(...) Ya entonces estos espacios de horas servían a los adoradores para dedicarlos a la oración con sentido espiritual, en tiempos determinados y establecidos. Posteriormente se ha manifestado que había un misterio en lo que hacían los justos orando a estas horas. También el Espíritu Santo, cuando cumplió lo prometido por el Señor, descendió sobre los discípulos a la hora tercia. También Pedro subió a la terraza a la hora sexta y por medio de un signo y de una palabra de Dios fue instruido para que admitiera a todos a la gracia de la salvación (...) El Señor fue crucificado a la hora sexta, a la hora nona lavó con su sangre nuestro pecados, y para poder redimirnos y darnos la vida, con la Pasión completó su victoria.
(Del Tratado sobre el Padrenuestro de San Cipriano)
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