duelo. (¡Y en qué forma! Es muy emocionante cómo Scott traza ese final. “Pide un campeón”. Aún resuena esa frase en mis oídos. No voy a decir más).

En un principio, hombre de estas épocas, tendemos a pensar que el recurso puede resultar, por una especie de azar al que estaría apelando, algo injusto. Que se aleja de la búsqueda de la verdad que un juicio debería tener. Pero si uno se atiene a cómo se manejaban los juicios, los testimonios y otras cosas de esa época (tan distinto también a hoy en día), es realmente notable que se diera lugar a esta opción.

Llego a pensar que en este “sistema”, de alguna forma, la verdad se toma lugar para aparecer. Porque incluso lo que hoy llamaríamos “el peor de los casos” (la muerte de un inocente, por ejemplo), podría ser mejor destino para dicha persona (y para sus circunstantes) que una vida de sufrimientos o malas acciones. ¿Este sistema tiene algo de “poner las cosas en manos de Dios”, aunque parezca ponerla en mano de los hombres?

No estoy plenamente seguro de esto que digo, pero quisiera dejar abierto el tema para seguir pensándolo. Aunque ahora quizás me aleje por unos días de la caballería…

jueves, 29 de agosto de 2024

Don Quijote y veinte años

Si no les pude decir nada del Cid, cuánto menos les podré decir de Don Quijote. Que si no estoy muy seguido por acá es porque un día me encontré leyendo sus historias y bien adelantado. Y riéndome de lo lindo. Y disfrutando abundantemente.

Cuando me di cuenta, faltaban unos días para este aniversario y ya estaba por empezar la novena de Nuestra Señora de la Guardia, en cuyo día (hoy) este blog cumple años. ¡Y nada menos que los veinte!

En dedicación al blog vaya esta versión que tanto me gusta…

lunes, 22 de julio de 2024

Reencuentro con el Cid (preludio)

Al parecer vamos a leer “Poema de mío Cid”. En el apoyabrazos se pusieron varias opciones (sería redundante decir “varias opciones de lo más variadas”): el Cid, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, el segundo tomo de los Ensayos de Montaigne y una cosa que quiero ver si pasa o va al tacho que se llama “Euforia y utopía” de Arthur Koestler.

El mío "Poema de mío Cid" es de la famosa y vilipendiada colección “Biblioteca Básica Salvat”. Tiene un sello con mi nombre y al lado “4°A”. En cuarto año de la escuela secundaria, hace casi treinta y cinco años, el profesor Ampudia nos lo hizo leer (no sé si todo o parte, no sé si lo logró). No recuerdo nada del libro pero sí a don Ampudia hablando de literatura y dudando de la calidad de Borges, diciendo que a un buen libro lo gradúa de tal el tiempo, que así que habría que ver, etc.

No es la elección de este libro solo una decisión en base a la premisa de “primero los clásicos” (creo fervientemente en ella, que no es la única regla, pero siempre debe guiarnos) sino también un interés surgido después de haber leído “La Chanson de Roland”. Algo como “a ver cómo eran ‘nuestros’ caballeros…” (porque uno se considera descendiente de españoles, aunque haya por ahí un apellido italiano materno).

Me entusiasma mucho este epígrafe que don Luis Guarner pone en su prólogo y es palabra de un tal Federico Schlegel:
España, con el histórico poema de su Cid, tiene una ventaja peculiar sobre otras muchas naciones; es este el género de poesía que influye más inmediata y eficazmente en el sentimiento nacional y en el carácter de un pueblo. Un solo recuerdo como el del Cid es de más valor para una nación que toda una biblioteca llena de obras literarias hijas únicamente del ingenio y sin un contenido nacional
¡Casi que Schlegel me pone de vuelta a don Ampudia frente a mis narices!

Así que bueno, allá vamos, después les cuento… O no. No sé.

domingo, 21 de julio de 2024

"On Belloc"

Quedó Belloc solo, así que charlamos unos días sin interrupciones (él conmigo y yo conmigo mismo; lo único que podría ser o incluso haber sido, porque se trata de un libro y porque, aunque no lo fuera, yo no estaría a la altura de una charla con Belloc).

Cada vez que intento decir algo veo que Knox lo dijo mejor en la introducción que tiene el libro. Yo lo que puedo decir, ahora que Belloc se fue, es que es un tipo con el que me hubiera gustado viajar. Observa cosas como me gusta observar a mí (o será que a mí me hubiera gustado decir lo que él dice cuando las observa). Busca simbolismos y hasta “explicaciones” en el paisaje; explora sus sentimientos frente al mismo.

Él conoce muchos lugares y eso le permite hacer comparaciones. Yo puedo imaginarme de vuelta frente a lugares que conocí y sentirlos de vuelta mientras veo como Belloc siente los suyos. Leer a Belloc te da ganas de atesorar esos recuerdos de otra manera o simplemente volver a recordarlos.

Así entre todos me vinieron hace instantes a la mente unas sierras cordobesas, en un punto exacto de la ruta en que cada vez que paso se aparecen de golpe altas y majestuosas como si fueran mucho más altas de lo que son. Pero no sé historia, así que no puedo saber cómo podría haber eso influido en que esas tierras sean cordobesas o puntanas… Y si leí algo alguna vez, porque lo hice, no lo recuerdo.

Habría varios pasajes para citar acá pero haría muy larga la entrada. Uno de mis ensayos favoritos es “The mowing of a field”; les dejo el enlace.

La entrada igual va a ser larga, pero pueden llegar hasta acá. Lo que viene abajo son dos párrafos que pueden ser o bien un gusto para los que conocen a Belloc o bien un irresistible “gancho” para los que lo quieran conocer.
It is not easy for a modern generation to understand the background of Hilaire Belloc. Even in his own day, he was a bundle of contradictions. He was a great lover of England, yet wherever foreign politics were concerned, he at once became a Frenchman. He was a conscientious Liberal, yet wholly out of sympathy with that tradition of Puritanism which was the strength of the old Liberal party. He was a fervent Catholic, yet much of his admiration was reserved for the heroes of the French Revolution. He was an accepted figure in the fashionable world, yet he never ceased to ridicule its conventions”.
(Ronald Knox en “Belloc Essays”, editado por Anthony Foster, Methuen & Co. Ltd., 1955)
When I first met Belloc he remarked to the friend who introduced us that he was in low spirits. His low spirits were and are much more uproarious and enlivening than anybody else's high spirits. He talked into the night; and left behind in it a glowing track of good things. When I have said that I mean things that are good, and certainly not merely bons mots, I have said all that can be said in the most serious aspect about the man who has made the greatest fight for good things of all the men of my time”.
(G. K. Chesterton en “Hilaire Belloc, The man and his work”, de C. Creighton Mandell y Edward Shanks, Methuen & Co. Ltd., 1916)